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Internacional

Globaliza EU la Doctrina Monroe
Los atentados del 11 de septiembre, pretexto perfecto para advertir que nadie puede retarlo

JIM CASON Y DAVID BROOKS CORRESPONSALES

Washington, 2 de abril. El gobierno de George W. Bush redefinió la política exterior de Estados Unidos tras los atentados del 11 de septiembre, al elaborar lo que sería una ''Doctrina Monroe global''. Esta percibe al mundo como dividido entre los aliados subor- dinados al interés estadunidense y los enemigos que representan una amenaza directa y deben ser destruidos o incapacitados.
En una propuesta enviada al Congreso el mes pasado, Bush solicitó cientos de millones de dólares en fondos adicionales para ampliar las alianzas militares de Estados Unidos con 19 países que forman parte de esta nueva doctrina. Incluyó a Yemen, Omán, Jordania, Turquía, Kazajstán y Colombia.
"O están con nosotros o están con los terroristas", fue la proclama del gobernante poco después de los ataques del 11 de septiembre, y ésta, despacio pero firmemente, se ha empleado para dividir al mundo entre amigos y enemigos de este país.
Funcionarios estadunidenses, empezando por el propio Bush, caracterizan este giro en la política exterior en términos históricos, y como el primer cambio fundamental desde el fin de la segunda Guerra Mundial y su estrategia de "contención", que fue la base de la llamada guerra fría.
"En verdad creo que este periodo es análogo al comprendido entre 1945 y 1947", explicó la asesora de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Condoleezza Rice, en una reciente entrevista con la revista The New Yorker. "Creo que el 11 de septiembre fue uno de esos grandes sismos que clarifican y enfocan."
Rice añadió que la respuesta al terrorismo y las medidas preventivas contra la acumulación de armas de destrucción masiva son las bases ideológicas para una nueva política exterior estadunidense más firme y robusta. Agregó que al centro de esta política está la afirmación de un papel más dominante de Estados Unidos en el mundo. "Teóricamente, los realistas pronosticarían que cuando uno tiene una gran potencia como Estados Unidos, no transcurrirá mucho tiempo para que surjan otras grandes potencias que lo reten o intenten un equilibrio con él", dijo.
Pero en la coyuntura actual, afirmó, esto no ocurre así. "Lo que uno está viendo es que esta vez existe por lo menos una predilección por las relaciones productivas y cooperativas con Estados Unidos, en lugar de intentar el equilibrio con Estados Unidos."
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Detrás de la retórica hay hechos que confirman la decisión de establecer un poder militar sin precedente para obrar con la "nueva realidad". Los gastos militares de Estados Unidos son más grandes que los de los ocho países con mayor gasto bélico combinado. Sólo los 40 mil millones de dólares que la Casa Blanca solicitó en fondos adicionales en el presupuesto militar equivalen al gasto militar total de China en ese campo.
Así, la nueva doctrina tiene un objetivo simple: mantener a toda costa la supremacía de Estados Unidos en el mundo, y considerar cualquier obstáculo o resistencia como un intolerable desafío. En esta nueva doctrina Bush hay una serie de recientes iniciativas que se derivan de esta premisa. Como parte del esfuerzo por garantizar la hegemonía estadunidense, Washington anunció su campaña global contra el "terrorismo" y en este periodo envió asesores militares, tropas, equipo y capacitación a Filipinas, Colombia y una docena más de países.
También el gobierno de Bush ha anunciado que se retirará del Tratado sobre Misiles Antibalísticos (como primer paso para establecer el nuevo sistema de un escudo espacial o Star Wars). Además, no sólo no ratificará sino retirará su firma del Tribunal Penal Internacional (al rechazar toda autoridad mayor que su soberanía nacional) y reducirá las barreras al uso de armas nucleares.
Uno de los próximos pasos inmediatos ya anunciado es el esfuerzo para derrocar al régimen de Saddam Hussein, y el New Yorker señaló que ya se ha aprobado un presupuesto de 10 mil millones de dólares para "operaciones siguientes" en la guerra contra el "terrorismo" más allá de Afganistán.
