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Internacional

1 de marzo del 2002

El mundo en un puño

Rafael Poch
La Vanguardia

"La omnipotencia de un solo país no es menos peligrosa para el mundo que la amenaza del terrorismo internacional", dice el analista moscovita Vladimir Slipchenko. "La impunidad", advierte, "es un incentivo para conductas peligrosas". "La lógica de las nuevas "relaciones publicas" estadounidenses nos está acostumbrando a la guerra", a la guerra como medio para "resolver" los problemas globales, ha dicho ésta semana Mijail Gorbachov.
Después de Irak, Yugoslavia y Afganistán, la teoría del "eje del mal", nuevo insulto a la inteligencia, sugiere una serie infinita. Su ley la enunció Madelaine Albright hace dos años."Vamos a poner mucho mas énfasis en organizar las democracias. Los países del mundo se organizarán o bien con nosotros, o bien contra nosotros, pero nosotros seremos el principio organizador", anunció. Los del grupo "contra nosotros" son los candidatos a formar parte del "eje del mal".
Los medios de comunicación, que ignoran desde hace diez años la catástrofe humana de los bombardeos contra Irak, que se tragaron el cuento chino de la "guerra humanitaria (como ahora se tragan la pantomima judicial con Milosevic en el banquillo de La Haya), están asumiendo la nueva propaganda que envuelve la ambición imperial de siempre. No hay nada históricamente nuevo en esa ambición, excepto la escala del poderío desde la que es formulada.
"Ningún imperio, desde el romano hasta el británico, tuvo tal superioridad militar", constata Seumas Milne en "The Guardian". Tras el nuevo incremento de 45.000 millones de dólares en los presupuestos de defensa de Bush, los gastos militares norteamericanos equivalen al 40% de lo que se gasta en defensa en todo el mundo y mas de lo que gastan juntos los 19 mayores países del planeta, recuerda ese autor.
Esa preponderancia militar no se corresponde con la proyección a diez años vista del peso económico de Estados Unidos en el Pib mundial (19%, frente al 16% de la Unión Europea, 15% de la "gran China", etc) y que determina la configuración de un mundo multipolar, es decir con varios centros de poder.
Tampoco cuadra con cualquier idea de democracia global: con menos del 5% de la población mundial, Estados Unidos tiene posibilidad de dictar las normas de conducta al otro 95%. La sospecha que se sugiere es que la hegemonía no respaldada por los números económicos se haga cuadrar por medios militares. La administración Bush, que no se sabe si ganó unas elecciones bananeras financiadas por asuntos como el de Enron, abunda en esa sugerencia, porque es una criatura del complejo militar-industrial.
Slipchenko dice que ha sido "nombrada" por el complejo, y no le falta razón, pues los "representantes militar-industriales" dominan el panorama; el General Colin Powell, el ex Ministro de Defensa de Bush padre, Dick Cheney y el Secretario de Defensa Donald Rumsfeld y su adjunto Paul Wolfowitz, entre otros. Y los que no son "militares-industriales" son "energéticos", como la consejera de seguridad nacional Condoleeza Rice (uno de los superpetroleros de "Exon" llevaba su nombre, hasta que llegó a la administración y el nombre se cambió), o redundantes de ambos sectores, como Cheney.
Su programa es sacar al país de la recesión, resultado del capitalismo especulativo de los últimos treinta años, con sus valores hinchados respecto a la economía real, poniendo como "locomotoras" a lo militar y a lo energético, es decir; la guerra y el despilfarro de recursos agotables.
Donald Rumsfeld explica la clave del nuevo poder militar estadounidense en la, "combinación de la superioridad en el espacio con la superioridad en tierra, mar y aire". Esa superioridad debe incluir la capacidad de librar varias guerras simultáneas en teatros alejados entre si (Irak y Yugoslavia, por ejemplo), lo que ya se ha visto en los noventa.
