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Latinoamérica

Colombia 2002: Nación, Región, Guerra y Paz*


Algunas anotaciones sobre los límites, obstáculos y posibilidades de los
Diálogos o Conversatorios regionales en cuanto táctica de creación de espacios nacionales institucionales democráticos para la negociación del conflicto armado.

Introducción General.

La presente reflexión, entre la sociología y el ensayo, está orientada a examinar los términos de la correlación "Nación, Región, Guerra y Paz" al finalizar este segundo año del nuevo milenio; la exposición comprenderá tres partes, así:

1 "Obstáculos nacionales a los Diálogos regionales" ( noviembre de 2002)
2.Región Vallecaucana, Diálogos regionales y Negociación nacional". ( enero de 2003)
3. "Gobernaciones de paz" ( febrero de 2003)


P r i m e r a p a r t e


OBSTÁCULOS NACIONALES
A LOS
DIÁLOGOS REGIONALES


Introducción


Más que desestimularlos o desanimarlos, el objetivo específico de este Ensayo no es otro que el de tratar de precisar algunas de las limitaciones pero también de las potencialidades centrales de posibles Diálogos o Conversatorios regionales con las insurgencias armadas en la actual fase de evolución de la guerra interna en el país; preocupante sería que los sectores pronegociadores actuasen en contravía de las notas y tendencias actuales más características del conflicto armado o desconociendo la actitud actual del Estado frente a la insurrección. Con una postura así, los demócratas,
coherentemente resistentes, en la reflexión-análisis-corazón-y-práctica, al tratamiento militarista de la guerra interna, podrían incurrir en graves errores estratégicos.
Hacía cuatro décadas, desde el segundo gobierno frentenacionalista de Guillermo León Valencia (1962-1966), que el Estado colombiano no se embarcaba en una Estrategia de confrontación radical con los alzados en armas : en 1964, de cara a una insurgencia embrionaria, más imaginaria que real, el gobierno de turno diseñó y puso en acción una gigantesca operación militar, que llevaba aparejada un importante componente de asistencia social, así como de guerra simbólica (1), cuya población objeto era la gente presumiblemente controlada por la guerrilla aunque, para aquella época, en realidad de verdad, en la región de Marquetalia en el sur del Tolima había más flora y fauna que seres humanos; ahora en el 2002, de cara a una insurgencia real, desdoblada y poderosa militarmente, de la que ha dicho el General Tapias, al referirse a las Farc, "dispone de un armamento del tamaño y calidad de cualquier ejército de un país en vías de desarrollo" ( 2 ), el Gobierno de Uribe Vélez ha comenzado a poner en acción una Estrategia regionalizada de confrontación anti-insurreccional que, orientada a desmontar y quebrar, ahora sí, reales "Repúblicas independientes"-piénsese en realidades paraestatales de diferentes alcances y grados de complejidad- se desarrolla inscrita en la más intensa y generalizada guerra simbólica que ha habido en la historia contemporánea del país.
En un contexto como éste último, los posibles Diálogos o Conversatorios regionales no pueden ser asumidos alegremente como la simple respuesta de contrapunteo de los ahora frágiles sectores pronegociadores con la Estrategia gubernamental de regionalización del combate anti-insureccional ; de ser así, correrán el peligro de quedar molidos y barridos por las dinámicas de la intensa confrontación regional bélica, que puede preverse, por lo menos por parte del Estado, en el futuro inmediato del país. Todo indica que estos diálogos regionales sólo podrán salir avante si, por una parte, se inscriben y jalonan montados sobre los lomos de las reservas de democracia real gestadas y acumuladas en las diferentes regiones del país, sobre todo, a partir del laboratorio político experimental que fue el medio ambiente social y cultural que posibilitó la Constitución de 1991 y si, por otra parte, se orientan, no a la clientelización de la guerra vía acuerdos de cogobierno local, sino, más bien, a gestar, mancomunadamente con las Autoridades regionales, las Comunidades locales, las fuerzas sociopolíticas y la insurgencia, condiciones políticas y simbólicas que contribuyan a crearle a la negociación política del conflicto armado nuevos, inéditos e imaginativos espacios nacionales de democracia real institucional. A este respecto valdría la pena, por ejemplo, recoger críticamente la experiencia de Asamblea Departamental Constituyente, que informalmente ha tenido lugar en el Tolima y donde las Propuestas de diálogos han estado muy pensadas alrededor de la vigencia de los Derechos humanos, de la aplicación del DIH y de Apuestas socioproductivas y culturales.


