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Internacional

25 de septiembre del 2002

La idea de democracia y el ideal del socialismo

Cliff Durand
Rebelión
Traducido para Rebelión por Germán Leyens

Como todos sabemos, hay numerosos conceptos diferentes de democracia. Pero muchas de las diferencias entre ellos, provienen en realidad de los distintos medios para llegar a la idea de democracia. Lo que quiero presentarles es lo que considero como el núcleo de la idea de democracia; y es lo siguiente: democracia es la posibilidad de que se tomen decisiones colectivas respecto a una acción colectiva por el bien común.
Debiera comenzar por señalar que esta idea es todo lo contrario del concepto de democracia que se encuentra en la conciencia popular de EE.UU. de hoy. En la democracia de EE.UU. se piensa a menudo que la libertad del individuo se demuestra al decidir por sí solo sobre sus acciones para lograr sus propios objetivos. Aunque yo estaría de acuerdo con que una semejante libertad individual tiene un lugar importante en una sociedad democrática, la democracia no es idéntica con el individualismo. Repito, la democracia es la posibilidad de la decisión respecto a una acción colectiva por el bien común.
Esa idea común de la democracia es utilizada actualmente por la derecha política en EE.UU. para legitimar ideológicamente el papel de laissez faire del gobierno mientras desmantela los proyectos comunes que han sido conquistados por las luchas populares de los últimos 50 años. Estos proyectos se basan en la idea de que existe un bien común que sólo puede ser logrado por la acción colectiva. La ideología de la derecha sólo reconoce bienes individuales, rechazando al gobierno como medio para la acción colectiva, porque no perciben el bien común. Pero si la democracia es la posibilidad de la toma colectiva de decisiones sobre la acción colectiva para el bien común, como propongo, entonces la realidad es que están haciendo a EE.UU. menos democrático.
Nosotros en la izquierda comprendemos que esta situación nos da la oportunidad de recuperar la idea de democracia, por cierto, recuperarla como idea socialista. ¿Cuál es la relación entre la democracia y el socialismo? Los marxistas han abogado hace tiempo por la propiedad social de los medios de producción. ¿Por qué? Porque es una condición previa para la efectiva acción colectiva por el bien común, particularmente cuando las fuerzas productivas han llegado a ser sociales en su carácter.
Por lo tanto, el argumento marxista es que la propiedad social de los medios de producción es un medio para realizar la democracia, un medio para posibilitar que haya una acción colectiva por el bien común.
A menudo vemos que se presenta a la democracia en oposición al socialismo –"Democracia vs. Socialismo". Pero si recuperamos el núcleo radical de la democracia podemos ver que una fórmula más exacta es "Democracia = Socialismo". Por que sólo mediante el socialismo se puede lograr la democracia. Como marxistas necesitamos recuperar el núcleo radical de la idea de democracia –es una parte importante de la renovación del marxismo en nuestros días.
Así que permítanme que mencione tres elementos de este núcleo radical de la idea de democracia:
1. Participación en las decisiones colectivas sobre asuntos comunes
2. Una estructura institucional para esa participación, y
3. Una organización de bases.
La cultura de la participación es básica porque da vida a la democracia. Esta cultura incluye valores cívicos e identidades sociales que conforman el carácter de un ciudadano democrático. Desde los principios de la historia de EE.UU., la tradición cívica republicana subrayó las virtudes cívicas, aprendidas a través de la participación directa en los asuntos públicos. Thomas Jefferson, en especial, reconoció el efecto educativo de la participación cívica. Para Jefferson, la democracia dependía de la ciudadanía independiente de una sociedad agraria estructurada en pequeñas instituciones locales de auto-gobierno (municipios) que fomentaban la participación y así lograban que las virtudes cívicas se hicieran habituales. La salud de esas pequeñas repúblicas aseguraría la salud de la gran república, es decir de la nación.
Por contraste, Madison desconfiaba del hombre común y así colocó un marco a las instituciones políticas para limitar la participación popular y así proteger a las clases adineradas. Al mismo tiempo desconfiaba del poder del gobierno central y trató de limitarlo para que no interfiriera con las actividades privadas. En esto vemos un clásico ejemplo de la teoría marxista del estado capitalista, a saber, un estado que preserva e impulsa las relaciones de clase de dominación de la sociedad civil.
Esto dio apoyo institucional a la cultura del individualismo. El estado, en lugar de ser visto como el medio para la actividad colectiva por un bien común, fue visto como un ente limitado para asegurar las condiciones para la iniciativa individual en aras del interés individual de manera que cada cual pueda hacer de sí mismo lo que sus talentos y capacidades permitan. Esto individualismo meritocrático se ha convertido en una ideología popular con consecuencias tanto positivas como negativas:
-Lo positivo es que ha impulsado la responsabilidad y la iniciativa individual.
-Lo negativo es que ha impulsado una privatización de la vida, un rechazo de la acción colectiva en aras de la iniciativa individual, pasando del bien común al interés personal.
El resultante colapso de la esfera pública ha transformado la política convirtiéndola en el campo de juego de grupos de intereses en competencia. Sin embargo, esta política de los grupos de interés es sólo parcialmente legítima porque carece de un fundamento moral en los valores compartidos. Los resultados son determinados por la riqueza y el poder y son negociados a través de políticos profesionales que amañan alianzas electorales. No existe el bien común como factor unificador del ente político.