Como demuestran las campañas militares en Irak, Yugoslavia y Afganistán, el arma central de esa superioridad es la bomba, o el misil, "inteligente", capaz de destruir las infraestructuras vitales de un país en pocos días, sin que las propias tropas corran riesgos. "Necesitamos más de esas armas", dijo Bush en su discurso sobre el estado de la nación del 30 de enero. "Necesitamos hacer nuestro ejército más ágil para poder desplegar nuestras tropas en cualquier parte del mundo con rapidez y seguridad", explicó al anunciar el mayor incremento de presupuestos de los últimos 20 años.
"Para el año 2010 el ejército estadounidense será capaz de luchar contra cualquier país del mundo durante treinta días lanzándole diariamente hasta mil misiles de crucero inteligentes por un valor de un millón de dólares cada uno. Para el 2020 Estados Unidos podrá hacer lo mismo durante 60 días y en el 2030 durante 90", dice Slipchenko.
Condición de este tipo de guerra es disponer de un "mapa", exacto y actualizado de los objetivos de cada país. En los últimos años el espionaje estadounidense se ha ocupado en Rusia de este tipo de cosas. Así lo demuestran varios casos de detención de agentes con aparatos de localización y telemetría "gps" junto a industrias e instalaciones vitales, algunos de los cuales llegaron hasta la prensa. Según un experto, la misión de esos agentes es "ajustar" sobre el terreno las mediciones y cálculos efectuados por los satélites espías.
Las maniobras, que ya se realizan en los estados mayores de Estados Unidos, se parecen a un juego de ordenador en el que introduciendo los datos de cada país se pueden deducir los objetivos, duración y resultados de la campaña.
Los norteamericanos han permitido visitar estos centros a algunos políticos de la Unión Europea, entre ellos, Javier Solana su primer "ministro de exteriores", quizá para convencerles de que nunca podrán ser independientes en el ámbito de la defensa.
Pero para convertir ese tipo de guerra en un sistema global, se necesita una red de 200 satélites de 50.000 millones de dólares. Según Slipchenko, los estadounidenses deben retirarse del acuerdo ABM de 1972 (un impedimento a la militarización del espacio) precisamente para completar esa red sin trabas de ningún tipo y tener al mundo, tecnológicamente, en un nuevo puño militar.
En Moscú, la reciente campaña militar en Afganistán ha dado que pensar. "En mes y medio y sin apenas bajas, han logrado los objetivos políticos y estratégicos que la Urss no logró alcanzar perdiendo 14.000 soldados durante diez años", constata Slipchenko.
En este contexto, el gobierno ruso ha aprobado en enero un modesto, pero significativo, incremento de su financiamiento al sector industrial-militar, en lo que parece un indicio de estrategia de defensa a largo plazo. Actualmente mas del 80% de las armas del ejército ruso son vetustas, y, aunque cualitativamente el ejército ruso nunca fue muy eficaz, lo que se ve en la campaña chechena desde 1994 sugiere una completa incapacidad para resolver su cometido.
El incremento será del 40% en la financiación del sector de la defensa, dijo el ministro Ilia Klebanov, responsable del sector industrial-militar. La inversión se dirigirá, fundamentalmente, a la investigación, diseño y elaboración de una nueva generación de armas, informa "Izvestia", y no producirá resultados hasta dentro de ocho años, lo que el diario califica como, "una inversión en futuro".
En cuanto a armas "inteligentes", Rusia no va por detrás de Estados Unidos, ha fanfarroneado ésta semana el ministro de defensa ruso, Sergei Ivanov. "En ese ámbito mucho depende de la financiación, pero no todo", ha dicho. "Pese a los desórdenes de los últimos años, tenemos muchos buenos proyectos elaborados, mucho mas baratos y mejores que su equivalente occidental, que pueden ser utilizados tanto por las tropas de tierra como por las aéreas. Tenemos esas armas inteligentes".
Con su ejemplo y su ambición de tener al mundo en un puño, Estados Unidos está fomentando una carrera de armamentos, no ya con Rusia, que manifiestamente no puede seguir tal ritmo, sino con todos los que un día u otro pueden figurar en la lista de los geniales dirigentes de Washington. La apuesta ya no es el arsenal nuclear, sino las armas "inteligentes". El sentido de la militarización del espacio está en esas armas.