Algunos obstáculos políticos y simbólicos a los Diálogos regionales.

De todas maneras, múltiples son los obstáculos a los diálogos regionales; en este Ensayo se destacan tres.
Primer Escollo : un manejo autoritario de la sociedad, que legitimado por la democracia electoral , ha permitido definir y operacionalizar una decisión de reguerra.
La democracia electoral también sirve, e históricamente ha servido, para montar circunstancial y temporalmente, legitimadas, formas autoritarias de gobierno del Estado. En un caso así, a la democracia seria no le queda otra alternativa que velar para que el autoritarismo no traspase los límites siempre imprecisos que conducen al laberinto de lo represivo, lo antojadizo y lo arbitrario, situaciones éstas nunca susceptibles de legitimación, por lo menos para el pensamiento democrático. La aceptación de las reglas de juego, entre las que debería estar siempre la lucha por una democracia transparente, impedirá que el autoritarismo electoralmente triunfante sea cuestionado o desconocido pretextando sus vicios de origen ligados a una democracia limitada, imperfecta y clientelistamente manipulada, contra la que todo demócrata radical deberá luchar.
En el momento que vive el país, el discurso civilatorio pronegociación del conflicto armado se ha tornado un discurso solitario, residual y hasta con naturalidad molestoso para una masa de colombianos que, en lo íntimo, subjetivamente ya se han casado con una u otra versión de salida guerrerista, así como con un enfoque autoritario para el manejo de la vida social; el equipo que ha accedido al poder le está dando forma a una modalidad de gobierno coherente con las expectativas de una ciudadanía dispuesta, en primer lugar, a renunciar a mucha democracia a cambio de seguridad personal y familiar y, en segundo lugar, maleable en materia de hacer aportes importantes para financiar su tranquilidad vital aunque sea deprimiendo aún más sus ya deterioradas condiciones de existencia social. Aunque esta aguda
tensión entre compra al Estado de seguridad ciudadana, renuncias democráticas y deterioro de las condiciones sociales de vida tiene sus límites en sus tiempos y alcances, ha sido nuestra propia democracia electoral, frágil, viciada, clientelista y manipulable, la que ha legitimado el nuevo ordenamiento de cosas en la vida nacional. A los demócratas les tocará atenerse a esas lógicas de la democracia electoral.
En el anterior marco de tensiones encontradas entre demandas colectivas de seguridad personal, estatuto de la democracia y de las condiciones sociales de vida, la primera ha picado en punta arrastrando, por la vía negativa, los otros dos términos de la correlación. La ventaja alcanzada en esta materia se ha encontrado ligada al hastío de la gente con los elevados niveles de degradación y de barbarie de la guerra y hasta con la guerra misma; por esta vía, el establecimiento en lo institucional se ha fortalecido, por lo menos, en términos de la generación y consolidación progresiva de los más robustos apoyos ciudadanos a la opción de guerra. Fue ése el clima sicosocial en el que se gestó la vigorosa candidatura de Uribe; ha sido ése el ambiente simbólico que ha alimentado el manejo autoritario, y ya en muchos casos represivo, de la Política de seguridad ciudadana y en él, por unos buenos meses, el gobierno beberá los más amplios apoyos, internos y hasta externos. Pero, será ésa la única fuente de consolidación de la legitimidad alcanzada, así como de nuevos procesos de legitimación, pues la posibilidades de apuntalarlas y reforzarlas por otras vías son casi nulas. Sin ponerle punto final a una guerra que el propio gobierno está exacerbando al pasar a la ofensiva militar, en el corto plazo será casi imposible reactivar la economía de manera regular y autosostenida; por otra parte, en el marco de un país con una guerra exacerbada, con sus patrones culturales reencuadrados en los imaginarios colectivos que denominan terrorismo todo lo que se salga de lo socialmente imaginado como "normal" ( culturalmente anormal es, ahora, no apoyar a Uribe),
la contención del ya casi inevitable desborde del drama social definido y caldeado alrededor de dos millones de desplazados, del desempleo estructural con benignidad considerado en un 18% y de los 65 de cada 100 colombianos que deambulan entre la pobreza y la miseria, será una tarea casi imposible.
Como decir, Uribe prolongará la luna de miel y mantendrá su estado de gracia con el país si logra ganar la guerra, como lo anhela un amplio sector de sus seguidores, o si alcanza, por lo menos, a canalizarla dentro de un proceso de clara y definida desbarbarización como desean casi todos los colombianos.
Claras han sido las estadísticas sobre las materias de apoyo colectivo a Uribe ; al contrario de lo que señaló El Tiempo, al Comentar la Encuesta GALLUP, que "Uribe barre a sus antecesores en casi todas las áreas" ( 3 ), sólo en asuntos asociados a la gestión de la Política de Seguridad, la opinión ciudadana fue tajante y robusta; si en tratamiento a las guerrillas estuvo en 71 puntos, en economía sólo alcanzó 48, 33 en desempleo y 32 en costo de vida. Por otra parte, de acuerdo con la información recogida por el " Observatorio Político" coordinado por el profesor Oscar Delgado de la Universidad de El Rosario, según Encuesta realizada por El País de Cali , la calificación promedio sólo le alcanzó para un 3.7 no obstante el peso de una excelente nota en asuntos de manejo del orden público. ( 4 )
Todas estas consideraciones para señalar que las condiciones de poder institucional vigentes,
autoritarias y tendencialmente represivas, no son propicias ni para insistir en salidas negociadas ni en Propuestas de Diálogos regionales.
Pero, en toda sociedad que aspire a construirse en democracia, aunque los temores, impotencias y fantasmas que invitan a voltear la espalda sean enormes, siempre harán falta las voces que, con independencia y criticidad, preguntan, interrogan e inquietan al otro lado de los espejos y contraespejos normales, así como las Propuestas concretas que convocan a construir salidas democráticas institucionales alternativas al otro lado de la impotencia política. A los demócratas radicales en Colombia no les queda otro camino que continuar haciendo lo que desde un principio, certera o equivocadamente, han venido haciendo: inyectándole
política institucional democrática al proceso aunando esfuerzos, en lo nacional e internacional, que permitan ir gestando,
a partir de propuestas puntuales muy concretas hilvanadas alrededor de los Derechos humanos, del DIH y de Apuestas socioproductivas y culturales, condiciones objetivas y simbólicas orientadas a recolocar el conflicto armado en nuevos espacios institucionales nacionales.

