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Internacional

16 de septiembre del 2002

Bush en la ONU: "Diplomacia" en la era del imperio de EE.UU

Robert Jensen y Rahul Mahajan
Media Monitors Network
Traducido para Rebelión por Germán Leyens

En la era del imperio estadounidense, la imagen de la diplomacia es la siguiente:
Después de meses de claras expresiones de desprecio al derecho internacional y de desinterés por las opiniones de otras naciones (aliados y enemigos por igual), el presidente de EE.UU. se dignó a aparecer ante las Naciones Unidas el 12 de septiembre. En el tono autoritario de un padre enojado reprimiendo a un niño molestoso, George Bush explicó que le gustaría hacer la guerra con el endoso del Consejo de Seguridad pero que no considera que dicho endoso sea necesario. Las Naciones Unidas pueden jugar un papel, concedió el presidente, pero si toman la decisión errónea, será "irrelevante".
Al emperador lo aplaudieron por esta cínica maniobra, en casa y en el extranjero. Por este abandono de todo compromiso real hacia el multilateralismo, todos elogiaron a Bush, el Nuevo Multilateralista.
Esto tiene implicaciones aterradoras, a largo y a corto plazo, pero por lo menos ahora todo el mundo lo sabe. La aprobación del Consejo de Seguridad de la ONU y del Congreso serán más fáciles de conseguir después de la piadosa postura de Bush.
Los líderes del mundo, evidentemente desesperados por salvar un poco de dignidad ante la condescendencia del presidente, sugirieron que este descarado rechazo de todo rol para las Naciones Unidas que vaya más allá de lo cosmético es un paso "positivo" (el Primer Ministro noruego Kjell Magne Bondevik); que mostraba cómo Bush había reconocido el "papel central" de las Naciones Unidas (el Ministro de Relaciones Exteriores de Francia, Dominique de Villepin).
Mientras tanto, en la patria, los políticos se abalanzaron sobre los micrófonos para declarar que el discurso había sido "brillante") el senador Joe Biden, demócrata) y "una acusación poderosa y convincente contra Sadam Hussein y contra la grave amenaza que representa" (senador Joseph Lieberman, otro demócrata). El hecho que Bush no haya presentado ninguna nueva evidencia o argumentos mientras "exponía su caso" parecía importarle poco a Lieberman, ni a ningún otro.
Tal vez el momento más revelador del discurso fue cuando Bush dijo que quería que las Naciones Unidas fueran "efectivas, y respetuosas, y exitosas". Un texto enviado por Associated Press casi de inmediato después del discurso de Bush (una copia anticipada entregada por la Casa Blanca, suponemos) utiliza la palabra "respetadas" en lugar de "respetuosas". ¿Quería decir Bush que esperaba que la ONU fuera respetada? ¿O quería decirle a la ONU que su efectividad y éxito dependían de que se mostrara respetuosa (hacia Bush y EE.UU., suponemos)? ¿Fue un lapsus freudiano, o una decisión consciente?
Tal vez no importe, porque el resto del discurso fue inequívoco. El imperio ha notificado que el organismo rector del mundo puede actuar de acuerdo con los deseos del imperio, o echarse atrás y contemplar como el imperio hace su trabajo.
El trabajo, por supuesto, es el sangriento trabajo de la guerra contra Irak.
En los próximos días, los diplomáticos de EE.UU. impondrán una resolución del Consejo de Seguridad que dé a Irak un tiempo específico (probablemente no más de unas pocas semanas) para abrirse a una inspección de armas ilimitada de una intrusión sin precedentes o que confronte una acción militar. Si Irak se niega, la guerra vendrá antes. Si acepta las inspecciones, la guerra será más adelante, después que Estados Unidos encuentre un nuevo pretexto. Pero Bush –junto con Cheney y otros en la administración- han dejado bien claro que la guerra vendrá, con o sin inspecciones.
El caso de Bush contra Sadam Hussein se basa en la indiferencia del líder iraquí hacia las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU que llaman a Irak a desarmar y a respetar los derechos humanos. Es ciertamente verdad que el régimen iraquí ha denegado desde hace tiempo los derechos políticos y humanos a sus ciudadanos (incluyendo la época en la que Hussein era un estimado socio de EE.UU.). Y, aunque no hay una evidencia clara del estado actual de las armas de destrucción masiva de Irak, es plausible que Irak ha intentado de reconstituir algunos de esos programas.
