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Latinoamérica

Más ajuste y más crisis

Llanto y rechinar de dientes
Marcelo Pereira / BRECHA

Confianza y credibilidad fueron, según los entendidos, los efectos buscados por el presidente de la República con su mensaje a la población del domingo 12, el primero que nos dirige por cadena de radio y televisión desde que asumió su cargo. Si así fue, caben serias dudas de que haya logrado sus objetivos.
Tres días después del discurso del doctor Jorge Batlle, representantes del Directorio del Partido Nacional se reunieron con el ministro de Economía y Finanzas, Alberto Bensión, para pedirle información detallada sobre la crisis que se quiere resolver, antes de comprometerse a apoyar ley alguna, y declararon tras el encuentro que no les quedaba claro que las medidas planteadas fueran las correctas.
Antes, el Encuentro Progresista-Frente Amplio (EP-FA) había expresado su contundente y previsible rechazo al nuevo ajuste planteado por Batlle, y los empresarios se habían quejado de que se pretenda cobrarles más impuestos sin brindarles apoyo alguno, mientras trabajadores y jubilados calculaban de muy mala gana el recorte previsto de sus ingresos, y cuánto más tendrían que pagar por el agua y el transporte.
Tabaré Vázquez enfatizó su total ajenidad y rechazo a la propuesta de ajuste, y anunció que "se inicia una etapa de confrontación", porque Batlle se ha puesto "contra los trabajadores, contra el pueblo y contra los sectores productivos". "¿Sobre qué vamos a dialogar, si ya está todo dicho y resuelto?", preguntó.
Para colmo, ya se sabe que algunos de los drásticos anuncios del domingo fueron inexactos: el presidente dijo que no variaría el impuesto a las retribuciones personales (irp) de quienes tienen menores ingresos, pero el proyecto de ley que envió al Parlamento propone aumentarlo. Ese proyecto iba a tener carácter de urgente pero no lo tiene. Algunos se preguntan si otros aspectos del ajuste propuesto serán igualmente inciertos, como el "Buenas noches" de un discurso grabado por la mañana. Así cuesta confiar.
230 palos verdes. Del domingo al miércoles se aclararon, en cambio, algunos números. Batlle espera sacarles a trabajadores, jubilados y pensionistas unos 170 millones de dólares anuales por aumento del irp, del cual no se salvarían ni los contratos de obra; recaudar unos 20 millones de dólares por año mediante aumentos del impuesto a las rentas de la industria y el comercio (iric), el impuesto a las rentas agropecuarias (ira) y el impuesto a las comisiones (los dos primeros pasarían del 30 al 35 por ciento, y el otro de 9 a 10,5 por ciento); y obtener unos 40 millones de dólares anuales con la aplicación del impuesto al valor agregado (iva) al suministro de agua y al transporte, con tasas del 23 y el 14 por ciento, respectivamente. El boleto montevideano común se iría a 11,5 pesos, y también aumentarían el transporte interdepartamental y los taxis.
Desde el punto de vista formal y contable, todo lo recaudado se destinaría "al financiamiento del Banco de Previsión Social", lo cual sólo significa en los hechos que se liberarían fondos transferidos en la actualidad a ese organismo, para ser empleados de otro modo. El Poder Ejecutivo queda facultado para empezar a aflojar el torniquete recién desde el 1 de enero de 2004, con excepción del iva al agua y el transporte (para el cual no se prevé retroceso), y hasta entonces la única compensación prevista es un reajuste "adicional y provisorio" de pasividades, del 2 por ciento, recién el 1 de enero de 2003. Batlle había dicho el domingo que el aumento del irp "no será un gravamen para siempre ni con mucho", sino "para salir del paso", y que se desandará el camino apenas sea posible.
En una doble operación para buscar apoyo y apaciguar angustias, el presidente recordó que los gobiernos de Luis Alberto Lacalle y Julio María Sanguinetti apelaron a ese impuesto para afrontar desestabilizaciones provenientes de Argentina, por la hiperinflación de ese país y el "efecto tequila" originado en la crisis mexicana, y destacó que los incrementos "se fueron luego eliminando gradualmente". Le faltó decir que nunca se eliminaron del todo, y que el "transitorio" irp permaneció en niveles muy superiores a los existentes antes del ajuste de Lacalle.
También sostuvo que sus dos predecesores aumentaron el impuesto a las retribuciones "con los votos de todos nosotros", y no aclaró a qué "nosotros" se refería.
