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Internacional

13 de marzo del 2002

El Sahara, en la encrucijada

Alberto Piris
La Estrella Digital

En un informe que en febrero pasado presentó el secretario general de la ONU al Consejo de Seguridad sobre la situación en el Sahara, Kofi Annan explicaba que su enviado personal al territorio, el norteamericano James Baker, "recientemente me ha reafirmado su decepción por el hecho de que no se esté avanzando hacia el logro de una solución al problema del Sahara Occidental, solución absolutamente necesaria para la paz, la estabilidad y la prosperidad a largo plazo en la región del Magreb".
Los tres factores de paz, estabilidad y prosperidad en el Magreb afectan de modo muy directo y grave a España, vecina inmediata de esa zona por sus flancos septentrional (la península ibérica y Baleares) y occidental (el archipiélago canario). Aguas limítrofes, prospecciones petrolíferas, pesca, conducciones de gas natural, comercio hortofrutícola, inversiones comerciales y financieras y, sobre todo, la emigración ilegal, son temas candentes hoy en las complicadas relaciones hispano-marroquíes.
En el trasfondo de tales relaciones permanece el grave problema irresuelto del futuro del pueblo saharaui. Cuatro son los caminos que el informe considera, con distintos grados de viabilidad. Respecto al plan de paz original, con su referéndum de autodeterminación, la visión no puede ser más pesimista: "Las Naciones Unidas no podrían celebrar un referéndum libre y limpio cuyos resultados aceptaran ambas partes, y de todas maneras no habría un mecanismo para obligar a poner en práctica los resultados del referéndum. En esta opción, se reforzaría la Comisión de Identificación de la Minurso y, de hecho, aumentaría la magnitud general de la operación".
Dicho de otro modo, la ONU da marcha atrás ante la exigencia de más dinero y más fuerza coercitiva para llevar a cabo el plan de paz concertado hace doce años. Plan que Marruecos ha torpedeado desde el principio, con la aquiescencia tácita de Francia y EEUU y ante la hipócrita y cobarde inhibición de los sucesivos gobiernos españoles. Así pues, el primero y más antiguo camino hacia la paz está hoy prácticamente cerrado y parece muy difícil que el pueblo saharaui pueda ejercer en referéndum su legítimo derecho a la autodeterminación poscolonial.
El segundo camino sería un acuerdo marco que entregaría el Sahara a Marruecos a cambio de cierta autonomía para la región. Es la solución preferida por Mohamed VI, quien en su reciente visita a la zona ha declarado tajantemente que "no renunciará a un solo palmo del territorio del Sahara, inalienable e indivisible". Las finanzas de la ONU también lo agradecerían, puesto que el informe indica que "si el Consejo de Seguridad conviniera en esta opción, sería posible reducir más la Minurso". El secretario general es muy sensible a los costes de la operación, siempre presionado económicamente por EEUU. El Polisario se opone radicalmente a lo que considera una derrota en toda la línea y no podría aceptarla de ningún modo.
La tercera vía, que aparece por vez primera en el documento citado, implicaría la división del territorio en dos: "Esta forma de llegar a una solución política daría a cada una de las partes algo de lo que quiere, pero no todo, y seguiría el precedente, aunque no necesariamente los mismos arreglos territoriales, de la división convenida en 1976 entre Marruecos y Mauritania. Si el Consejo de Seguridad se inclinase por esta opción, la Minurso podría mantener su tamaño actual e incluso reducirse más".
En pura teoría de resolución de conflictos es probablemente la solución más acertada: ninguna parte consigue todo y todas obtienen algo. Pero también para España tiene esta vía algunas ventajas, una vez descartado el derecho a la autodeterminación saharaui. Marruecos no saldría demasiado reforzado de un conflicto donde no ha jugado limpio, evitando crear con ello un peligroso precedente para el futuro de las relaciones internacionales en esta zona. El pueblo saharaui no se vería obligado a considerar el terrorismo como la única salida a una situación desesperada de ocupación ilegal de su territorio, al estilo palestino. Además, al paso del tiempo, una RASD vecina de Marruecos y Argelia podría comprobar por sí misma qué tipo de relación con ambos países resultaría más favorable para sus propios intereses. Marruecos se opone con todas sus fuerzas a esta solución, considera al Sahara como territorio propio y también alega que tal arreglo sería el modo como Argelia crearía un Estado satélite que le permitiría alcanzar la costa atlántica.
El cuarto camino sería poner fin a la Minurso "y reconocer de esa manera que, después de más de once años y después de gastar sumas de dinero cercanas a los 500 millones de dólares, las Naciones Unidas no van a resolver el problema del Sahara Occidental sin exigir que una u otra de las partes, o ambas, hagan algo que no quieren voluntariamente hacer". Esto sería una clara declaración de impotencia que se uniría a la lista de fracasos de la organización internacional. El problema volvería al punto inicial y la situación podría hacerse muy complicada.
En la práctica, las opciones quedan reducidas a dos: o autonomía o partición. Los incidentes diplomáticos hispano-marroquíes se han agravado por el hecho de que España no mostró inicialmente en la ONU su acuerdo con la solución autonómica, que Rabat considera la única aceptable. En el vector de fuerzas establecido en la zona es previsible que la solución final se incline en el sentido en que tiendan, por este orden, los siguientes factores: 1) la política exterior de EEUU y sus intereses en Europa y en el Mediterráneo; 2) la política exterior de la Unión Europea, si se logra una posición común; 3) la persistente rivalidad entre Marruecos y Argelia; y 4) la influencia que Francia ejerza sobre los gobiernos de ambos países.
Hay que reconocer, con cierta amargura, que España, que hasta 1976 fue la potencia administradora del territorio, ha conseguido quedar en un modesto plano secundario en el conflicto que, con su vergonzosa retirada, tanto contribuyó a crear. Los anales de la larga y discutible historia colonizadora de nuestro país se van a cerrar con otro sucio borrón que permanecerá indeleble por los siglos de los siglos
Alberto Piris, General de Artillería en la Reserva
Analista del Centro de Investigación para la Paz (FUHEM