VOLVER A LA PAGINA  PRINCIPAL
Latinoamérica

18 de febrero del 2002
Colombia en tiempos de Guerra

Phillip Cryan
Traducido para Rebelión por Germán Leyens
La proposición de presupuesto del Presidente Bush incluye 98 millones de dólares de ayuda militar y de entrenamiento para ayudarle al gobierno colombiano a que proteja un oleoducto contra ataques de las guerrillas. La ayuda está siendo lanzada por la administración Bush y su homólogo colombiano, el gobierno del Presidente Andrés Pastrana, como un nuevo y necesario teatro de la creciente "Guerra contra el terrorismo".
Desde que volví hace poco de Colombia, adonde fui con un grupo de 36 ciudadanos estadounidenses comprometidos a investigar los efectos de la actual ayuda de EE.UU. y nos reunimos con docenas de dirigentes comunitarios y eclesiásticos, tengo en claro que el apoyo a la contrainsurgencia que se propone creará más, no menos, terror en las vidas de los hombres y mujeres de Colombia.
La colusión entre los militares colombianos y las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) –el grupo paramilitar derechista que es responsable por más de un 70 por ciento de las muertes civiles en la guerra civil de Colombia – es un hecho que viene de largo y es bien conocido. Los intentos de llevar a los militares ante la justicia y de desarraigar a los miembros del ejército que colaboran con ellos no han conllevado la voluntad política de lograr resultados concretos. Un importante funcionario de la Embajada de EE.UU. en Bogotá nos dijo, con la condición de guardar el anonimato, que aunque la colusión militar-paramilitar ya no existe "al nivel de comando," los oficiales y soldados en el ámbito inferior "tienen y continuarán teniendo" lazos con los paramilitares.
El autobús en el que íbamos por Putumayo, el Departamento del Sur de Colombia en el que se han concentrado las campañas de pulverización aérea de herbicidas financiadas por EE.UU., fue detenido por miembros de los paramilitares. Subieron al vehículo y se presentaron, confiados e incluso algo joviales, aunque una Brigada Antinarcóticos, creada por el "Plan Colombia" financiado por EE.UU., estaba estacionada a un kilómetro y medio de distancia. Fue una confrontación escandalosa con la continua complicidad, o tal vez colaboración, entre las dos fuerzas.
En realidad, los paramilitares recibieron armas y entrenamiento, durante los primeros años de su existencia (a fines de los años 80), de los militares colombianos.
Ahora la administración Bush tiene la intención de aumentar el apoyo a esos militares, en defensa de los intereses petroleros de EE.UU. Ha habido una oposición consecuente y tonante de numerosos miembros del Congreso desde que se propuso el por primera vez el "Plan Colombia" en 1999. El conflicto colombiano es complejo y duradero –la realidad es que lleva 38 años– y EE.UU. no debiera dejarse llevar a un "atolladero" militar y de derechos humanos, han advertido miembros del Congreso. Pero en el nuevo clima de la "Guerra contra el terrorismo," la administración Bush parece pensar que puede evadir esas preocupaciones presentando la ayuda a la contrainsurgencia como una defensa de la "seguridad nacional" y una posición contra el terror.
Parte del trabajo preliminar de relaciones públicas requerido para justificar esta descarada iniciativa, comenzó durante el Superbowl, a través de una campaña publicitaria tratando de identificar el narcotráfico con el terrorismo. La "Guerra contra las drogas" ha sido hasta la fecha la única justificación políticamente viable para la ayuda militar a Colombia –¿qué mejor manera de facilitar la transición de la "Guerra contra la droga" a la "Guerra contra el terrorismo" que hacer que las dos parezcan idénticas? "¿De dónde sacan su dinero los terroristas?," pregunta uno de los anuncios. "Si usted compra drogas, parte de ese dinero puede ser suyo."
Narcotraficante, igual que guerrillero, igual que terrorista: ésa es la lógica. Una guerra contra cualquiera de ellos debe ser necesariamente, una guerra contra todos ellos. ¿Así que, qué importa si extendemos los fondos de la lucha antidrogas a la contrainsurgencia?
La diferencia, desde luego, es la escala y la naturaleza del apoyo de EE.UU. a militares que mantienen sus lazos con una de las fuerzas asesinas más implacables del mundo, las AUC.
Mientras dos brigadas militares colombianas defienden la instalación de ECOPETROL (la compañía petrolera estatal) cerca de Barrancabermeja, los paramilitares asesinan, "desaparecen" y torturan abiertamente a los dirigentes sindicales. Un sorprendente 60% de los activistas sindicales asesinados en el mundo el año pasado fueron muertos en Colombia.
Por una coincidencia verdaderamente extraña (si semejantes sincronías pueden realmente ser calificadas de coincidencias), apenas una semana después de los anuncios del Superbowl y de la proposición de 98 millones de dólares de ayuda, llegó a los cines "Daño colateral" –una película con Arnold Schwarzenegger sobre la heroica cruzada de un comando estadounidense contra narcotraficantes-guerrilleros-terroristas colombianos–, después de haber sido postergada en los días siguientes al 11 de septiembre.
Lo que más me asusta es que la proposición de la administración Bush puede ser sólo un globo de ensayo para una participación más agresiva de EE.UU. en el conflicto colombiano. El tráfico de estándares de derechos humanos por el acceso al petróleo ha caracterizado la política exterior de EE.UU. durante décadas. Es una alternativa indefendible y trágica que no debería repetirse en Colombia.
Phillip Cryan es miembro de Pesticide Action Network. Viajó a Colombia en enero con Witness for Peace, una organización por la justicia social y los derechos humanos con sede en Washington DC. Se le puede contactar en:
phillipcryan@mindspring.com
15 de febrero de 2002