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Internacional

4 de marzo del 2002

Entrevista a Federico Mayor Zaragoza, ex director de la UNESCO
'Los países ricos hemos incumplido todas las promesas'

El País

Federico Mayor Zaragoza (Barcelona 1934), que fue director general de la Unesco de 1987 a 1999, organiza hoy y mañana en la Ciudad Condal un 'foro mundial de redes de la sociedad civil' denominado Ubuntu (en suajili, comunidad, armonía), para coordinar esfuerzos hacia una globalización más solidaria. Entre los participantes, Noam Chomsky, Rigoberta Menchú, Danielle Mitterrand o Mário Soares. Asisten 80 ONG como Caritas Internationalis, Greenpeace, Intermón Oxfam o Comunità di Sant'Egidio. Hay apoyos del Instituto Tecnológico de Massachussets, la Universidad de Columbia y la London School of Economics.

Pregunta. ¿Es el foro de redes una posdata de Porto Alegre?. Respuesta. Porto Alegre ha sido una respuesta clara de la sociedad civil, y culmina un proceso solidario iniciado en Seattle y prolongado en varias cumbres; en la de Génova quedó demostrado que la violencia sólo engendra violencia, y de ahí que el movimiento encarase Porto Alegre para encauzar propuestas pacíficas de ordenamiento democrático del planeta. Pero Porto Alegre, como todo, acaba olvidándose. Por eso Ubuntu aspira a constituirse en un foco que mantenga una coordinación de esa corriente de vida. Y Ubuntu tiene ventajas: puede representar, mediante Internet, a los millones y millones de personas que no tienen acceso a la red. El movimiento mundial por otra globalización es muy diverso, pero puede reflexionar sobre qué tienen en común las organizaciones que lo integran. Y, sobre todo, puede y debe elaborar propuestas.
P. Pero parece que EE UU, tras el 11 de septiembre, no está por la labor de oír propuestas que no sean de apoyos bélicos.
R. Ese endurecimiento viene de antes: desde los años ochenta EE UU se ha negado a firmar o ratificar acuerdos internacionales que podrían desembocar en un mundo más democrático, y cortó los fondos para instituciones como la Unesco. Y con la desaparición de la URSS, queda clara la ambición de poder omnímodo del G-7 [los países más industrializados]. Incluso el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial se han revelado instrumentos del G-7. Pero creo que ahora, tras el 11 de septiembre, EE UU necesita más que nunca saber que los amigos deben criticarle. Europa es aliada de EE UU, pero por eso mismo tiene que disentir: un amigo es el que te dice las cosas. No podemos consentir que una potencia hable de democracia moral y que en realidad quiera que el planeta funcione como una oligocracia internacional. El mejor tributo que podemos rendir a las víctimas de Nueva York es precisamente hacer visible la realidad de un mundo que quiere cambiar.
P. ¿Hay cabida para un cambio de rumbo socioeconómico?.
R. Es el momento. Justamente porque estamos sumergidos, desde el 11 de septiembre, en una economía de guerra: y lo terrible es que no hay economía de guerra sin guerra. Todos, poderosos o no, sabemos que la guerra no arregla nada. Hoy el disentimiento no es sólo posible, sino una exigencia ética.
Hay que volver al espíritu lúcido que hizo que, al acabar la II Guerra Mundial, todos los países decidieran trabajar juntos. Los países ricos hemos incumplido todas las promesas de desarrollo que hicimos a los países pobres. La ONU debe ser el instrumento de regeneración de ese fracaso.
P. ¿Es regenerable una ONU maniatada?.
R. La ONU, evidentemente, requiere una refundación: debe ver reforzados incluso sus mecanismos militares para garantizar el cumplimiento de la justicia. La ONU debe poder hacer realidad la abolición de la pena de muerte, la constitución de un Tribunal Internacional, y el respeto a los acuerdos internacionales en materia de medio ambiente: EE UU tiene que cambiar su oposición sistemática a todos esos objetivos, que simplemente son propios del respeto a los derechos humanos. La ONU debe poder coordinar el esfuerzo colectivo de una auténtica política mundial de desarrollo, focalizada en un plan estricto.
P. Ubuntu tiene en Barcelona como uno de sus temas fundamentales la gobernabilidad democrática de la globalización. ¿Por dónde se empieza eso? R. Creo que el trabajo de coordinación entre redes solidarias proporcionará evidentes resultados. No se trata de ser utópicos, sino de ver que el fracaso del siglo XX ha sido precisamente el de la fuerza. Alardeamos del progreso técnico, pero realmente un 40% de la humanidad no ha podido nunca hacer una llamada telefónica. Ubuntu señala que, si hablamos de globalidad, ya estamos mirando a los demás y hablando con la gente. Democracia es tener en cuenta a los demás. Internet nos da esa oportunidad, porque puede ser un foro de foros, algo que acabe con el silencio y permita ver que, como se dijo colectivamente en Porto Alegre, otro mundo es posible.