Pero esta doctrina que ha sido criticada de unilateralismo agresivo no es nada nuevo, y tampoco fue diseñada después del 11 de septiembre. Algunos analistas y periodistas han señalado, y hasta citado fuentes del propio gobierno, en el sentido de que esta "nueva" política fue desarrollada, de hecho, por altos funcionarios del Pentágono en el gobierno de Bush padre, justo al final de la llamada guerra fría.
Un alto funcionario del actual gobierno explicó al New Yorker que hace 10 años a un grupo de funcionarios civiles del Pentágono se le ordenó elaborar un nuevo plan estratégico global para Estados Unidos después de la caída del muro de Berlín. En ese entonces, los redactores principales de esa estrategia eran dos funcionarios relativamente desconocidos, Paul Wolfowitz y Lewis Libby.
Actualmente, Wolfowitz es el subsecretario de Defensa y Libby es el jefe de gabinete del vicepresidente Dick Cheney. Los dos sostenían que el Pentágono debería elaborar una estrategia internacional cuyo objetivo central sería prevenir que cualquiera otra nación o alianza de países pudiera convertirse en otro gran poder o retador de Estados Unidos en el mundo.
La idea central, simplemente, según un borrador de ese documento de 1992 obtenido por The New York Times, era evitar a todo costo el surgimiento de otro superpoder.
"Mientras Estados Unidos no pueda convertirse en el policía del mundo al asumir la responsabilidad para corregir cada mal, retendremos la responsabilidad eminente para abordar de forma selectiva esos males que amenazan no sólo nuestros intereses, sino los de nuestros aliados o amigos, o que seriamente podrían desordenar las relaciones internacionales", escribieron Wolfowitz y Libby en ese documento. Este dominio estadunidense debería de enfocarse, según los autores, en Europa occidental, Asia oriental, el territorio de la ex Unión Soviética y el suroeste asiático.
Estas mismas regiones, señaló recientemente el periodista Jim Lobe, son más o menos las mismas en que las que el actual gobierno de Bush está considerando o realizando la proyección de sus fuerzas militares. "El 11 de septiembre fue más análogo al incendio del Reichstag que a cualquier otra cosa", dijo Lobe a La Jornada.
Lobe, quien ha trabajado para la agencia Inter Press Service cubriendo los gobiernos de Ronald Reagan, George Bush padre y Bill Clinton, fue uno de los primeros periodistas en Washington en revelar el vínculo entre la política global estadunidense desarrollada durante el gobierno de Bush padre y la aplicada tras el 11 de septiembre por el gobierno de Bush hijo.
"Esta gente ya tenía una idea, vieron una oportunidad para promoverla (después del 11 de septiembre), y utilizaron plenamente el momento", dijo Lobe. "Ahora Estados Unidos está estableciendo arreglos militares para rodear a cualquier posible rival hegemónico".
De acuerdo con Lobe, la nueva política de Bush no es nada menos que una nueva Doctrina Monroe global. "Creo que esta es la Doctrina Monroe globalizada, en el sentido que supone una posición hegemónica de Estados Unidos, pero ahora no sólo en el hemisferio occidental, sino a escala mundial".
Claro, no hay consenso absoluto dentro del mundo oficial en Washington sobre lo que se está llamando el "nuevo unilateralismo". Hay influyentes voces que discrepan, en particular dentro del Departamento de Estado, no en el objetivo final, sino en los medios para lograrlo. Algunos señalan que la mejor forma para mantener la posición dominante de Estados Unidos (en esto hay pleno consenso) en el mundo es mediante una mayor cooperación y en armar coaliciones con otros países.
Pero los términos de esta cooperación, señalan, se define por las normas globales establecidas por Estados Unidos después del 11 de septiembre, y todo poder que no se comprometa a éstas será considerado como amenaza, y cederá su derecho a la soberanía.
"Lo que están viendo de este gobierno es el surgimiento de un nuevo principio, o serie de ideas -no estoy seguro que constituya una doctrina- sobre lo que podría llamarse los límites de soberanía", explicó Richard Haass, director de la Oficina de Planeación de Políticas del Departamento de Estado.
"La soberanía implica obligaciones. Una es no masacrar a tu propio pueblo. Otra es no apoyar al terrorismo de ninguna manera. Si un gobierno fracasa en cumplir con estas obligaciones, entonces pierde algunas de las ventajas normales de la soberanía, incluyendo el derecho de ser dejado en paz dentro de sus propios territorios. Otros gobiernos, incluyendo Estados Unidos, ganan el derecho de intervenir", explicó Haass al New Yorker.