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Internacional

27 de febrero del 2002

El poder de la prensa o la prensa del poder


Andrés Cañas
Pantalla de Noticias

En su dilatado andar por las redacciones, Samuel Gelblung acuñó un lema periodístico: "Que la verdad no nos impida hacer la nota". Y en estos días de postmodernismo, neoliberalismo, globalización; la verdad sucumbe día a día en sus intentos loables de impedir la "nota". La realidad irreal estampada en la portada de los diarios y en las pantallas televisivas convierte los genocidios en cruzadas liberadoras, la venganza se disfraza de justicia, el hambre es antesala del bienestar, y se cubre con rubores angelicales el demonio merced a los fracasos de la verdad y a que las "notas" se continúen publicando.
Uno de los periodistas estéticamente correctos de la cadena CNN anunció, hace pocos días, que la crisis económica afloró en Estados Unidos luego del atentado del 11 de septiembre. Otra derrota de la verdad, y esta vez es dramática. Desde hace tiempo la pobreza se cuela por las calles y hogares estadounidenses, el número y porcentaje de pobres es el mayor en la historia norteamericana; 50 mil organizaciones de beneficencia procuran saciar los estómagos de los menesterosos.
En el imperio los seres humanos sufren. Más de un millón de adultos están desnutridos en los dominios de George W. Bush, y más de 30 millones no tienen regularmente otra alternativa que ayunar. La miseria acompaña a millones de estadounidenses como si fuese su sombra; otros, más afortunados, ven como sus salarios se estrellan contra el cemento, en el país de la opulencia y durante las dos últimas décadas los salarios descendieron un 11 por ciento. Otros, más afortunados aún, se aprovechan del crecimiento - en algo más de 20 años- del PBI per capita de un 29 por ciento. El país vive un hecho inédito en su historia laboral, en las dos últimas décadas creció sustancialmente la productividad y descendieron los salarios.
Fábricas sin alma, fábricas robóticas. Nuevas tecnologías, nuevos métodos de producción, viejo y nuevo desempleo masivo, ¿ es qué viviremos en un mundo sin trabajo? Se estima que en los Estados Unidos se podrían eliminar entre 1 y 2 millones de puestos de trabajo por año en lo inmediato. Los males no son para todos; el 1 por ciento que ocupa los peldaños superiores en la escalera social norteamericana incrementó, al comenzar la década de los '90, el doble su riqueza en relación con la ostentada en los '70.
Por ahora el software puede con el cerebro humano. El desempleo afecta a todo tipo de trabajador; 1992 fue un buen año para la economía estadounidense, creció un 2,6 por ciento. Sin embargo, fue un mal año para los trabajadores administrativos y técnicos, 500 mil perdieron sus ocupaciones laborales.
Primavera, en el paraíso monopólico. Trabajadores eventuales, contratados por el corto plazo, flexibilidad laboral, y las empresas logran las ganancias más altas de los últimos 25 años.
¿Dónde están los padres?
En un país donde las raíces del puritanismo se hunden hasta el momento del nacimiento de la nación, ciudadanos, gobernantes y analistas se preguntan si la familia es económicamente viable, al extremo que el 25 por ciento de las familias con hijos menores paradójicamente carecen de padre. Puede más la otra veta de la sociedad norteamericana: la individualista; el varón adulto en soledad eleva su stándar de vida en un 73 por ciento. Sólo, pero con dinero. Las mujeres se tornan previsoras, únicamente el 34 por ciento de los hogares se llenan con voces de niños.
Barrios arbolados, verde, mucho verde, calles y veredas amplias, viviendas elegantes, automóviles confortables, niños y jóvenes que asisten a buenos centros educativos: contorno de la clase media estadounidense, un contorno que se desdibuja. El desempleo atrapó a los hombres de la clase media ,en sus casas y detrás de las cortinas esconden sus vergüenzas cuando los demás trabajan, o procuran olvidar leyendo en una biblioteca pública, o se entretienen realizando tareas domésticas, o huyen a hurtadillas de la zona residencial que fuera motivo de orgullo y signo de distinción; mientras tanto, sus esposas se han incorporado al mercado laboral. Algunos logran nuevos trabajos, eso sí, con una reducción de un 45 por ciento en sus haberes habituales. Aquellos períodos de incrementos salariales anuales, de un bienestar que parecía desconocer horizontes, hoy constituyen angustiantes recuerdos. A todo esto, cuando los hombres de la clase media se esfuerzan por abstraerse paseando el perro, el 0,5 por ciento de los estadounidenses, los muy ricos,se apropian del 37,4 por ciento de la totalidad de los activos empresariales, una fortuna difícil de imaginar en manos fácilmente cuantificables.
