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Latinoamérica

El ascenso de los partidos indígenas en Bolivia

NIKO SCHVARZ

El rasgo dominante de las elecciones bolivianas del domingo pasado es el ascenso considerable de los dos partidos de raíz indígena campesina: el Movimiento al Socialismo (MAS) de Evo Morales Ayma, un indio de padre quechua y madre aymara que lucha por los derechos de los cocaleros quechuas; y el Movimiento Indígena Pachacuti (MIP) liderado por Felipe Quispe Huanca, cuya base está en las aldeas aymaras, principalmente en el departamento de La Paz. Las elecciones cambiaron de arriba abajo el cuadro de los partidos políticos bolivianos. Al punto que, una semana después, se ignora quién será el próximo presidente.
La caja de Pandora
Las urnas se transformaron en una caja de Pandora. Es cierto que en el último período se verificó un vuelco impresionante hacia los partidos indígena-campesinos, acompañado del retroceso de los viejos partidos y la desaparición de otros más recientes (como Conciencia de Patria, Condepa). Pero la realidad va más allá.
Tenemos a la vista el resultado de 19.834 urnas computadas (el 99.19% del total de 19.995 urnas). El Movimiento Nacionalista Revolucionario, MNR, que encabezó la revolución boliviana de 1952 y hoy es un partido de la derecha neoliberal, llega al frente con 621.709 votos para el ex presidente Gonzalo Sánchez de Lozada. Le siguen de cerca, y prácticamente en paridad entre ellos, la Nueva Fuerza Republicana (NFR) del capitán Manfred Reyes Villa con 580.212 votos y el MAS de Evo Morales con 578.264 votos. (Optamos por dar las cifras absolutas, porque los porcentajes coinciden hasta el segundo decimal). Esta diferencia, inferior a los dos mil votos, podría ser descontada en las 161 urnas que faltan escrutar, en cuyo caso Morales entraría segundo. En cuarto lugar se ubica el Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR, del también ex presidente Jaime Paz Zamora, con 451.551 votos, en quinto término el Movimiento Indígena Pachacuti de Quispe con 169.065, y sexta la Unidad Cívica Solidaridad, UCS, con 152.454 votos, la única formación dispuesta a apoyar al titular del MNR. Pero esto no alcanza, porque los otros 4 candidatos adelantaron que en ningún caso lo apoyarán. Incluso la Alianza Democrática Nacionalista, ADN, fundada por el ex dictador y luego presidente Hugo Bánzer, que era la fuerza mayoritaria en el Senado y ahora se hundió con el 3,5% de los votos, no se muestra dispuesta a respaldar un gobierno del MNR.
El nuevo Congreso de 157 miembros (130 diputados y 27 senadores) debe elegir el futuro presidente, que asumirá el 6 de agosto, entre los dos candidatos más votados. A esta altura, el resultado es doblemente incierto.
La fuerza del cambio
Morales declaró que no entrará en esas combinaciones y que la suya será una fuerza de oposición. Fuerza considerable, por una parte, por su gravitación en ambas ramas del Congreso. Ese mismo Congreso lo expulsó (en una actitud macartista impulsada por el embajador norteamericano), por su apoyo al movimiento cocalero, y ahora retorna con cientos de miles de votos, particularmente de la mayoritaria población indígena, y una bancada acrecentada, a la que se suma la representación del Movimiento Pachacuti, de diputados socialistas e independientes. Los 59 mil votos obtenidos por Morales en 1997 se multiplicaron por 10, ganó la primera mayoría en Oruro, el gran centro minero (esa fue su primera profesión), así como en Cochabamba, donde Reyes Villa fue alcalde cuatro veces y se desarrollaron formidables movimientos reivindicativos por el agua, al tiempo que el MAS --avanzando desde el campo hacia las ciudades-- aparece al frente de los departamentos de La Paz y Potosí. En su zona de influencia del tropical Chapare ya había obtenido Morales el 70% de los votos en 1997, consagrándose como el diputado uninominal más votado del país. La fuerza de su partido deriva en línea recta del movimiento social.
La lucha en dos frentes
Los objetivos del MAS son claros: "Vamos a continuar --dijo su líder-- con la construcción de este movimiento político de dignidad, soberanía y liberación. Vamos a combinar la lucha parlamentaria con la lucha social. Una bancada al servicio del movimiento popular. Si hay un conflicto en los centros mineros, vamos todos allí, a defender. Lo mismo si es una marcha, un bloqueo de caminos. ¡Y a ver si nos expulsan ahora! Yo entré como diputado para servir. Esto es parte de la cultura andina, donde para ser dirigente es necesario tener una vocación de servicio".
La lucha parlamentaria se concibe así en estrecha vinculación con la lucha de masas que se ha venido incrementando con acciones combativas como los cortes de rutas en reclamo de tierras y reforma agraria, de reivindicaciones de los campesinos cocaleros y otras (como el agua), contra las cuales se descargó la represión del gobierno y de las bandas armadas al servicio de los terratenientes (véase nuestra nota del 25 de noviembre 2001, "Dos masacres campesinas en Bolivia").
Junto al MAS, y acentuando su gravitación nacional, se ubican personalidades como Pablo Ramos, ex rector de la Universidad Mayor San Andrés, Genaro Flores, líder de la confederación campesina Csuctb, de activa participación en las acciones antes mencionadas, el ex dirigente minero Filemón Escobar, entre otros.
La embajada mete la pata
La campaña electoral estuvo signada por la intromisión descarada del embajador yanki en Bolivia, Manuel Rocha. Este hizo un llamado a votar contra Evo Morales y amenazó con que en caso contrario EEUU retiraría todo su apoyo económico a Bolivia. Morales lo desafió a un debate público y denunció que en el Chapare operan fuerzas especiales organizadas por la DEA y responsables de matanzas de campesinos; defendió el cultivo tradicional limitado de la hoja de coca, y le preguntó al "virrey norteamericano" cómo anda "la erradicación de consumidores de droga dentro de sus fronteras". Vistos los resultados, a éste le salió el tiro por la culata. *