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Internacional

19 de marzo del 2002

Cumbre de Barcelona
Las izquierdas, las narices

Eduardo Haro Tecglen
El País

Aquí dice 300.000 y allí 200.000; en el otro, que 250.000. Uno dice que fue pacífico, otros destacan violencias. Oigo que Francia ha conseguido reformas sociales que atenúan la dureza de las liberalizaciones del 'trío del mal' (Berlusconi-Aznar-Blair); pero más lejos, que Francia ha tenido que ceder a la privatización de la electricidad. Aznar dice que España ha dejado de ser una isla, cosa que no ha sido nunca, y que es más europea, y lo ha sido siempre. La ventaja de la prensa libre es que se puede elegir la que coincide con su libertad personal: si sabe cuál es. En la ciudad cercada, en la Barcelona policiaca y militarizada, pasaban dos acontecimientos: uno me importaba poco, la cumbre de la Unión Europea, y otro mucho: las manifestaciones contrarias.
No es que no me importe la UE, que claro que es trascendental: es que sus acuerdos y desacuerdos están trazados de antemano y lo demás es exhibición: fingir que se discute, que se cede, que se acepta o se niega. Es un parlamento; y los parlamentos ya no son lo que eran.
Un par de siglos, unas cuantas guerras y los inventos de armas nuevas los han convertido en cartón piedra. Por eso los de la calle salen a la calle. Del mundo de la posguerra pasada hasta el nuestro -o el de ellos: el de ahora- han sucedido muchas cosas. Y más van a pasar. La conferencia de Barcelona es inoperante. Quedan los chascarrillos: que si empujaron en televisión a Solana para que hablara Cabanillas, por ejemplo, o cómo se disfrazaban los policías que provocaban en Barcelona. Bah, cosas divertidas. Pero los 300.000 -adopto esa cifra porque es la de mi periódico- tenían unos lemas. El centro era la 'Campaña contra la Europa del capital' y la concentración sindical: en términos clásicos, el trabajo equilibrando al capital. Desde el rechazo al Plan Hidrológico pasando por la liberalización de la marihuana para llegar al apoyo a los palestinos. Y la exaltación del pacifismo, hasta el punto de que hubo un pacto de Batasuna y la policía para aislar a los violentos. Estoy citando datos de este periódico. El trabajo femenino, los inmigrantes, la educación... O sea, la izquierda. Izquierda es una palabra como nariz; se puede decir las narices, las izquierdas. Lo que no se puede negar, hoy, es que existen.