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Internacional

2 de septiembre del 2002

EE.UU: Irrelevancia progresista

Anis Shivani
Counterpunch
Traducido para Rebelión por Germán Leyens

Mientras los progresistas continúen basándose en las premisas básicas de que la "guerra contra el terrorismo" –que es una "guerra" y que la estamos librando contra el "terror"- estarán entablando una batalla perdida. Si las voces que ponen en duda la realidad fundamental de los eventos continúan aisladas –voces como la de la recusada Cynthia McKinney— estaremos condenados a una era de silencio total. Los dictadores en Washington están muy apresurados por eliminar las libertades de este país y por aletargarnos ante un nuevo militarismo de EE.UU. Si los progresistas los tratan como actores políticos que se ajustan a las reglas normales del enfrentamiento liberal, continuarán cegados ante las próximas sorpresas en preparación.
Después del 11-S, muchos comentaristas progresistas estuvieron de acuerdo en la necesidad de mayor seguridad en los aeropuertos, más escrutinio de los que dejamos entrar al país, y más controles de los que están en el interior. ¿No habría que reformar el disfuncional departamento de inmigración? ¿Debiéramos realmente sospechar a la abuela de 80 años de Iowa igual como al varón del Oriente Próximo? Molly Irvins escribió el 15 de noviembre, "Si tiene alguna duda, sujétenlos –está bien". Hay un desarrollo evidente de la elusiva ansia de seguridad al temor rampante que puede ser explotado para aniquilar nuestra libertad. Justo después del 11-S fue el momento adecuado para poner en duda –a pesar del temor de ser llamado antipatriótico, de ser calificado de suficientemente desalmado como para no compartir el dolor de tantos –y contradecir abiertamente la versión oficial, en lugar de aceptar formas menos insidiosas de racismo.
El Wall Street Journal informó el 8 de agosto que el Departamento de Justicia planea la detención de más ciudadanos estadounidenses como combatientes enemigos. Podría ser cualquiera de "nosotros". La reciente reunión anual de la Asociación de Abogados de EE.UU. estuvo absorta en como se pone por el suelo la Constitución y la Declaración de Derechos. Los abogados se quejaban, pero podrían declarar que cualquiera de "nosotros" es un combatiente enemigo, y no tendríamos derechos. Parecieron tranquilizados cuando el gobierno nos reaseguró que después de todo los tribunales militares eran sólo para no-ciudadanos. Una vez que uno va por la resbalosa ladera de aceptar la premisa básica –que alguna persona en el suelo de EE.UU. pueda ser detenida sin debido proceso en el sistema judicial normal –entonces la secuencia es inevitable, de sospechosos de ser terroristas a extranjeros ilegales, a ciudadanos de tez oscura, a todos "nosotros".
Desde la apocalíptica noche de la elección de 2000, cuando Bush estaba acurrucado junto a su horripilante madre y padre, y Gore dijo que el hermanito Jeb le había asegurado que el estado de Florida estaba en sus manos, tal vez nada ha dado una impresión igualmente calamitosa como cuando se amañó la remoción de la congresista McKinney. Tuvo la audacia de dudar de la realidad del evento que creó la base de todo el asunto, el conocimiento previo de Bush del 11-S, y las ventajas económicas que obtuvieron sus amigos. Así que bombearon dinero desde fuera del estado, crearon un candidato "democrático" viable, acusaron a McKinney de recibir dinero de terroristas (si alguien recibe dinero de árabe-estadounidenses, ¡está liquidado!), ¡y desaparece una representante saliente de un distrito negro re-elegida cinco veces! ¿Cómo se combate algo semejante con las reglas normales de la política? Es una nueva era, y la gente se engaña si piensa que jugando según las reglas que valen para ellos va a lograr que esta pandilla se vaya. Si es necesario, simplemente se roban las elecciones.
Los progresistas proclaman que la guerra contra Irak aún puede ser detenida; basta con escuchar sus voces. El fraude corporativo va a conducir a que se vuelvan a escribir las reglas fundamentales del juego. Robert Reich puede conducir una campaña progresista a la victoria en Massachussets, estableciendo un modelo para el resto del país. La oposición del Partido Verde mantendrá la honradez de ese rompedor de promesas al final de su período. La verdad es que una vez que los progresistas apoyen vigorosamente a un candidato -Villaraigosa en Los Ángeles o Green en Nueva York - ¡podría convertirse en el beso de la muerte! Es tan fácil dividir a los votantes negros, judíos e hispánicos. Los progresistas no han encontrado una manera de enfrentar esta manipulación racial. Ruy Teixeira y Joel Rogers nos aseguraron hace un par de años que el nuevo progresivismo iba a ganar –sin adoptar posiciones que pudieran ofender a nadie.