Segundo Escollo: una guerra simbólica, que, al universalizar en el imaginario colectivo la relación amigo-enemigos, ha generado, de carambola, la representación social según la cual frente a las guerrillas no cabe otra alternativa que la de su derrota militar.

Una de las bases centrales para viabilizar la decisión guerrerista ha sido la guerra simbólica, que ha tenido como población objeto al conjunto de los colombianos; en porcentajes, ha sido muy bajo el segmento de la sociedad nacional mentalmente preparado e inmunizado contra los perversos efectos sicosociales de este tipo de guerra. En casi todas las mentes y corazones, ella está haciendo mella, sobre todo, por desgracia, entre los jóvenes y los niños.. De nuevo, como entre 1947 y 1958, todos ellos han internalizado el imaginario de que, como decía Estanislao Zuleta, en este país la mejor forma de resolver un conflicto es eliminando al contrario (5), ya al contrario guerrillero ya al contrario proestado. Si la guerra como materialidad militar no ha polarizado la sociedad nacional, la guerra simbólica sí está haciendo estragos en el corazón de los colombianos hasta llegar al caso de muchas familias y grupos de parroquianos "pluralistas" que, en la práctica, han resuelto eliminar el problema de la guerra de las carlas de sobremesa y de sus conversatorios cotidianos; por otra parte, el discurso oficial de poder, que se inicia a partir de la conceptualización fluida pero monotemática y cablegráfica de Uribe, que continúa -radicalizado hacia la extrema derecha - con la oratoria ilustrada, pero churrigueresca y grecoquimbáyica de Fernando Londoño, a quien le encanta deslumbrar inhibiendo la reflexión y el análisis y que culmina dejando callados a casi todos los restantes ministros o balbuciendo algunas rápidas formulaciones técnicas, no está haciendo otra cosa que reforzar las significaciones imaginarias bélicas.
En la actualidad del año 2002 la mayor o menor amplitud del carácter nacional del conflicto armado debe ser precisado en distintas dimensiones. Presente la guerra,
como materialidad militar, con uno u otro evento en casi todo el territorio nacional, en lo sociopolítico ha estado muy lejos de fragmentar y polarizar a la ciudadanía en bandos encontrados siendo, en lo simbólico, donde ha alcanzado los grados más elevados de universalización.
En lo que se refiere a esta guerra simbólica, ámbito virtual donde se ha producido una relación mental y sicosocial de fuerzas altamente desfavorable a las guerrillas, se puede decir que, después de la experiencia pedagógico política traumática aunque altamente reveladora del Cagúan, en la actualidad no hay colombiano, no importa la edad, la etnia, el género, la región o la clase social, que no haya vivenciado y continúe sintiendo y representándose esta guerra en su mente, imaginación y corazón; es por esto, por lo que en el momento no hay compatriota, los niños y niñas, sobre todo, que, en el nivel que sea, no maneje su propia interpretación subjetiva del conflicto, así como algunas ideas estratégicas generales sobre las maneras "ideales" para enfrentarlo. En general, podría decirse que aunque la guerra simbólica se ha teñido de los colores y particularidades de las culturas regionales o de las propias de cada etnia ( blancos,negros, indígenas), clase social, género o ideología política, sin embargo, sus más importantes factores de cohesión han estado ligados a los esfuerzos del gobierno y de los Medios de Comunicación por meter a Uribe Vélez en el corazón, así como en la carterita de cada colombiano, aquella donde se mete la foto de la amada al lado del fajito de billetes.
Esta guerra simbólica, entonces, no podría escaparse en el momento de definir y poner en acción Estrategias locales, regionales o comunitarias de Diálogos o Conversatorios regionales con las insurgencias.

