VOLVER A LA PAGINA  PRINCIPAL
Latinoamérica

30 de abril del 2002

Víctor Jara - Recobrando Amanda

Brecha

Entre los mártires de las dictaduras americanas de los setenta, no debe haber nadie con el relieve artístico del chileno Víctor Jara (1932-1973). Es motivo más que suficiente para evocar su nombre, pero la injusticia se perpetúa si su final trágico nos deja olvidar la sustancia real de lo que produjo. En el año 2001 la wea/Warner chilena se dedicó a relanzar los discos del músico de los que pudo obtener los derechos -todos salvo los tres grabados para Odeon-. Al mercado uruguayo nos llega como muestra una Antología musical* que condensa la historia de Jara como cantante y compositor. Es un álbum doble (dos horas y media de música) con grabaciones que van desde 1957 hasta los discos que no se llegaron a editar por el golpe pinochetista. Aquí están varios de los mayores clásicos de la "canción protesta" o "nueva canción" latinoamericana de los sesenta junto a rarezas previamente inéditas. Con los surcos dispuestos en orden aproximadamente cronológico, se oye claramente el cambio de clima a partir de 1970. Pasa de la denuncia (según el año, más o menos velada) de la explotación y sufrimiento de las clases populares, al lenguaje franco, teñido de optimismo pero apremiado por la necesidad urgente de fortalecer la nueva situación del gobierno de Unidad Popular.

Jara estaba en un punto intermedio entre un tipo de canto "rústico" como el de Violeta Parra y el tipo de emisión edulcorada característico de un gusto más urbano. Su voz de terciopelo y sin demasiado volumen estaba siempre cortada por un ronquido ligero y parecía que iba a fallar a cada momento. Nunca fallaba, pero la sensación de fragilidad ayudaba a cargar de humanidad sus interpretaciones, potenciando el sufrimiento de "El arado", la ternura de "El cigarrito", la indignación explosiva de "Preguntas por Puerto Montt".

Tenía el folclore chileno muy naturalmente asimilado y trasmitía como pocos su sabor. Pero lo usó con gran libertad y nunca concedió a la confusión entre folclorismo y conservadurismo. Aprovechaba del folclore justamente los aspectos más discrepantes con el "buen comportamiento" estético dominante: irregularidades métricas, conflictos de modos, construcciones melódicas no convencionales, una tímbrica "seca". El homenaje "A Luis Emilio Recabarren" no se deja poseer por el panegírico, con su melodía en el incómodo y desolado ámbito de tritono. Las participaciones de Quilapayún, con su sonido entre coro ruso y Walt Disney, suenan bastante fuera de contexto, como uno de los pocos ejemplos de concesión al adorno o a un ingenuo "certificado de nivel artístico" (curioso pensar que Jara fue director del grupo durante tres años). En la mayoría de los casos domina la austeridad más total: todos los elementos musicales (compositivos, arreglísticos, interpretativos) son estrictamente funcionales, expresivos. Es sorprendente volver a contactarse con la versión original de "Te recuerdo Amanda" -una canción que sufrió el mismo destino de "Gracias a la vida" de Violeta Parra, de convertirse en hit "melódico de izquierda".

La evocación de atmósferas es virtuosística. En "El derecho de vivir en paz" (sobre Vietnam) Jara encontró una mezcla de valsecito, discreta evocación de música "china", rock y carácter de himno, más adecuado imposible (aunque la ejecución no hace justicia a la idea). Lo mismo vale para el toque español de "El niño yuntero" (sobre texto de Miguel Hernández).

La información del librillo es menos y peor que lo necesario. Por ejemplo, el tono irónico de los parlamentos que introducen las canciones del fonograma en vivo Habla y canta, en los que Jara se dirige a un público que "ya está de vuelta", se explica mejor si nos enteramos de que la actuación en cuestión se hizo en La Habana (el librillo no incluye el menor dato al respecto). En su lugar tenemos un texto que apila clisés como "Víctor Jara es vocero de la lucha del pueblo por la simple y natural razón de ser parte de él" y decir que su trabajo es "Jamás panfletario". Los de Víctor Jara están entre los más eficaces y conmovedores panfletos políticos de su época. n

Guilherme de Alencar Pinto