De postre, se supo que peligra el pago del medio aguinaldo de junio a los empleados públicos. Gran parte de los privados ya ni se acuerda de qué es un aguinaldo, debido a la creciente precarización del empleo. Un factor que debe ser tenido en cuenta al aplicar incrementos del irp, que no roza a las cada vez más empresas unipersonales, ni a las retribuciones "en negro".
maravillas. Otras medidas vendrían después y se sumarían a los ahorros en curso para "resolver en forma rápida, absoluta e inmediata" el problema del déficit fiscal, "cancelarlo" y "terminar con el impacto negativo que provoca en la confianza de la gente".
"Eso nos va a permitir, sin ninguna duda, no solamente resolver nuestros problemas, sino dar un gran paso adelante", dijo Batlle, y más de uno se acordó de cuando el vicealmirante Hugo Márquez alababa a la dictadura con aquello de que "estábamos al borde del abismo, pero dimos un paso adelante".
El presidente sostuvo que las dos grandes cuestiones más urgentes del país son el "agujero fiscal" causado por el descenso de la actividad económica, que disminuye el pago de impuestos, y el debilitamiento del sistema financiero uruguayo debido a la crisis argentina y al temor de que repita aquí.
En cuanto a los bancos, Batlle esbozó una operación en la cual los accionistas extranjeros del Comercial le prestarán dinero a la Corporación Nacional para el Desarrollo, a fin de que ésta se lo preste al mismo Comercial, lo cual quiere simplemente decir que el Estado se endeudará más para reforzar el salvataje de ese banco, que ya se había dado por suficiente.
También habló de fortalecer el patrimonio del Banco Hipotecario, en alusión a la cancelación de la impagable deuda que mantiene con el propio Estado desde el quiebre de la "tablita" en 1982.
El siguiente paquete llegaría con la rendición de cuentas, e implicaría reducir el gasto público mediante la disminución del número de ministerios y de la cantidad de directores de entes autónomos y servicios descentralizados, la eliminación de "beneficios particulares que tienen determinados sectores de la administración pública, a nivel fundamentalmente de los entes autónomos", venta de las acciones de pluna que posee el Estado "a quien tenga interés en tenerlas", y desaparición del Instituto de Colonización, acompañada de un proceso en el cual los actuales colonos se conviertan en propietarios de las tierras que explotan, con pagos en un período de 30 años.
Y habría aun más recortes de gasto con una eventual reforma de la Constitución que vuelva a la realización en la misma fecha de la elección nacional y las departamentales, "conservando el votante la libertad de votar al presidente que quiere con el intendente del partido que quiera" y la disminución del número de ediles.
Mientras tanto, Batlle continuará buscando nuevos mercados e inversiones fuera de la región, en China, en Irán, en México, en Estados Unidos, en la Unión Europea y "en el resto del universo" (sic), para que no sigamos "atados a una economía que, como en el 90 y como en el 95 y como ahora, nos trae tantas complicaciones y tantos problemas". Debe presumirse que aludía a Argentina, con la cual no hace tanto se disponía a recrear el Virreinato del Río de la Plata.
Todo irá bien pronto, porque "se ha terminado, y para siempre, el atraso cambiario en el campo", "hemos podido eliminar, prácticamente, todos los impuestos a la actividad agropecuaria", los precios internacionales de los productos de ese rubro mejoran, "el sector industrial está creciendo" y "hay una enorme cantidad de gente que está dispuesta a invertir en el país". Festejemos.
los socios. Los blancos exigen que se les informe si las reducciones del gasto público aprobadas en febrero se cumplieron, porque sospechan que no fue así, y que los nuevos recortes sean acompañados por "medidas similares tendientes a la reactivación económica", al tiempo que insisten en el reclamo de un diálogo por soluciones entre todos los sectores con representación parlamentaria.
Lacalle dijo que el recorte llega "26 meses tarde", y pidió "que el esfuerzo sea desparejo, que se sacrifique más aquel que está en mejores condiciones". Batlle sostuvo el domingo la necesidad de que "aquellos que más perciben, más contribuyan al esfuerzo de todos", y cualquiera diría que estamos muy cerca de un consenso nacional sobre el impuesto a la renta de las personas físicas, tan criticado cuando lo propuso el EP-FA.
Mientras tanto, el diputado herrerista Carlos González Álvarez planteó en un pedido de informes al Ministerio de Economía preguntas de gran pertinencia: si el Banco Comercial quedó con patrimonio positivo tras la anterior operación de salvataje; a qué bancos y por qué montos asistió el Banco Central desde el 1 de octubre a la fecha; qué bancos de nuestra plaza son verdaderas filiales de instituciones extranjeras, y cuáles parecen serlo por su nombre, pero no lo son, y no tendrán respaldo si hay crisis, como pasó con muchos de Argentina. De las filiales "truchas" quiere saber quiénes son sus accionistas y dónde tienen constituido su domicilio. Gónzalez Álvarez aclaró, quizá para no aumentar la inestabilidad, que en su opinión el sistema financiero uruguayo "es sólido, firme y con respaldo suficiente".