¿Pero qué han hecho los progresistas en el Congreso? Paul Wellstone votó a favor de la Ley Patriota, junto con otros 97. (¿Se acuerda alguien de fuera de Minnesota de su apariencia? Desde luego, si se le hubiera visto recientemente en la escena nacional, significaría con seguridad que estaba perdido, como McKinney.) Russ Feingold, el solitario resistente del Senado contra la Ley Patriota, recomendó la confirmación de Ashcroft-Himmler porque quería presentar una "rama de olivo" al presidente. Feingold respetó la tradición de que no había que rechazar a miembros del gabinete por motivos ideológicos, argumentando que "no debiéramos comenzar ahora". Pensó que el comité judicial debiera controlar a Ashcroft –así no marchan las cosas cuando se trata de esta pandilla.
Maxine Waters realizó su foro sobre la brutalidad policial en Inglewood el 19 de agosto –pero no se la ha visto demasiado durante el año pasado. ¿Puede sorprender que Jesse Jackson, Jr. parezca estar enclaustrado, probablemente petrificado por la cólera de la derecha que recayó en su padre? Recientemente, en Hardball, Dennis Kucinich, el presidente soñado de Studs Terkel, se deshizo en intentos de tranquilizar al antiguo zar de las drogas Barry McCafferey. ¿Qué hay de malo en decir que se está "contra la guerra," especialmente si se ha hecho una reputación impulsando un Departamento de Paz?
¿Así que, a quién buscamos para que hable claro? Al gran defensor de las libertades constitucionales, Bob Barr, por supuesto –con la excepción de que también se ha ido. Trató de oponerse a que se eliminara Posse Comitatus, se opuso a la tarjeta nacional de identidad. Igual que Dick Armey, el otro gran defensor de la libertad. Armey, en vías de jubilación, ha protestado contra la tarjeta nacional de identidad y TIPS, y la guerra contra Irak en términos que ningún líder democrático ha igualado. El senador Biden sólo quería sacar su tajada, sentir que ha sido "consultado" cuando sea la hora de la decisión.
La izquierda está hecha jirones. Christopher Hitchens comenzó una pelea con Chomsky y otros que consideró estaban "racionalizando" el terror y que eran blandos con el "fascismo islámico". Denunciando las "simpatías fascistas de la izquierda blanda," Hitchens escribió que "por lo menos los misiles lanzados por Clinton no estaban repletos de pasajeros". Se tragó la base lógica de la administración de que hay un odio inherente a las libertades occidentales: "Lo que ellos [los fascistas islámicos] odian en 'Occidente'... son... sus mujeres emancipadas, su investigación científica, su separación de la religión y el estado". Hitchens olvidó a los verdaderos fascistas en casa. Acepta las presuposiciones básicas de la guerra contra el terrorismo. ¿Cómo se puede separar la causa y el efecto, a "nosotros" y "ellos," cuando nosotros creamos, en gran parte, el Islam político porque no nos gustaba el nacionalismo árabe o el socialismo árabe, ni siquiera el liberalismo árabe?
Richard Falk escribió después del 11-S que "la guerra en Afganistán contra el terrorismo apocalíptico se califica... como la primera guerra verdaderamente justa desde la II Guerra Mundial." Todavía el 24 de diciembre, Falk seguía escribiendo las siguientes ingenuas palabras: "La presidencia Bush ha... reconocido con claridad el desafío y ha movilizado a la sociedad para una lucha necesaria y prolongada. Definió... la misión en relación con el terrorismo en vez del Islam e hizo un serio esfuerzo por reasegurar a la minoría musulmana en EE.UU. de que se protegería sus derechos." ¿Sigue pensando lo mismo, ahora que estamos en un pie de guerra perpetua para rehacer el mundo? Un llamador recientemente preguntó a Ralph Nader en C-Span si pensaba que el 11-S hubiera sucedido si Gore hubiese sido presidente. Actuando sorprendido, Nader se preguntó si el llamador implicaba que Bush había tenido algo que ver con el 11-S.
La izquierda está masivamente intimidada; se agazapa de miedo bajo la trampa de la congoja, no quiere que nadie se la gane en el derrame de lágrimas. Una vez que los progresistas aceptan que tenemos que hacer algo para reaccionar ante el "terror" (incluso si es sólo proporcional y justificable), el juego se acabó efectivamente. Decir que el 11-S fue el mayor espectáculo jamás montado ofendería al coro, acostumbrado a escuchar reconfortantes clichés multiculturales y el constante tamboreo de la esperanza –una reordenación progresista de las prioridades está a la vuelta de la esquina.
Así que mientras en Crawford Bush y compañía complotan para una doble sorpresa de octubre –guerra contra Irak y terror en el interior- más vale concentrarse en las estrellas liberales ascendientes en la galopada hacia el Congreso (incluso si todo eso puede cambiar en un instante, bajo las nuevas reglas posmodernas de enfrentamiento –un punto que la izquierda populista común parece incapaz de comprender) o en la aprobación de reformas para combatir el fraude corporativo.