2.Tercer Escollo : tanto para el Estado como para las insurgencias, el conflicto armado es en la actualidad un problema básicamente nacional, que se corresponde con direcciones nacionales; por fin la guerra interna ha encontrado su eje central asociado a la existencia de un Estado que, aunque real, se encuentra atravesado por crisis de muy variados rostros, entre las que se destaca la existencia, en muchos niveles regionales y locales, de realidades paraestatales, que limitan el ejercicio de su soberanía interna entendida como su preeminencia sobre cualquier otro poder institucional legal o fáctico. En general, podría trabajarse con la hipótesis de que la limitación al pleno ejercicio de la autoridad del Estado se encuentra asociada más al control político que las guerrillas han logrado construir en muchas zonas sobre la población, que a un estrictamente físico control militar por parte de la insurgencia sobre los territorios habitados por una población dada. Esto no significa que, por lo general, esos grados de control político sobre la ciudadanía no presenten importantes correlaciones con grados notables de poderío militar guerrillero en la zona, región o subregión habitada por la población local políticamente controlada o influenciada.
Constituye éste un obstáculo casi inamovible en el que encallará todo esfuerzo por encontrarle al conflicto armado salidas vía negociaciones regionales o locales.
Con excepción de los análisis, por lo general lúcidos pero altamente polemizables, de Alfredo Rangel ( 6 ) y de los estudios de algunos académicos, los de Fernando Cubides y pares a él cercanos, por ejemplo (7), el análisis detenido y sistemático de los niveles, cuantitativos y cualitativos, de afectación de los procesos internos de guerra interna sobre el territorio estatal, no han sido la nota dominante de los numerosos analistas del conflicto armado en los últimos cuatro años con la excepción de unos dos o tres estudiosos. Se requirió que el actual gobierno colocase el desmonte de los paraestados como objetivo específico de la estrategia de reguerra, para que este asunto crucial reapareciese como importante en la agenda nacional de reflexión, análisis y discusión.
Por ser la evolución de las Farc la que más luces arroja en materia de luchas y pugnas socioterritoriales, se pondrá el acento en ellas; esto no obstante, no podrá echarse en saco roto la experiencia del ELN en esta materia. Fundado, dentro del espíritu de la revolución cubana, en 1964 en la región de Santander, en 1974, tras el cerco de Anorí, estuvo a punto de desaparecer; como ave fénix levantó vuelo para territorializarse en la regiones petroleras y en el sur de Bolívar. El eln tuvo un importante crecimiento en el período 83-86, casi exponencial entre 1988-92. En el caso de este grupo, como escribió Fernando Cubides, se necesitó tener "un objetivo político, con una estrategia de largo alcance y en concordancia con ella poner en práctica "una visión altamente diferenciada del territorio, adaptándose a sus características geográficas, económicas y sociales". ( 8 ) Al encontrarse menos dispersos en el territorio, el dispositivo del eln, según estudios realizados (9), ha revelado un menor índice de nomadismo que el dispositivo de unas Farc más dispersas en materia de territorio. Con cierta precisión el ELN definió así su "zona estratégica" o histórica : " Nos movemos y actuamos por todo el país...pero tenemos ‘zona estratégica’. Es la zona donde somos más fuertes y donde, más que hablar de control militar, podemos hablar de control político de la población, porque tenemos una base de apoyo sólida y porque convivimos permanentemente con el pueblo. Nuestra zona estratégica abarca desde Arauca, en la frontera con Venezuela, hasta el norte de la Costa Atlántica, pasando por Santander, el noroccidente de Antioquia, el sur de Bolívar. Es una franja como de 600 kilómetros de largo y unos 150 kt.2...En esta zona se encuentran los principales recursos naturales del país, los recursos económicos más estratégicos: los principales pozos de petróleo, las refinerías, las minas de oro y carbón y una de las principales zonas industriales". (10 ) Fue en puntos estratégicos de ese corredor de 600 kilómetros, en Bolívar, sobre todo, donde las Auc, a partir de 1994, sobre todo, buscaron confrontar y golpear a los al Eln " en sus propios santuarios".
En general podría afirmarse que, por naturaleza, toda guerrilla por muy evolucionada que se encuentre, mientras no alcance la condición de ejército, conservará siempre niveles importantes de movilidad; sus índices de nomadismo, por otra parte, tenderán a ser mayores mientras más amplia sea y más dispersa se encuentre su base territorial de operación. Al ser ello así, todo grupo alzado en armas contra el Estado, por mucho que haya avanzado en control territorial, mantendrá siempre cierto grado de desenraizamiento frente al territorio del Estado confrontado.
Es por esto por lo que cuando en nuestro medio se habla de las realidades paraestatales producto de la violencia insurgente, es aconsejable proceder con un concepto lo más preciso posible de control territorial, pues, sobre esta materia las pautas o patrones de asentamiento territorial de las insurgencias no se encuentran fijadas con precisión. Para el caso de las Farc, por ejemplo, podría decirse que, dadas ciertas condiciones de concentración militar estatal, quizás no habría
localidad física territorial de la que no podrían ser militarmente desalojadas, lo que no es lo mismo que política y militarmente derrotadas. Pero, cosa distinta es el desmonte del control político, muy localizado, ejercido por la insurgencia sobre la base de un aparato militar de cobertura, más bien, regional subregional. Por lo tanto, habría que hablar, más bien, de control socioterritorial para hacer referencia al control político ejercido por la insurgencia sobre la población que habita una localidad dada ( vereda, municipio, corregimiento) sobre la base de un aparato coercitivo militar de cobertura, más bien, regional o subregional. En un caso así, lo móvil es el aparato militar insurgente y no tanto el control político sobre una población dada, independientemente del grado de vulnerabilidad que éste puede presentar. De todas maneras, la experiencia de la década del 90 asociada a las pugnas socioteritoriales entre las guerrillas ( Farc y Eln ) y las Auc revelaron el carácter tendencialmente inestable, frágil y vulnerable de los controles socioterritoriales de las insurgencias.
Al esbozar, para el período 1964-2002, alguna periodización sobre los impactos de las luchas insurgentes de las Farc sobre el territorio del Estado colombiano, podrían distinguirse seis momentos especialmente importantes ( 11):

