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Internacionales

26 de enero del 2002
Editorial de Liberación
Una matufia gigantesca

Liberación

La quiebra hace pocas semanas atrás de una de los más grandes pulpos de la industria energética de los Estados Unidos y del mundo, la empresa Enron, es uno de los hechos más escandalosos de los últimos tiempos no sólo por sus implicancias económicas, sino también por las políticas en la cima del poder en Washington, desde donde se domina al mundo.
En diciembre Enron tuvo su colapso y comunicó que suspendía todos los pagos, como forma de encubrir lo que era en realidad la quiebra misma. Hasta entonces esta compañía, que se había hecho en pocos años con el control de una parte casi mayoritaria del mercado energético norteamericano y extendido hacia otros sectores económicos más con una voracidad indetenible, había sido ubicada por la revista Fortune en el séptimo lugar entre las 500 empresas más grandes del mundo. Había surgido en 1985 de la fusión de dos compañías petroleras tejanas y tuvo un explosivo desarrollo a partir de la liberalización del sector de la energía de EE.UU. que impulsaron Reagan y Bush padre, de forma tal que Enron se hizo dueña no sólo de la comercialización del petróleo, sino además de todo lo que fuera comprable y vendible: electricidad, agua, metales, plásticos, papel, seguros crediticios y hasta banda ancha de Internet. Es decir, hizo suyo uno de los preceptos fundamentales del credo neoliberal, de que las compañías podían olvidarse de tener sus activos sólidos y crear una burbuja de especulaciones financieras y de "nuevos" mercados. Todo ello conseguido a base de amistades personales que van desde el mismo George W. Bush (ya desde el tiempo de que era gobernador de Texas), su vicepresidente Dick Cheney e incluso Karl Rove, estratega de Bush en el tema energético y que tenía inversiones en Enron, o el caso del principal consejero económico presidencial Lawrence Lindsey, que recibía 50 mil dólares anuales como miembro de su consejo consultor y lo percibió durante toda la campaña electoral de Bush El mismo Donald Rumsfeld, jefe del Pentágono, (ese que ahora desde el pasado 11-S está todos los días en la televisión), también tenía sus acciones en Enron.
Se sabe ahora, que al menos una treintena de miembros del gobierno de Bush tenían inversiones o prestaron servicios a Enron, lo que muestra la estrecha relación de la compañía con Washington. A tal punto que primero, la Enron financió con donaciones la campaña electoral republicana que le dio el gobierno a Bush (también por las dudas le pasaba dólares a la de los demócratas); y segundo, se aseguró que en mayo del año pasado cuando se presentó la política energética, sus intereses estuvieran contemplados, después de que el presidente del pulpo, Kenneth Lay y otros altos jerarcas, mantuvieran más de una docena de reuniones con el mismo Cheney. A tal punto Enron trabajó, que fue la compañía más beneficiada por la nueva ley.
Al final todo explotó, porque la Enron perdía en especulaciones y malas inversiones de millones de dólares, lo que la contabilidad "oficial" se preocupaba en ocultar al público para dar la imagen de que todo iba viento en popa y seguir manteniendo en la Bolsa un sitial privilegiado. Finalmente en octubre, el mismo Lay tuvo que salir a decir que «lamentablemente» habían realizados operaciones donde en principio, perdieron más de 2 mil millones de dólares. Entonces fue que las cotizaciones de la Enron se vinieron a pique, y ahora todos exigen ver los misteriosos libros de contabilidad de Enron.
Toda esta historia, es un ilustrativo ejemplo de la moral política que guía y anima a los habitantes de la moderna Roma y que está inspirando a otros "demócratas" internacionales. La quiebra hace pocas semanas atrás de una de los más grandes pulpos de la industria energética de los Estados Unidos y del mundo, la empresa Enron, es uno de los hechos más escandalosos de los últimos tiempos no sólo por sus implicancias económicas, sino también por las políticas en la cima del poder en Washington, desde donde se domina al mundo.

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