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Latinoamérica

Oscuros caminos para Uruguay:

Fácil diagnóstico y difícil solución

Carlos Santiago ALAI-AMLATINA

Es mucho más sencillo hacer el diagnóstico del desastre a que nos llevaba el modelo impuesto por las corporaciones, enmarcado por el Consenso de Washington y concretado por gobiernos serviles, que plantear los necesarios caminos de la salvación nacional. Usamos esa terminología grandilocuente, porque realmente es difícil esquematizar sobre caminos que deben comenzar a sortear tantos obstáculos. No era difícil predecir el cataclismo en que hoy vivimos, cuando medida tras medida el gobierno de Jorge Batlle, escandalosamente nocivo para el país, destruía todo aquello que funcionaba bien, regular o mal, pero que no estaba dentro de los marcos de los intereses del modelo.
Cuando el país comenzó a caer y llegó a su fin la gestión de destrucción que encabezó el ministro de Economía Alberto Bensión, el que para financiar el quebrado negocio bancario, terminó con las reservas del Banco Central y luego aumentó el endeudamiento a límites insoportables, empobreciendo a las trabajadores con el vertiginoso aumento del IRP y otros 15 impuestos. Los uruguayos amanecimos un día en un pantano de difícil salida. A cuatro años de recesión, se sumó la perdida de las reservas y, por supuesto, el predecido crecimiento del déficit fiscal, fenómenos que sumados llevaron a la mayor destrucción de riqueza de la historia del país.
El Uruguay es hoy - y no queremos pecar de agoreros - un país en disolución, que está perdiendo la mejor de su gente. Por un lado los jóvenes, pero paralelamente, la población culturalmente mejor preparada, sobre la cual se podría intentar la reconstrucción de lo destruido. La recesión y la destrucción de riqueza tiene otras manifestaciones negativas, como el aumento del peso proporcional del Estado, la marginalidad creciente de una población sin trabajo ni perspectivas, que está sufriendo además un proceso de desestructuración familiar, con sus consecuencias de agresiva violencia.
Por ello, decimos, que intelectualmente ha sido, para un analista sin preconceptos ni intereses personales que no sean contribuir al bien común, mucho más sencillo predecir el futuro de la aplicación, sin contemplaciones de las recetas, neoliberales, que plantear hoy los caminos para una reconstrucción nacional. El pozo en que está el país tiene bordes demasiado empinados para que podamos trepar rápidamente y además hay que ser concientes de que todavía no ha finalizado la intención liquidacionista del gobierno. Ejemplo de ello es lo que se ha comenzado a hacer con el Banco Hipotecario (BHU), centro por años de la peor politiquería, pero paralelamente, apoyo fundamental para la actividad de la industria de la construcción que, además, ha contribuido en solucionar la problemática de la vivienda de miles de uruguayos. No le pasa por la cabeza a nuestros actuales gobernantes, terminar con los vicios de esa institución, modernizándola y ajustando su operativa a la necesidad imperiosa de reforzar la actividad de la construcción. Lo que hacen, tratando de cumplir con lo establecido por los neoliberales, es intentar matar a la institución, para que el "negocio" lo tome la banca privada extranjera y, ello, porque nacional no hay más. Claro, se dice, que el BHU es una institución fundida, imposible de reflotar y que si fuera privada ya estaría cerrada. Sin embargo nadie conoce los balances, ni han trascendido análisis sobre lo transcurrido para que se llegara a la actual situación. Todo es discrecional, como la mayoría de las afirmaciones que se escuchan por parte de la coalición de gobierno, sin pruebas.
En definitiva poco serio.
Con panoramas como este, entonces, ¿cómo comenzar a trepar por la ladera del pozo en que está el país? Las recetas pueden ser tan generales como las ensayadas por algunos, que hablan de tender puentes entre los sectores que creen que el país es viable, ¿cómo hace algún sector del EP-FA, que acompaña opciones como las establecidas para la megaconcesión, engendro lamentable destinado a favorecer a algunos empresarios que han tenido relaciones de todo tipo con el Ministerio que los acoge y que en muy poco contribuirá en una mejoría del empleo.
Claro que hay que hacer. De nada sirve limitarse a una oposición principista que paralice todo proyecto. Sin embargo los que todavía están sobre el caballo son quienes aprobaron siempre y sin reparos todas y cada una de las propuestas de Batlle. Ellos son responsables de la crisis y de que algunos nos planteemos la viabilidad de un país que está perdiendo, por vía de la emigración, los valores culturales que están atesorados en la gente mejor preparada.
¿Sobre que bases se debe retomar la reactivación? ¿Qué puentes se pueden tender entre los progresistas y quienes, como el doctor Julio M. Sanguinetti, siguen manejando discursos intransigentes e ideologizados, propios de la década del ´60? * Carlos Santiago, periodista, es secretario de redacción del suplemento Bitácora (http//www.Bitácora.com.uy)