***
Antes de 1964: definido en 1957 el pacto político bipartidista ( El Frente Nacional), que puso fin a la confrontación armada conservadora-liberal, desperdigadas a lo ancho y largo del país quedaron alrededor de 1000 cuadrillas armadas autonomizadas y casi sin control de los directorios políticos; respondían ellas a los más móviles más diversos y disímiles, ora al bandolerismo lumpezco de carácter economicista y patológicamente vengativo, ora a guerrillas políticas, ora a otras que, además de políticas, habían incorporado un importante componente de reivindicaciones sociales, sobre todo agraristas. Entre estas sobresalía un pequeño grupo influenciado por el Partido comunista colombiano: actuaban en Sumapaz y el Pato en la Codillera Oriental, en Ariari-Guayabero en los Llanos orientales, en algunas zonas de colonización, así como en Marquetalia-Richiquito en la Cordillera central en el sur del Tolima. Como ya dijo al principio de este escrito entre 1958 y 1963 el Estado, controlado ya por la coalición bipartidista, se decidió a arrinconar a esas cuadrillas entre el sometimiento o la eliminación; pero, más concretamente, entre 1962 y 1964, bajo el gobierno de Guillermo León Valencia y bajo el liderazgo del general Ruiz Novoa, se decidió a confrontarlas mediante una nueva estrategia que combinaba acción militar, asistencia social y guerra simbólica. En esa coyuntura había hecho mella ya en el gobierno el imaginario de la existencia en el país de varias "Repúblicas independientes"; fue entonces cuando, como parte de la Operación Lazo (12), se lanzó contra la cuadrilla armada autodefensiva de Marquetalia ( 48 campesinos artesanalmente armados liderados por Manuel Marulanda Vélez) la más desproporcionada, inane e despilfarradora Operación militar ( 16.000 infantes) que había habido en la historia militar del país. Como señalara el colombianista francés Pierre Gilodhés, por esa vía, el Estado colombiano se creó " su propio enemigo". Más temprano que tarde, ese puñado de campesinos emigró de la región dejando la "Operación Marquelia" sin enemigo objeto a quien confrontar. Fue así como nacieron en 1964, más producto de las circunstancias que de una decisión política voluntarista y sin que tuviesen una estrategia contra el Estado central, las Farc, como una guerrilla de raigambre telúrica y cultural campesina, más tarde con claridad alineada en la versión soviética de los marxismos.

