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Latinoamérica

5 de diciembre del 2002

Venezuela, paro y golpismo

Miguel Angel Ferrari
El periodista y escritor Carlos Alberto Montaner, reconocido propagandista de las bondades del capitalismo neoliberal, escribió a mediados de octubre pasado un artículo al que tituló "Para cazar a Drácula". El propósito de esa nota periodística, en coincidencia con el lanzamiento de la denominada Fundación Internacional para la Libertad, es el de marcar con toda precisión el blanco sobre el que deberán disparar —por estos tiempos, en Latinoamérica— los fascistas de distintos pelajes.
"El populismo —señala Montaner—, como el conde Drácula, ha salido nuevamente de su tumba con un renovado apetito de sangre y los colmillos más afilados que nunca. A principios de la década de los noventa tras casi un siglo de enormes disparates y atropellos creímos que estaba muerto y enterrado, pero la noticia de su muerte resultó ser una apresurada exageración. El populismo está vivo y coleando —se lamenta el periodista y escritor—. Ahí están Chávez, Lula y Castro para dar buena fe de ello. Y en los casos de los dos primeros con una buena porción del padrón electoral respaldándolos...".
El mensaje de Montaner es absolutamente claro: hay que "cazar", hay que matar las experiencias cubana y venezolana, y hay que abortar el proceso popular que se abrirá el primer día de enero en Brasil (Montaner no tuvo presente que también tendrá que apuntar la escopeta hacia el nuevo gobierno ecuatoriano). Y no se trata de eufemismos o metáforas. Se trata pura y simplemente de aplicar la violencia sobre esos pueblos y sus gobiernos. Con Cuba (el país de nacimiento de este escrbidor), los sucesivos gobiernos norteamericanos lo vienen intentando desde hace más de cuarenta y tres años: bloqueo, sabotajes, terrorismo, innumerables atentados criminales contra Fidel Castro, es el deporte favorito de la CIA para con su vecino del Caribe.
Ahora le toca turno a Venezuela. Washington no puede tolerar que un gobernante elegido libremente por su pueblo, y ratificado en seis oportunidades más, tenga el "atrevimiento" de implementar algunas políticas fuera del libreto neoliberal suministrado por Fondo Monetario Internacional a todos y cada uno de los gobernantes de este continente.
El "delito" de Hugo Chávez consiste en pretender llevar adelante una política exterior independiente; implementar un modelo económico destinado a satisfacer las necesidades del conjunto de la población; disponer soberanamente de las riquezas de su país —particularmente de sus reservas de petróleo—; establecer bases institucionales que contemplen estas y otras tantas justas aspiraciones de la mayoría de los venezolanos, mediante la aprobación de la Constitución Bolivariana; sumar a esta revolución en paz (como él la llama) importantes sectores de las Fuerzas Armadas; propender a que el pueblo de Venezuela asuma la defensa de este proyecto y lo defienda de los embates del enemigo, a través de los Círculos Bolivarianos. En definitiva, el "delito" consiste en pensar con el Libertador Simón Bolívar que para los pueblos "la existencia es el primer bien, y el segundo es el modo de existir".
Pero un camino como el que se propone la mayoría del pueblo venezolano y su gobierno, afecta a grandes intereses tanto dentro como fuera del país.
La primera demostración fue dada el 11 de abril de este año con el intento fallido de golpe de Estado. En ese momento quedó absolutamente en claro, para todo el continente, que hay liberales que rechazan sus orígenes políticos, cuando la idea liberal es política, económica y socialmente fatal para la idea capitalista. Más de un "demócrata" —como el ex canciller español, Josep Piqué— "mostró la hilacha" saludando al nuevo gobierno del presidente Carmona, el empresario golpista ahora refugiado en Miami.
El rechazo popular al golpe, que por primera vez en la historia latinoamericana, logró torcer el propósito de sus ejecutores y retornar al gobierno al presidente constitucional, y la condena de toda América latina, no fueron suficiente para apaciguar a los sectores del privilegio en su intento desestabilizador y antidemocrático. Desde aquellos días de abril se sucedieron numerosas marchas y paros, convocados por la llamada oposición integrada por los grandes empresarios de Fedecámaras, los burócratas sindicales de la C.T.V., los viejos y corruptos dirigentes políticos y los grandes medios de comunicación.
Ante cada demostración de fuerza de los sectores golpistas, los partidarios del gobierno constitucional respondieron con una demostración mayor. Pero esto parece no ser suficiente. El odio de clase de la oligarquía, secundada por amplios sectores de la clase media, está elevando el volumen de la violencia en el accionar de una parte de la oposición, no en toda. Entre quienes —en su desesperación— han optado por el camino del terrorismo, se cuentan los que el 19 de octubre pretendían hacer blanco en el avión presidencial a su llegada a Maiquetía, el aeropuerto capitalino. La inteligencia militar advirtió a tiempo el peligro y el avión de Chávez fue desviado a otra terminal aérea. Luego se comprobó que había lazos entre el terrorismo y la Policía Metropolitana, organismo de seguridad que —hasta su intervención por parte del Poder Ejecutivo nacional— dependía del alcalde de Caracas, abiertamente opositor al gobierno de Chávez. Esta fuerza policial fue responsable de numerosas muertes, empezando por las acontecidas durante las jornadas de abril, muertes cuya autoría la prensa atribuyó a los partidarios del gobierno.
Ayer comenzó un paro —de relativo acatamiento— donde la violencia de algunos de sus organizadores, pareciera ser directamente proporcional a la imposibilidad de extenderlo a todas las actividades del país, especialmente a las más importantes desde el punto de vista de la producción de riquezas. En el ministerio de Trabajo se informó que el paro no afectó a las empresas que generan el 81 por ciento Producto Interno Bruto de Venezuela. No obstante ello, Carlos Ortega, el dirigente de la corrupta y antidemocrática central de trabajadores, extendió el paro por tiempo indeterminado.
Los cazadores de dráculas, son —ni más, ni menos— que frankesteins dedicados desde hace muchas décadas a cazar a los gobiernos populares. Son los frankesteins que derribaron al presidente Jacobo Arbenz en Guatemala en 1954, al presidente Salvador Allende en Chile en 1973, y que ahora pretenden hacer lo mismo, en principio con Chávez, para luego —de logarlo— ir por más. El pueblo venezolano comprende la necesidad de defender tenazmente su experiencia, ese es el obstáculo más difícil que encontrarán los "cazadores"... o, mejor dicho, los fascistas.



Nota emitida en el programa radial "Desde la Gente", de LT8 Radio Rosario, República Argentina, el martes 03/12/02.
Publicada en el sitio www.hipotesisrosario.com.ar