El Foro Batllista anunció su apoyo total, patriótico y sin fisuras al nuevo ajuste, y la lista 15 hizo, por supuesto, lo mismo, con el pintoresco detalle de que el senador Alejandro Atchugarry, principal apoyo de Batlle en el Parlamento, dijo el lunes 13 que se había enterado de las medidas propuestas por la televisión. No menos memorable fue la actitud de sensibilidad social de los legisladores quincistas Daniel García Pintos, Walter Riesgo y Wilmer Trivel, quienes propusieron que el gobierno gaste un millón de dólares para dar un plato diario de ensopado criollo durante cien días de invierno a unos 30.000 indigentes, a razón de 0,33 dólares diarios por plato.
ausencias. Tres cosas habrían sido necesarias para que aumentaran la credibilidad y la confianza: que se percibiera en el discurso del doctor Batlle claridad y franqueza; que anunciara medidas viables; y que la gente entendiera que con esas medidas su situación puede mejorar, por lo menos a mediano plazo. Ninguna de esas cosas ocurrió.
El hombre con fama de cantar la justa desafinó. Claro y franco habría sido que diera datos sobre la situación fiscal, y dijera: "Los préstamos internacionales que puedo lograr para cubrir las urgentes necesidades del Estado sólo serán entregados si se aprueba un nuevo y tremendo ajuste, que paso a detallar". Si hubiera dicho eso, que apenas insinuó, tendríamos un punto de partida nítido para discutir cuáles son los problemas más acuciantes del país, si es posible resolverlos con tales créditos, y si obtenerlos compensa los graves costos sociales del fiscalazo propuesto.
Para que la solución planteada sea viable, es preciso que cuente con respaldo político, y eso parece más que difícil en las actuales circunstancias. El Partido Nacional sabe que alinearse sin chistar con el nuevo ajuste es hipotecar sus aspiraciones de recuperar base social y electoral, y se le pide que apueste a una muy vaga probabilidad de que la economía repunte y la coalición coseche. Los blancos no pueden, por ejemplo, darle hoy la espalda a los reclamos de los productores rurales, y empujarlos aun más a los brazos de Tabaré Vázquez. Pero Batlle les pide que lo hagan, y ni siquiera parece haber tenido en cuenta que ya no le alcanza con la suma de colorados y herreristas para aprobar leyes, o sea que debe asegurar el concurso de las fracciones menores, porque si no lo hace, el propio Lacalle vacilará, con toda razón, antes de brindar un apoyo tan desprestigiante como inútil.
Batlle podría buscar la seguridad de las mayorías con una de dos estrategias para aliviar la presión sobre los blancos: la primera, de negociación política, implicaría sumar de izquierda a derecha, o sea buscar algunos entendimientos mínimos con los encuentristas; la segunda, de alianza social, exigiría hacer concesiones a gremiales levantiscas de empresarios (si no a todas, por lo menos a algunas de las más influyentes), con mediación de sectores del Partido Nacional o de todo él, para cortar el acercamiento de esas gremiales al pit-cnt y la izquierda. El presidente de la República no quiso o no pudo tomar ninguno de esos dos caminos.
Siempre es difícil que la gente crea que estará mejor con mayores impuestos y menores sueldos, pero convencerla de eso sería un poco más fácil si el doctor Batlle hubiera dado algún indicio de que conoce los problemas populares y les da importancia. Pero no dijo una palabra de las penurias cotidianas, y cuesta confiar en un mandatario que omite ese pequeño detalle, para destacar en cambio su convicción de que las cuestiones a resolver son el déficit fiscal y la fragilidad del sistema bancario. Sobre todo cuando insiste en atribuir todos nuestros males a otros países, no reconoce haber cometido error alguno, cree que es posible cobrarle cada vez más impuestos a gente que cada vez tiene menos dinero, y parece pensar que la esperanza se construye con reiteradas promesas de que un ajuste más y más endeudamiento acabarán para siempre con nuestras zozobras.
Batlle asumió el domingo "toda la responsabilidad" por sus propuestas, y sólo habló de consultas cuando recordó que era el Día de la Madre, en el cual se homenajea a las mujeres a las cuales "siempre recurrimos cuando necesitamos algún consejo o precisamos algún apoyo". Terminó casi haciendo pucheros, y con los ojos empañados, quizá consciente de que ahora empieza lo peor.