La política del interés de grupos opera dentro del marco de las relaciones de dominación de clase existentes, cuya preservación es responsabilidad del estado.
Sin embargo, para entretener la legitimidad requerida para poder gobernar, el estado tiene que tener en cuenta, de vez en cuando, algunas de las demandas de los grupos de interés en nombre de la justicia social.
Mientras la política de grupos de interés opera generalmente a través de la estructura institucional de la representación política (y por lo tanto no se eleva por encima del interés individual) sucede que los grupos de intereses que han sido excluidos de esta estructura logran desarrollarse hasta constituir movimientos sociales. Con un origen en la auto-organización de base, esas fuerzas políticas deben forjar sus propias alianzas, encontrando una base común con otras entidades. Las demandas son presentadas, no en función del interés propio sino como si fueran por el bien común. Son articuladas en términos de valores compartidos. Y como resultado, los participantes son educados en una percepción cívica, una conciencia social que trasciende el interés propio. Así, los movimientos sociales pueden transformar a individualistas en ciudadanos democráticos. En EE.UU. el movimiento por los derechos cívicos y el movimiento sindical constituyen ejemplos recientes del poder educativo de los movimientos sociales, como lo es la Revolución Cubana.
Todas éstas fueron luchas democráticas por la justicia social, contra las relaciones existentes de dominación y las instituciones políticas que trataban de mantener esa dominación.
Para resumir brevemente, en EE.UU. tenemos una estructura institucional hecha para circunscribir la participación, junto con una cultura del individualismo que resulta en una participación privativista de interés individual en lugar de buscar el interés común por medios colectivos. A veces este modelo se rompe cuando las luchas populares crean un movimiento social. Son los momentos democráticos en la historia de EE.UU.
En Cuba, la revolución ha sido un movimiento democrático de estas características. Ha sido un proceso participativo que ha desarrollado estructuras institucionales que se basan en organizaciones de base que tienen que ser renovadas periódicamente.
La lucha por la independencia de EE.UU. a fines del siglo XVIII fue dirigida por una clase pudiente que proyectó sus intereses como si fueran los de toda la sociedad. Lograron definir la nación en términos de su proyecto de clase. La nación cubana, por contraste, ha sido definida por un diferente proyecto de clase. Bajo condiciones de neocolonialismo, los intereses de los burgueses no eran idénticos con los intereses de la nación en su conjunto. A través de las luchas de los años 50 y 60, la dirección revolucionaria pudo proyectar una visión socialista que fue adoptada por la mayoría del pueblo cubano. De esta manera, el proyecto socialista llegó a definir a la nación cubana. A través de este proyecto encontraron su misión las luchas populares por la justicia social.
Sin embargo, la justicia social en Cuba no es asegurada mediante un individualismo meritocrático (como en EE.UU.) sino a través de medios colectivos por medio del estado. Como sociedad socialista, el bienestar de cada cual es un asunto público, que incumbe a todos. El alcance de los asuntos públicos es mucho más amplio que en EE.UU. El estado, por lo tanto, se convierte en la legítima estructura institucional para la participación en decisiones colectivas trascendentales. Por este motivo, Cuba es más democrática que EE.UU.
Pero la democracia debe ser renovada periódicamente. La renovación de la organización autónoma de base es esencial para asegurar el carácter democrático de la estructura institucional de la participación. Puede fácilmente volverse osificada, formalista, y perder contacto con la gente a la que se supone que represente. Esto puede suceder aun en el socialismo especialmente durante un período especial como éste, cuando las instituciones colectivas de la sociedad no pueden satisfacer plenamente las necesidades de los individuos. Entonces, el lazo social se debilita ya que los individuos tienen que basarse cada vez más en sus propios medios para subsistir. Este individualismo orienta el corazón hacia lo privado y debilita la democracia. Al erosionarse el lazo social, también hay un desgaste de la ciudadanía.
Para impedir esto, es necesario encontrar nuevas soluciones colectivas creadas a través de la participación de la gente. La Revolución Cubana tiene la suerte de tener una enorme reserva de apoyo popular comprometido con el proyecto socialista. Pero no debe darlo por sentado. La gente no puede vivir sólo de dignidad y heroísmo. Hay que encontrar soluciones a los problemas materiales de la vida. Y la gente tiene que tener el espacio político para participar en la búsqueda de esas soluciones. De otra manera se sentirá débil e impotente y su voluntad revolucionaria puede disolverse y cada vez más personas se retirarán a la vida privada –como en EE.UU.
Es una época de prueba para la Revolución Cubana, pero también es una época de nuevas oportunidades. Existe la oportunidad de abrir el espacio político para las recientemente re-descubiertas capacidades de iniciativa de la gente, de auto-organización por la base, que pueden renovar la vida democrática de esta extraordinaria revolución. La Revolución debe tener fe en el compromiso de la gente con la justicia social. Sin la participación de la gente la Revolución no puede avanzar. Con la gente, puede vencer.
Venceremos.
El doctor Cliff Durand es profesor en Morgan State University en Baltimore, EE.UU., miembro de la Asociación de Filósofos Radicales de EE.UU.