Si en la realidad real hay más pobres más pobres, si los salarios están escuálidos, si el desempleo y la precariedad laboral es la situación de ingentes masas humanas; ¿quién compra la fabulosa producción generada por el aparato productivo mundial? ¿Quién se apropia del excedente provisto por una productividad sin par? Los ricos muy ricos, y algunos de sus empleados.
A la guerra
Entonces, para los monopolios, la guerra puede ser una solución. ¿Acaso la economía de los Estados Unidos no ha atravesado sus períodos de auge durante cada una de las tantas guerras que se libraron? El presupuesto federal destina cientos de miles de millones de dólares al complejo militar industrial, se galvaniza el espíritu patriótico de una opinión pública con la que es preciso contar, y se asienta una supremacía militar política en el mundo.
"Poco importa si uno se entera a través de los periódicos locales o los noticiosos de la televisión de que los soldados de la nación están muriendo en el frente de batalla. Pero visual y emotivamente es muy diferente. La gente se preocupa mucho más cuando los soldados aparecen muriendo en el tiempo real de la televisión que cuando esas muertes se retratan en sus periódicos. El resultado ha sido limitar severamente la capacidad de los gobiernos para desplegar sus tropas, incluso cuando las bajas son muy escasas...", dice Lester C. Thurow, diciendo una verdad a medias.
En Estados Unidos, la verdad tiene historia en eso de fracasar al momento de impedir la "nota"; durante la Segunda Guerra Mundial la primera fotografía de un soldado norteamericano muerto se publicó dos años después del ataque a Pearl Harbor. Y desde la prensa, que no ve sus "notas" frustradas, se dan sinrazones para convencer a la nación que hace catarsis de sus agobios internos observando como sus aviones desploman montañas y pueblos.
Hace 10 años la concentración monopólica en los medios de prensa ya daba una idea de la magnitud que cobraría la realidad irreal destilada desde esos medios. El británico Rupert Murdoch poseía el 30 por ciento de los periódicos de su país; en Alemania, la Berteslmann era dueña del 30 por ciento de los diarios; las francesas Hersant y Hachette controlaban el 55 por ciento de los periódicos franceses. Ted Turner decía haber eliminado de la programación de CNN películas y espectáculos en que abunden los ataques crueles, los asesinatos y torturas a hombres y animales; en que la violencia se presenta como parte indispensable de la vida. Eso decía Turner; en parte era verdad, la guerra en CNN nunca aparecería como es en su cruel realidad, el celo es mayor cuando el agresor es enviado desde Washington.
Una urgencia: cambiar
Un aparato gigantesco de papel y ondas televisivas destinado a escamotear el planteamiento de los problemas que obstaculizan, y hasta podrían impedir, un futuro digno para todos. El senador uruguayo Eleuterio Fernández Huidobro lo manifiesta sin retaceos: "Antes de emprender cualquier tipo de proyecto político, hay que discutir qué es desarrollo, qué desarrollo queremos. El capitalismo contemporáneo ha llegado lúcidamente a la conclusión de que el planeta no es para todos, que su promesa: la utopía consumista, es una promesa falsa. Aquello de que si eres eficiente, neoliberal, dejás librado a la mano del mercado las inversiones, ¡ que luego vaya a sobrevenir el bienestar es algo imposible, absolutamente imposible!".
Y continúa. "El desarrollo es una palabra tramposa, el desarrollo es para una minoría. A Cancún, a Punta del Este, a los automóviles cero kilómetros, a los sueldos de miles de dólares, accederán algunos; los demás que se mueran y se están muriendo. Para los excluídos la barbarie, la africanización; antes se creía que la alternativa al capitalismo era el socialismo, hay otra: la barbarie".
Eleuterio Fernández Huidobro propone un nuevo proyecto cultural, una nueva civilización. Una propuesta que no pueden, ni quieren, emular los centros de poder mundial. De allí que camino a la barbarie apelan a la guerra: para incrementar ganancias, para dominar y sojuzgar a los pueblos, para preservar la injusticia. Sus empleados se esforzarán para que la verdad no impida la "nota" y desde la realidad irreal alimentar una ilusoria esperanza.