Aunque gran parte de la retórica de la administración es recargada –llegando a veces a la histeria en sus afirmaciones de que Sadam va en camino hacia un ataque nuclear contra Estados Unidos- no cabe duda que el régimen iraquí es una amenaza, para su propio pueblo en la actualidad y posiblemente para la región en el futuro.
Bush señaló que Hussein ha utilizado armas químicas en la guerra contra Irán y los ciudadanos kurdos en Halabja, pero no mencionó que en esa época era un aliado de EE.UU.; Hussein se atrevió a utilizar esas armas sólo cuando tenía a Estados Unidos para que lo protegiera de una seria sanción internacional, como lo hicieron los funcionarios de EE.UU. en su época.
El Irak de Hussein se ha negado a cumplir en su integridad con las resoluciones del Consejo de Seguridad, pero no se puede pretender que sea el único que lo hace. No es ningún secreto que Israel viola las resoluciones del Consejo de Seguridad, entre otras SCR 242 que llama a retirarse de Cisjordania y Gaza. Treinta y cinco años más tarde, la respuesta de EE.UU. a esa violación sigue siendo una masiva ayuda económica y militar que permite que Israel continúe con su desafío.
Como miembro permanente del Consejo de Seguridad, Estados Unidos tiene derecho a vetar resoluciones que no le satisfacen. Aunque la invasión ilegal de Panamá por EE.UU. en 1989 provocó condenas en todo el mundo, no se aprobó ninguna resolución del Consejo de Seguridad que llamara a que EE.UU. se retirara, por lo tanto no fue necesario que EE.UU. violara una tal resolución.
El tema no ha sido nunca si Sadam es un buen tipo, sino cómo confrontar su régimen. La estrategia de EE.UU. hasta ahora –bajo Bush I, Clinton y Bush II – ha sido ofrecer castigos en lugar de incentivos.
Comenzando con el primer Presidente Bush y continuando durante los años de Clinton, EE.UU. exigió que Irak cumpliera con las inspecciones de armas, pero también dijo que incluso si las inspecciones documentaban que Irak estaba libre de armas de destrucción masiva, las sanciones económicas podrían seguir vigentes "perpetuamente". En otras palabras, el mensaje a Hussein ha sido: Cumpla con las reglas, pero el castigo no terminará jamás.
Finalmente, después de manipular el proceso de inspección para provocar una confrontación con la exigencia de que se diera derecho a inspeccionar sitios conflictivos, los inspectores fueron retirados por orden de EE.UU. –no expulsados por Irak- en diciembre de 1998, justo antes de que EE.UU. lanzara ataques con misiles crucero contra Irak. No puede sorprender, por lo tanto, que Irak no haya estado ansioso de permitir que retornen los inspectores, especialmente después de la revelación de que era verdad lo que Irak había afirmado durante mucho tiempo– que EE.UU. había utilizado inspectores para espiar contra el régimen iraquí.
Bush I y Clinton han hablado siempre de "cambio de régimen," pero después del 11 de septiembre de 2001, Bush II subió la apuesta inicial indicando abiertamente que ese cambio probablemente ocurriría mediante una guerra de EE.UU. Estados Unidos continuó exigiendo inspecciones mientras decía al mismo tiempo que incluso un informe perfectamente limpio de las inspecciones no disuadiría a Estados Unidos de intervenir directamente para derribar a Hussein. En otras palabras: Cumple con las reglas, pero te vamos a bombardear igual.
Sadam Hussein es un matón, pero incluso un matón puede ver lo que es obvio. Es evidente que a Hussein le preocupa más su propia supervivencia, y hasta la fecha Estados Unidos le han dado todos los motivos para continuar por el camino del desafío. Si a alguien se le dice que la nación más poderosa del mundo le va a hacer la guerra no importa lo que haga, ¿qué incentivo existe para otra cosa que el desafío y la preparación para la guerra?
