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Latinoamérica

ASI OPINA UN ANALISTA DE LA DERECHA EL AJEDREZ DE LA GUERRA

El juego de las Farc

Alfredo Rangel Suárez

La aparente quietud de las Farc está causando extrañeza y ha sido interpretada por muchos como un síntoma de debilidad y de los apuros que estaría pasando este grupo insurgente. Unos hablan del aumento de las deserciones, otros de las crecientes dificultades para reclutar, los de más allá de la crisis financiera, los de más acá de la utilización del terrorismo como un síntoma de debilidad, los de acuyá que su silencio esconde una profunda división. Por mi parte, considero de alto riesgo pensar con el deseo y hacer de los propios anhelos un método de análisis.
Las Farc están haciendo ahora lo mismo que hace cuarenta años: jugando con el tiempo. Es una guerrilla campesina para la que el tiempo es un recurso ampliamente disponible. Las Farc están esperando: 1) acordar el canje con el Gobierno, 2) que el Gobierno se debilite y 3) que el Gobierno eche a andar su propia estrategia y muestre su juego. Pero no por ello están quietas.
Están acumulando recursos bélicos -sobre todo explosivos-, incrementando la motivación y el adoctrinamiento de su tropa y disponiendo parsimoniosamente sus fichas sobre el tablero.
Entienden que la confrontación que se avecina puede ser definitiva y van a hacer por ello el máximo esfuerzo posible para ganar el pulso militar con el Estado. Observan con paciencia cuál es el juego del adversario tratando de identificar sus puntos débiles. Y es que mientras el Gobierno ya ha movido sus alfiles, sus torres y sus caballos, la guerrilla hasta ahora está moviendo sus peones.
Sin embargo, las Farc podrían estar preparando una ofensiva sin precedentes.
Algo equivalente a lo que fueron las ofensivas del Fmln en El Salvador, en 1982 y 1989, o, tal vez más precisamente, lo que fue la ofensiva del Tet del Vietcong en 1968. Unas demostraciones de fuerza que buscaban producir impactos sicológicos profundos entre sus adversarios, erosionar sin remedio su determinación de lucha y provocar una sensación de impotencia que doblegara su decisión de ir hasta el final.
Saben que el Estado y la sociedad colombiana están haciendo un esfuerzo sin antecedentes para contener y disuadir a la guerrilla y a los paramilitares, así como para recuperar la seguridad de todos. Para las Farc demostrar que ese esfuerzo supremo fue estéril porque la guerrilla lo neutralizó es, precisamente, su gran apuesta. Si llegaran a tener éxito entonces la única opción sería reiniciar los diálogos de paz en las condiciones que las Farc impongan, las cuales serán, por supuesto, mucho más duras y exigentes que las concedidas por el gobierno de Andrés Pastrana.
Pero por lo pronto su juego es el engaño, que es la esencia de la guerra.
Hacer creer al adversario que están golpeados y derrotados, que perdieron capacidad de respuesta frente a las acciones del Estado, que ya cedieron a la contraparte la iniciativa, y que su libertad de maniobra quedó anulada.
Así, la autocomplacencia que pueden provocar en el otro bando, el exceso de confianza y la vana ilusión de triunfo, podrían resultar fatales. Entre más alto vuelen las falsas expectativas, más dura podría ser la caída a la realidad. El impacto podría ser desolador.
La utilización sistemática y masiva del sabotaje económico, del magnicidio y del hostigamiento a las ciudades, no es necesariamente un síntoma de debilidad. Es simplemente el desarrollo de una estrategia de confrontación indirecta que por razones de cálculo elude el choque frontal con la fuerza militar del adversario y que pretende lograr mucho impacto con poco riesgo.
Para ello no necesitan tener amplias bases sociales en las ciudades: son labores puramente técnicas realizadas por guerrilleros rurales que se desplazan en pequeños grupos hacia las ciudades, y una vez cumplida su misión retornan nuevamente a sus frentes rurales.
De esta manera preservan el uso del grueso de su propia fuerza militar campesina para cuando la moral del adversario haya colapsado como producto del sabotaje realizado por decenas de operaciones tipo comando, potenciando así el impacto final resultante.
En conclusión, las Farc no están derrotadas ni debilitadas en forma crítica, y es muy peligroso difundir esta creencia porque, así no se quiera, se está ayudando a la guerrilla a hacer su juego de engaño. Por supuesto que hay que reconocer y celebrar los avances del Estado por recuperar la seguridad el país, y ciertamente hay una actitud más ofensiva de las Fuerzas Militares que ha producido resultados importantes, pero esto no debe llevar a subestimar a un adversario que puede estar más fuerte y decidido que nunca.