***En un segundo momento, al salir de Marquetalia, las nacientes Farc emigraron hacia el Cauca, las selvas orientales y hacia algunas zonas de colonización en un largo, vegetativo y lento proceso de construcción territorial, que culminaría hacia el año de 1975. En general, estas zonas presentaban como notas centrales, la marginalidad en relación con las regiones económica y geopolíticamente más estratégicas de la vida nacional, así, como la casi ausencia del Estado, aún como aparato militar. Fue así como, sin mayor oposición militar, se instalaron en esas regiones como "gobiernos locales". Según estudios sociológicos realizados para el período anterior a 1980, para 1975 en muchos de esos municipios originarios o primerizos, hacia 1975 las Farc ya se habían instalado más como un fenómeno político de autoridad que de fuerza. ( 13) En la actualidad y desde principios de la década del 80, esas localidades, donde las Farc sí lograron instalarse como paraestado en lo militar y en lo político, constituyen sus zonas de refugio o de retaguardia.
Para entender
muchas de las actitudes, conductas y pretensiones actuales de las Farc es importante comprender el significado vivo, y no sólo histórico, que estos municipios continúan teniendo en los imaginarios presentes de sus miembros; después de haber hecho su primer recorrido histórico bajo la forma de experiencias paraestales locales, este laboratorio político originario, en el nivel simbólico, ha marcado a esta organización reforzando sus aspiraciones y pretensiones de llegar a ser Estado alternativo, ante todo y sobre todo.

*** En 1982 las Farc tuvieron su VII Conferencia; en ella se replantearon objetivos políticos, levantaron una nueva Estrategia operacional y se dieron nuevas directrices básicas. En adelante se llamarían Farc, ep, ejército del pueblo, pues en el marco de la meta de llegar a ser un ejército, visualizaron como objetivo alcanzable el tránsito a una guerra de posiciones y movimientos. Fue en este marco de replanteamientos donde decidieron comenzar a hacer presencia en regiones del país de elevada significación económica y/o geopolítica como zonas de captación de recursos, de aprovisionamiento logístico, así como de empalme geográfico de distintas zonas controladas o influenciadas para posibilitar los necesarios corredores. Por esa vía, por otra parte, buscaron una relación más directa con las reivindicaciones locales y regionales de las zonas donde actuaban sus Frentes; reforzarían, así, el trabajo político y asumirían la representación de las reivindicaciones de los movimientos sociales campesinos y de distintas organizaciones legales.
Podría decirse, que no obstante los altibajos de sus luchas socioeterritoriales ( ver siguiente acápite) hacia finales del milenio las Farc continuaban tras las metas trazadas en su VII Conferencia; al referirse, por ejemplo, a sus acciones militares en 1997-1998 señaló el General Mora : " A finales de 1997 y principios del 98 en el Estado había una gran preocupación porque se habían presentado los hechos de Miraflores, del Billar y otros, y temíamos que se repitieran a mayor escala y que se fuera generando un efecto de ‘castillo de naipes’ similar al que sucedió en Irán cuando se entregó un batallón y, poco a poco, se fueron entregando los demás...Nuestra posición era difícil porque contábamos con muy pocos recursos para responder a los ataques guerrilleros. Por eso cuando se presentó la primera entrevista con representantes del gobierno...varios dirigentes de las farc no estuvieron de acuerdo con iniciar un proceso de paz en ese momento porque, en su opinión, la guerra estaba ganada en la práctica..". ( 14)
En este tercer momento iniciado en 1982 y que puede extenderse hasta 1998, el carácter del control territorial conquistado por las Farc ya no fue el mismo que el del segundo momento cuando efectivamente se puede hablar de paraestados en términos de efectivos "gobiernos locales"; ahora y en adelante, habrá que hablar, más bien, de niveles diferenciados de control político en unos casos, o de influencia política, en otros, por parte de la Farc sobre municipios o sectores de municipios sobre la base de un aparato coercitivo y militar de cobertura más allá de lo local; quizás en algunos casos, como en los de la Caquetania o en el del Putumayo, en los que lograron importantes empalmes geográficos, se podrá hablar de un control territorial importante en términos de una combinatoria de control político de la población y de significativo control militar de la zonas por ella habitada.( 15)

