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Internacional

11 de abril del 2002

La cómplice lentitud en reaccionar de algunos

Liberación

La «lucha contra el terrorismo» que lanzó a nivel planetario el presidente George W. Bush luego de los atentados del 11 de setiembre del año pasado y que dio le dio luz verde (entre otros), y excelente justificación a Sharon para animarse a lanzar un ataque genocida al pueblo palestino en los territorios ocupados. Ha tenido también otro efecto: el haber situado en una incómoda posición política además a aquellos que le juraron el año pasado al César, amistad y solidaridad eternas.
El doble discurso de Estados Unidos y de su presidente, que en la práctica no puede de dejar de apoyar a Ariel Sharon, aparentando en los últimos días darle un leve tirón de orejas, supuestamente exigiéndole detener la ofensiva a los territorios palestinos con poderosas armas de destrucción y muerte (mayoritariamente Made in USA), mientras por otro lado hace responsable a un desarmado y preso Arafat de no detener a «sus terroristas», dejó en el aire a sus aliados de la cruzada santa «por la democracia y la defensa del mundo libre», sobre todo a la Unión Europea, quien se creyó los Acuerdos de Paz de Oslo y que por interés también puso algunos dineritos para dotar al incipiente Estado palestino de una mínima y simbólica infraestructura. Ellos los de la U.E.vienen contemplando alelados como, en pocas semanas los tanques, aviones, helicópteros y bulldozers transforman todo en tierra arrasada, sin detenerse ante nada (escuelas, hospitales, ambulancias, centros civiles, mezquitas, depósitos de agua, usinas eléctricas, depósitos de alimentos y medicinas, fábricas y comercios, viviendas y edificios oficiales de la Autoridad Palestina). Nada se salva de la furia del fuego israelí.
Antes que señores como Solana y otros personajes europeos que se sueñan ya como Nobeles de la Paz hayan querido y podido hacer algo para detener la masacre; han sido otros, simples civiles, quienes dentro de los mismos Israel y Palestina, corriendo riesgos de sus vidas, denuncian y acuden en socorro de los cercados. Con más celeridad y valentía que estos honorables señores de oficinas confortables, lujosas limousinas y aviones ejecutivos a su disposición pagados por los impuestos de los ciudadanos.
Son esos anónimos civiles, los que han empezado ahora a filtrarse en las imágenes de la televisión y los diarios, tanto dentro del cerco como en las calles de las ciudades del mundo en masivas manifestaciones de protesta.
Da lástima y hasta risa ver, cómo se tienen que humillar encumbrados dignatarios frente al obeso general cuando le tienen que solicitar permiso para poder ver o hablar con los palestinos. Hasta una simple conversación telefónica de algún primer ministro europeo con Arafat, si no es del gusto de Sharon, es interrumpida sin ninguna disculpa diplomática, con la misma arbitrariedad que suelen usar los carceleros en cualquier parte del mundo con los presos y quienes vienen a verles.
Ahora, Alemania, Francia, Gran Bretaña y otros democráticos gobiernos europeos, comienzan a decir -frente a la presión sostenida de la opinión pública- que están considerando embargar las armas que le venden por toneladas a Israel. Nuestra Suecia también esta semana anunció que «está estudiando» si 106 camiones Volvo destinados al Ejército israelí «son o no material de guerra». Los noruegos, (y es para reírse) dicen que no saben que hacer y declaran estar avergonzados por haberse equivocado cuando le dieron el Nobel de la Paz a Simon Peres.
Es que han sido todos éstos, tan amigos y socios en los negocios y tan beneficiados con el Acuerdo de Oslo, a los que la irresistible y omnímoda ofensiva de Israel les ha dejado evidentemente muy mal parados y ha hecho trizas su retórica y el jueguito de paz que venían usando, pensando que nada iba a pasar tras el desarme del pueblo palestino.
Y a esa lentitud en reaccionar de los gobiernos, no se le puede llamar más que lo que es: COMPLICIDAD. Porque aunque comienzan ya a mostrar caras de preocupación con lo que está pasando, es tarde para demostrar lo contrario.