En esto, probablemente lo único que Bush y Hussein tienen en común –fuera de un desprecio compartido por las Naciones Unidas- es un deseo de guerra. Se puede suponer que Hussein no considere que le queda otro camino.
El motivo por el que Bush –y con él un cierto estrato de las elites de EE.UU.- pueden desear la guerra es igualmente claro: las reservas petrolíferas confirmadas de Irak son las segundas del mundo, directamente después de las de Arabia Saudí. Después de aguantar a Hussein durante más de una década después de la Guerra del Golfo, los halcones estadounidenses piensan que el momento es oportuno para ir más allá de la simple "contención". El derrocamiento de Hussein y su reemplazo por un líder servil según la línea de Hamid Karzai (el títere seleccionado cuidadosamente por EE.UU. para Afganistán) permitirá una ocupación militar indefinida y consolidará aún más el control de EE.UU.
Al forzar una tal guerra contra Irak dentro de la rúbrica de la "guerra contra el terrorismo" se hace más fácil vendérsela a un público de EE.UU. atemorizado por la realidad del terrorismo y la retórica de la administración Bush. El resto del mundo (probablemente con la excepción de Tony Blair) no es engañado por esa retórica, pero a los de Washington no les preocupa mucho el resto del mundo. Las antiguas ideas de construir coaliciones son poco atractivas para los funcionarios del imperio cuando piensan que pueden hacer las cosas solos; como lo ha dicho Donald Rumsfeld, "La misión debe determinar la coalición. La coalición no debe determinar la misión." Otras naciones podrán expresar sus preocupaciones, pero a fin de cuentas, la fuerza es lo que importa.
Bush dijo que Estados Unidos "no tiene problemas con el pueblo iraquí, que ha sufrido durante demasiado tiempo." El problema es que no tiene problemas con ellos y tampoco se preocupa por su suerte. Suponiendo que Hussein no va a hacer simplemente sus maletas e irse cuando lleguen las fuerzas de EE.UU., es sensato suponer que habrá una guerra de una cierta duración y que los militares de EE.UU. utilizarán sus tácticas preferidas –bombardeos a gran altura para "ablandar" la superficie antes de que entren las tropas terrestres, que garantizan grandes cantidades de víctimas civiles; el uso de armas indiscriminadas como las bombas de dispersión; y el deliberado ataque contra infraestructuras civiles como ser plantas de energía eléctrica y de aprovisionamiento de agua. No se sabe si los militares descubrirán búnkeres subterráneos iraquíes que sólo pueden ser alcanzados con ojivas nucleares tácticos "revienta búnkeres".
Un ataque contra Irak no tendrá nada que ver con la derrota del terrorismo. No tendrá nada que ver con la liberación del pueblo iraquí. Y tendrá sólo una relación marginal con las armas de destrucción masiva.
Pero sí será una guerra para extender y profundizar el control de EE.UU. sobre el Oriente Próximo rico en energía, la fuente más importante de poder estratégico para un mundo industrial que depende del petróleo.
Bush y otros en su administración han dejado en claro desde hace algún tiempo que desean desesperadamente esta guerra. Muchos en el movimiento contra la guerra se han sentido desesperadamente solos en su esfuerzo por detenerla.
Después de la actuación de Bush ante la ONU, quedó en claro que, en cierto modo, estamos solos. Otros países han indicado que no se arriesgarán para desbaratar los planes del imperio. Políticos estadounidenses han mostrado que no se pondrán a la cabeza de un desafío a un presidente imperial.
El peso de la acción por detener esta guerra del imperio reposa donde siempre ha estado, sobre los hombros de los ciudadanos del imperio que estén dispuestos a organizarse en su contra.
14 de septiembre de 2002
Robert Jensen es profesor de periodismo en la Universidad de Texas y autor de "Writing Dissent: Taking Radical Analysis from the Margins to the Mainstream" / Su panfleto [en inglés] "Citizens of the Empire: Thoughts on Patriotism, Dissent, and Hope" puede ser bajado gratuitamente en http:// www.nowarcollective.com/citizensoftheempire.pdf Rahul Mahajan es un doctorando en física. Ambos son miembros del comité coordinador de la Red Nacional para Terminar con la Guerra Contra Irak.
by courtesy & © 2001 Rahul Mahajan and Robert Jensen