*** Con la centralización de la dirección de las Auc en los inicios de la década del 94, proceso que ya tenía el antecedente de lo acontecido en la región de Puerto Boyacá a partir de 1985, los procesos de ampliación y consolidación territoriales de las Farc en varias regiones del país se vieron seriamente afectados ; según reiteradas declaraciones de sus dirigentes, mostrándose en ello coherentes en la práctica pero también en sus prácticas, las Auc habían emergido para combatir a las guerrillas "en sus propios y tradicionales santuarios" y lo hacían, lo manifestaron con reiteración, criticando y subsidiando la impotencia del Estado para cumplir esa tarea estratégica.
Superada la discusión semántico práctica sobre si los naranjales podrían no producir naranjas, la investigación realizada hasta ahora ha destacado los pluriorígenes de esta organización armada insurgente ( en el Estado y en un sector de sus militares se ha encontrado uno de sus apoyos, no el único); preocupados, desde un signo ideológico radical proestablecimiento, los paramilitares no han hecho más que seguirles los pasos a los paraestados de las guerrillas, así como copiar a éstas como aparato de guerra. Hacia 1989, bajo la forma de Bloques regionales muy autónomos, ya estaban instalados en el eje Urabá-Córdoba-Bajo Cauca-Magdalena Medio- Meta; altamente conocedores de las fortalezas ( para imitarlas) y de las debilidades ( para confrontarlas) de las guerrillas, en lo básico no las han combatido militarmente en forma directa si no, más bien, por la vía de sus presumibles o reales bases sociales. Ha sido así como su objetivo militar ha sido la población objeto del control político de la insurgencia de izquierda obligándola, en algunos casos, a emigrar debilitando, así, sus formas de dominio territorial.

