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Latinoamérica

1 de julio del 2002

Mano dura, corazon de piedra

Alpher Rojas Carvajal
LIBRE MENTE

Aun no ha tomado posesión del cargo, pero el inesperado protagonismo del presidente electo entraña mensajes inequívocos en torno al firme rumbo autoritario que habrá de imponerse a partir del siete de agosto, orientado a afianzar los planes de ajuste estructural de la economía acordados con el FMI, para favorecer el modelo de acumulación privada de capital y afectar sensiblemente los ingresos y el empleo de las clases medias productivas y de los sectores populares. Al mismo tiempo, es posible predecir una estrategia de ensayo y error frente a las nuevas realidades que expresan las dinámicas de los actores armados, cuyo proyecto de "rediseñar" un ordenamiento político-administrativo por la vía insurreccional a través del desplazamiento forzado de actores institucionales territoriales, anuncia desde ahora un escalamiento mayor del conflicto violento que tiene francamente desconcertado al establecimiento.
Quienes sufragaron por el proyecto de AUV, tenían la esperanza de que sus acciones de mano dura irían encaminadas sólo a enfrentar el fenómeno de violencia múltiple que aqueja a la nación y desconfiaron de quienes les advirtieron acerca de su turbio pasado y de sus firmes ideas neoliberales. Pero hoy, a escasos cuarenta y cinco días de tomar posesión de la Presidencia, ese celofán de aparente unanimidad solidaria con el nuevo príncipe, se ha ido rompiendo, en la medida en que sus nombramientos de personajes provenientes de la élite del poder tradicional privado y su viaje inaugural de "legitimación" al besamanos de Washington, como sus venias a la banca multilateral, han puesto en evidencia sus propósitos de reducir la oferta de bienes públicos y acrecentar el déficit democrático del país.
Las alarmas se encendieron para los analistas políticos y los cientistas sociales al conocerse los detalles secretos del cónclave de AUV y el secretario general de las Naciones Unidas Koffi Annan. En este austero escenario al que AUV concurrió para informarle al sensible hombre de color acerca de las líneas centrales de su proyecto político, el presidente electo fue objeto de una crítica implacable de Annan que advirtió la nula viabilidad de la vigencia de una política neoliberal frente al deterioro de los indicadores sociales del país. El Secretario de la ONU le planteó con franqueza a AUV, su preocupación porque una reedición del modelo Fujimore llegara a generar la inviabilidad del país a mediano plazo y el posible contagio que sufriría la región en momentos en que varios países se debaten en agudas crisis de gobernabilidad. AUV no tuvo otra salida que solicitarle a Annan que los términos en que se había desarrollado esa reunión fueran de carácter confidencial. En estas condiciones, AUV, salió desconcertado -y solitario- a los pasillos laterales de la ONU, sin gozar de los actos del protocolo habitual, en los que las personalidades se presentan ante los reflectores de la prensa internacional, emiten una declaración conjunta y sonríen complacidos tomados de sus manos.
Este traspiés de AUV, fue superado superficialmente con las declaraciones de apoyo que, posteriormente, le dieron el presidente Bush y los magnates del tinglado financiero, que fueron ciertamente solidarios con su programa de "Estado mínimo", una derivación ad absurdum del "Estado comunitario" que promovió en su campaña. Pero algo extraño quedó rondando en la cabeza de los pensadores estratégicos, en el sentido de que la comparación de los resultados en esos dos escenarios claves de la política mundial, arrojaban inquietantes reservas frente al porvenir de Colombia. Primero, porque en la ONU, organismo que ha auspiciado la construcción de procesos democráticos para estimular la estabilidad política de los países miembros, el programa gubernamental de AUV no tuvo ningún eco favorable. Segundo, porque la sospechosa -por lo entusiasta- recepción del presidente derechista de los EEUU y la bendición que obtuvo del FMI, indican que su programa de reestructuración y ajuste socio-económico, va a ser mucho más fuerte que su política de orden público que, de todas maneras, tendrá todas las características de una dictadura. Lo cual puede ser muy bueno a los ojos de los amos del nuevo imperio, pero muy malo, demasiado malo, para el pueblo colombiano, sus libertades y sus esperanzas.
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