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Latinoamérica

3 de octubre de 2002

Littin: «Quiero que esta película sea una contribución a la paz»

Alejandra Córdova Rojas
La Ventana

Mientras continúan en Oriente Medio los enfrentamientos entre palestinos e israelíes, el cineasta chileno Miguel Littin emprendió el pasado 25 de septiembre un largo viaje a Palestina para comenzar en octubre el rodaje de su más reciente proyecto cinematográfico, "La última luna".

En su pasaporte ya figuran los membretes que dan cuenta de su paso por estas tierras, donde aprovechó su tiempo para inspeccionar los lugares de grabación y definir parte importante del elenco que lo acompañará en esta nueva travesía. Pese a tener establecido como plazo 8 semanas de grabación, Littin afirma que el plan está sujeto a variaciones debido a la ola de violencia que se vive en la zona. "Hablo por teléfono diariamente con la gente y me van informando de lo que pasa. Solamente podemos hacer planes de una semana a otra, pero no a más largo plazo, ya que la situación política cambia todos los días", señala.

La película se grabará en las localidades de Beit Sajur, Bet Yala, Belén, Nazaret y Jerusalén y a ella se han incorporado las actrices Tamara Acosta, Francisca Merino, Loreto Moya y el actor palestino Ayman Ali, descubierto por Littin en uno de sus últimos viajes a la zona. Aún queda por definir el personaje de origen judío presente en la historia, y el realizador no descarta trasladarse a Buenos Aires para encontrar un actor adecuado. "Es la historia de los palestinos que se quedaron en su tierra y su relación con los palestinos que vinieron a Chile" explica.

¿Cómo nace la idea de filmar una historia de inmigrantes?

- Son historias que he escuchado desde niño, desde mi infancia y mi adolescencia. Escribí un primer guión, después un cuento, un relato y una novela corta y después escribí el guión definitivo. También es producto de uno de mis viajes, cuando fui presidente del jurado en el Festival de Cine de Damasco y de ahí pasé a Siria, Jordania y Palestina, donde me encontré con la familia de mi abuelo que vino a Chile en 1914, lo cual me permitió reconstruir la historia. Yo conocí la parte que se había desarrollado aquí, pero no conocía la parte de las familias de allá, más todos los antecedentes históricos. Un estudio muy profundo de lo que fue la formación del Estado de Israel, de lo que fue Palestina ocupada por el Imperio Otomano, de su liberación y de su posterior división entre el Estado de Israel y Palestina propiamente dicha.

¿Por eso ha definido la película como un "alegato por la paz?"

- Surgió la necesidad de contar la historia, un patrimonio memorial que uno tiene adentro y si uno lo tiene y lo conoce y conoce tanta fortuna, tanta desventura humana, tanto sufrimiento, tanto dolor y alegría, surge como una necesidad natural de contarlo. Hoy por hoy mi propósito está centrado justamente en eso, quiero contar una historia y eso es lo que guía todas mis acciones, mi conducta y mi quehacer personal.

Necesito hacer esa película, necesito contarle a los demás lo que ha sido la vida de los seres humanos durante todo este proceso hasta hoy, cuando hemos llegado a poner en duda los valores mínimos de la condición humana en esta guerra atroz y fratricida existente entre palestinos e israelíes, porque por una parte se ocupan los pueblos, se cierran las escuelas, se cierran las universidades, se le niega a un pueblo la posibilidad de existir como tal y por otra parte el opresor tiene la tremenda incertidumbre y el sufrimiento que implican los ataques cotidianos por parte de los palestinos que se inmolan, que algunos llaman mártires, otros terroristas, yo no quiero calificarlos de ningún modo, pero estoy en contra de todo tipo de terrorismo y si no supiera que esta película puede contribuir a un principio de paz no tendría esa obsesión tan grande por hacerla.

Yo creo que pueden y deben vivir en paz ambos pueblos y quisiera contribuir aunque sea en forma muy modesta con una película chilena. Pienso que el filmar en Palestina en momentos de dificultad demuestra que es posible la convivencia. Ahora, si no me dejan hacerlo, querrá decir que es casi imposible incluso hacer una película.

¿Cómo ha asumido el elenco las dificultades para rodar?

- Es gente ya tiene una decisión tomada, que ha evaluado la situación, a la que he mostrado videos, parte del documento que yo mismo rodé en Palestina. Hemos conversado, tienen contacto incluso con la gente que está en Palestina y por lo tanto saben muy bien a que van, porque razón van y la gente que tiene temores lo ha ido manifestando y se ha descolgado de la producción. Yo siempre lo expuse así. Siempre dije que no iba a tratar de optimizar la situación porque no tiene ningún sentido.

En su propuesta cinematográfica, ¿cuál es el vínculo que tiene Chile con el pueblo palestino?

- Existe un cordón umbilical poderoso. La mayor cantidad de palestinos que viven fuera de Palestina están en Chile, en los valles centrales, Valparaíso y Talca, son casi 500 mil hijos descendientes de primera y segunda generación de palestinos que tienen muy vivas sus raíces, mantienen los vínculos culturales, la música, la poesía, la literatura, la comida, el sentido de la familia, el sentido de la integración humana y además el hecho de que todos los palestinos que han llegado a Chile se han integrado tan rápido y profundamente a la sociedad chilena.

Para los palestinos, Chile es una segunda Palestina o es otra Palestina. También desde el punto de vista de los paisajes, la gente, el sentido de la vivencia, de la hospitalidad, es muy parecido, muy similar. Son pueblos de raíces y culturas campesinas, lo que lo hace tener una relación existencial de tiempo y espacio que es muy profunda. Mucha de la gente salió de las aldeas como Beit Sajur y Bet Yala y llegaron a las aldeas chilenas casi directamente, cruzando los mares y llegando a Valparaíso y haciendo de Chile su propia patria. Chile les dio certificados de existencia, carnet de identidad, derecho a vivir, a participar de la vida chilena.