***El Caguán, 1998-2002, como zona de distensión constituyó un quinto momento en el proceso de afectación por parte de las Far de los territorios del Estado. Como se dijo en "Atisbos Analíticos" No 23 " no se podrá oscurecer que el período comprendido por la experiencia del Cagúan ( 7 de noviembre de 1998-12 de febrero de 2002) fue altamente propicio para su cualificación militar; pero, en forma igual, todos los actores directos de la guerra interna mejoraron en lo cualitativo en el nivel militar : las Auc, vía los recursos derivados de la competencia con las Farc en materia de protección y de comercialización con la droga y los militares al amparo nutricional del "Plan Colombia". En la Zona de distensión, en realidad de verdad que las Farc no pusieron nunca en acción Estrategia alguna de negociación; conocedoras como estaban de que la Estrategia del gobierno era casi inane, ingenua e inofensiva en materia de avances efectivos, simplemente se plegaron a ella, le hicieron el juego- lo que aquí y en Cafarnaúm es políticamente válido frente a un enemigo ingenuo- mientras ponían en acción una Estrategia paralela orientada, por una vía, a
acomodarse y cualificarse como paraestado que habían sido en la región y, por la otra, a crear la imagen, frente al país y el mundo, sobre su viabilidad como Estado alternativo. " ( 16 )
*** Finalmente, con el Gobierno de la Seguridad democrática se ha entrado en un
sexto momento en el proceso de relaciones disfuncionales y disruptivas de las Farc con los territorios del Estado; ahora, en el 2002, cuatro décadas después de Guillermo León Valencia y del General Alberto Ruiz Novoa, el Estado de nuevo se ha decidido por una Estrategia radical e integral de confrontación militar anti-insureccional que tiene, como componente central, ganarse para el proyecto militar, no solo a la base social de la insurgencia, sino a toda la sociedad nacional y todo ello en el marco de la más aguda y planificada guerra simbólica que ha habido en la historia del país. Esta, por su parte, presenta, como su objetivo específico, reforzar la representación social de derrotabilidad de las guerrillas al lado de la de la inderrotabilidad del gobierno, no obstante los enormes, titánicos y casi infranqueables obstáculos que tendría que vencer. Al final, de esta guerra simbólica, es la imagen del redentor la que saldrá reforzada.
En esta forma, el problema de las realidades paraestales, así como el de la capacidad de éstas para afectar la infraestructura petrolera y infraestructural del país, así como para interferir en el proceso de construcción y consolidación de la amplia base social necesaria par sacar adelante el P
royecto político, militar y simbólico de Seguridad "democrática", se ha puesto a la orden del día. El gobierno se ha decidido a entrar en la lucha y pugna socioterritoriales a través de la Estrategia operacional de Zonas de Rehabilitación y de Consolidación a la que la Corte Constitucional ha limitado al desconocerle a los militares competencias de policía judicial. Las Farc, por su parte, sin replantearse los objetivos políticos de la Estrategia definida en su VII Conferencia de 1982, que contemplaba el afianzamiento progresivo en nuevas zonas del control político territorial sobre la población hasta cercar a Bogotá jalonando la urbanización de la guerra, ha permanecido a la expectativa jugando con el factor tiempo y, quizás, con una táctica de desgaste financiero por parte del gobierno limitándose, más allá de toda acción militar de envergadura, a acciones de clásica guerra de guerrillas, así como al uso sistemático del sabotaje económico y a los hostigamientos urbanos selectivos. Es difícil que esta guerrilla rural se decida a una efectiva territorialización urbana de la guerra como materialidad militar; seguirán ejecutando en ellas las acciones que ya han venido haciendo y los citadinos que, apenas hace cuatro o cinco años descubrieron que en su país había y había habido una guerra, tenderán siempre a sentir como muy fuertes sus efectos representacionales simbólicos.
Los anteriores, la eficacia política de una antidemocracia legitimada por la propia democracia electoral, la significación de una aguda guerra simbólica que es parte intrínseca del Proyecto político y militar de Seguridad "democrática" y la efectividad de las realidades paraestatales para afectar la dirección central del país, constituyen obstáculos importantes a posibles diálogos regionales; de todas maneras, bajo la mirada inversa, también habría que hablar de
obstáculos regionales y locales a una negociación nacional del conflicto armado. Precisamente con este acápite se iniciará el segundo sub-ensayo de este Ensayo, que titulará, : "La Región vallecaucana, los Diálogos regionales y la Negociación nacional".

Vélez Ramírez Humberto. "Cuando los militares piensan el país más allá de los fusisles", idem , "El Conflicto político armado en Colombia" Negociación o Guerra, Editorial de la Universidad del Valle, 1998, pgs.221-245.
Entrevista al General Mora. "Sin nosotros no se puede", en, Lecturas Dominicales de El Tiempo, 29 de octubre de 2002, pgs.1-4-5.
"El Tiempo", 9 de noviembre de 2002, pgs. 1-2.
"Observatorio político No 2 y 3, Nov. de 2002, Coordinador Profesor Oscar Delgado, Universidad del Rosario, Santa Fe de Bogotá.
Zuleta, Estanislao. "Sobre la Guerra" ,en,
Colombia : Violencia, Democracia y Derechos Humanos", Editorial Altamir, Bogotá, 1991, pgs.109-111
Rangel, Alfredo .
Colombia: Guerra en el fin del Siglo, Tercer Mundo-Universidad de los Andes, Bogotá, 1998; Guerra Insurgente, Intermedio, Bogotá, 1991; "Las Farc-ep. Una mirada actual", en, Deas, Malcom y Llorente, Maria Victoria ( Editores), Reconocer la Guerra para construir laPaz, Editorial Norma, Bogotá, 1999.
Ver los tres Artículos de Fernando Cubides, en,
La Violencia y el Municipio Colombiano 1980-1997, Facultad de Ciencias Humanas UN, Bogotá, 1998, pgs.157-250.
Cubides, Fernando, op.cit. p.169
idem,p.193
idem.p
Ampliadas y precisadas aquí, las base de esta periodización fue formulada en, "Atisbos Analíticos " No. 23, Cali, agosto de 2002.
Conversatorios del autor con el General ® , Alberto Ruiz Novoa, 1987-1997
Citado en Atisbos Analíticos no 23 No 23
Entrevista citada al General Mora.
"Atisbos Analíticos " no 23


* Humberto Vélez Ramírez
Santiago de Cali, noviembre de 2002
Instituto de Educación, Programa de "Política y Conflictos",
Universidad del Valle;
ECOPAIS, Fundación EstadoComunidadyPaìs.
a-mail ,
humbertovelez@andinet.com, fecopais@hotmail.com