La izquierda no comprende que los términos del debate han cambiado. No se compite contra Hitler con gentiles argumentos, basados en la esperanza de que las cosas cambiarán suficientemente pronto si se da suficiente oportunidad a que la política liberal se imponga. Harán todo lo necesario por trampear hasta que McKinney deje de existir. Y ésa es la suerte que espera a todos los críticos, porque los progresistas ayudaron a que fuera inaceptable que se dude que hay una "guerra" contra el "terror".
Para algunos en la izquierda, decir que esto tiene que ver con petróleo es demasiado fácil; y lo mismo si se subraya la conexión Carlyle. Se trata de algo mucho más tenebroso en el alma estadounidense. Es el motivo por el cual este ataque contra la humanidad es tan cautivador, por qué tiene es tan popular entre los agitadores de banderas. Hasta que los progresistas lleguen a comprender esta fuerza oscura, tendrán poco efecto en la sensibilidad estadounidense.
Al rechazar como "teorías conspirativas" las revelaciones sobre el conocimiento previo y la complicidad del gobierno, para preservar sus credenciales racionalistas, la izquierda ha otorgado credibilidad al instrumento que lo posibilitó todo. Es una jugada perdedora. La forma de comprender la presidencia de Bush es considerarlo como un enérgico dictador decidido a hacer el mayor daño lo más rápidamente posible, no como un incompetente bobo derechista que tuvo la suerte de llegar a la presidencia por algunos contratiempos en Florida. Pero la izquierda todavía no ha aceptado esta verdad básica; y por ello sus argumentos y recetas son deficientes. ¿Sería imposible que Bush –durante una emergencia, por cierto- liquidara la Seguridad Social y Medicare [atención sanitaria] tal como los conocemos? El mercado bursátil no va a estar siempre abajo. La idea no se va, pero la izquierda se tranquiliza pensando que Bush jamás podrá arriesgarlo ante la gente. Lo hará. La izquierda piensa que Bush es un idiota. Lo es, pero sólo en el sentido de que no es intelectual. Es el fascista más astuto que ha aparecido en mucho tiempo, y ha sido más hábil que la oposición. A cada paso de esta dictadura en desarrollo, la izquierda ha estado un paso atrás; ¿quién es el de percepción más lenta? Los grupos que dejaron que Hitler tomara el poder pensaban que lo podrían controlar; uno tras el otro, Hitler probó que todos estaban equivocados.
Lo que tiene que preguntar la izquierda es: ¿Se librará de Bush el proceso político ordinario, puede retardar su ataque? Si la respuesta es positiva, considere la evidencia A: Cynthia McKinney. Si es negativa, ¿entonces cuál es la estrategia alternativa? Si el activismo normal contra la guerra, tal como hubo durante Vietnam, no funciona como una analogía practicable, ¿por dónde ir? ¿Se desafía a un dictador fascista con reuniones y manifestaciones (es decir, si la gente no tiene miedo de terminar en prisión)? ¿Continuará la izquierda subestimando la sagacidad de Bush? No fue sólo el accidente de las pestañas colgantes de las cédulas de voto y las cédulas mariposa que permitieron que los hermanos Bush manipularan el resultado a su favor. La izquierda no quiere dudar de la legitimidad del proceso político, así que lo trata con cuidado. La identidad política desde la izquierda, con sus pocas acciones cuidadosas hacia la inclusión de progresistas suburbanos en una estrategia económica que no enajene a nadie, tiene problemas para enfrentar la subida vertiginosa del fascismo. ¿Se confronta al fascismo con alternativas suaves, centristas? Durante demasiado tiempo la izquierda ha alentado la cultura del miedo para impulsar su agencia social. Ahora los fascistas se están apropiando fácilmente de este vocabulario.
Si la izquierda disputara radicalmente las asunciones oficiales, se embarcaría por un camino que no ha sido realmente considerado. Su diagnosis del problema cambiaría. Tendría que formular esta incómoda pregunta (que no conduce exactamente a permitir que uno siga siendo un experto en Fox o en MSNBC): ¿Cuál es el papel de la oposición liberal durante una dictadura fascista?
¿Adónde nos va a conducir tanto cuidado? Si sólo hubiera habido más voces como la de McKinney desde el comienzo, no hubiera sido tan fácil presentarla como una lunática marginal. ¿Son los progresistas de hoy muy diferentes de los medios de masas que se jactaron después de la elección robada de que "el sistema funciona", sólo porque no había tanques por las calles?
29 de agosto de 2002
Anis Shivani estudió economía en Harvard, y es autor de dos novelas, "The Age of Critics" y "Memoirs of a Terrorist". Su correo es: Anis_Shivani_ab92@post.harvard.edu