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Internacional

10 de julio del 2002

Una red militar global

Juan Carlos Galindo
Centro de Colaboraciones Solidarias

Desde el fatídico 11 de septiembre, Estados Unidos incrementó su presencia militar en el mundo en el 20 por ciento, con lo que ya despliega casi 300.000 soldados en más de 140 países. Aunque el argumento explícito es la lucha contra el terrorismo, un análisis de la distribución de las tropas no deja lugar a dudas. La Casa Blanca ha aprovechado la fachada de la operación "Libertad duradera" para asegurarse una influencia decisiva en zonas estratégicas y controlar las reservas naturales más ricas del mundo. Y aún va por más.
La presencia militar de los Estados Unidos en el mundo ha aumentado un 20 por ciento desde los atentados del 11 de septiembre. Cerca de 300.000 soldados presentes en más de 140 países velan por los intereses de la única potencia mundial.
Podrían existir, y de hecho se argumentan, otras razones. Sin embargo, un análisis de la distribución de las bases militares norteamericanas no deja lugar a dudas. Estados Unidos ha aprovechado la cobertura de la operación militar conocida como "Libertad Duradera" para instalar bases en Uzbekistán (1.000 soldados), Tadjikistán y Kirguizistán (más de 3.000).
Presencia que se ve fortalecida por los 5.000 soldados estacionados en las bases de Afganistán. De esta manera Estados Unidos se asegura una influencia decisiva y cierta capacidad de control en la zona del Mar Caspio: la región con las reservas de recursos naturales sin explotar más rica del mundo. ¿Casualidad? ¿Altruismo de los Estados Unidos? ¿Defensa mundial de la democracia?
En el Golfo Pérsico, Estados Unidos, en connivencia con las despóticas monarquías que gobiernan la zona, mantiene más de 20.000 soldados. Más de 1.000 entre Oman, Emiratos Árabes Unidos y Qatar; otros 1.000 en Bahrein, que además alberga al Estado Mayor de la Quinta Flota de la Marina, y 4.800 en Kuwait. Pero sin duda, el caso más significativo es el de Arabia Saudita, emirato en el que Estados Unidos tiene tres bases militares y más de 5.000 soldados, cazas F-15 y F-16, aviones "invisibles" F-117 y aviones de espionaje U-2 y Awacs. Si exceptuamos la base "Príncipe Sultán", que se encuentra cerca de Ryad, la capital, las dos restantes se sitúan en el inicio o la desembocadura de los dos gaseoductos que cruzan el país. Es más, una de ellas, la base militar de Al Khobar, se encuentra junto al puerto petrolífero de Ras Tanûra. Parece evidente, pues, el principal valor que guía la estrategia militar de los Estados Unidos en el Golfo Pérsico.
El control militar de la zona se completa con la base Diego García. Estas instalaciones militares, situadas en la pequeña isla del Océano Índico que las da nombre, albergan la presencia de 4.000 soldados norteamericanos, cazas y superbombarderos B-52. Los habitantes originarios de la isla, de propiedad británica y explotada conjuntamente por los Estados Unidos y Gran Bretaña desde los acuerdos confidenciales firmados por las dos potencias en 1964, fueron "trasladados" en 1971 a las islas Mauricio, a 1.500 kilómetros de la isla Diego García.
Sin embargo, hay ocasiones en las que las instalaciones militares de los Estados Unidos en el extranjero no se establecen para controlar los recursos de una zona o asegurarse su acceso a ellos. Existen otros muchos intereses. Así, por ejemplo, las bases militares de Morón y Rota (España) y Aviano (Italia) realizan una labor logística indispensable para las operaciones de Estados Unidos en Medio Oriente y Europa. Lo mismo ocurre con los 2.000 soldados que la armada norteamericana mantiene en Turquía, lugar del que despegan los cazas que bombardean el norte de Irak.
En América latina y el Caribe, se encuentran las bases militares de Aruba-Curaçao (Antillas Holandesas), Comalapsa (El Salvador) y Manta (Ecuador). Esta última, situada al noroeste de Ecuador, permite a la armada norteamericana controlar toda la región andina y realizar labores de vigilancia en colaboración con el ejército colombiano, al tiempo que sirve de apoyo para el despliegue norteamericano en Colombia.
Peor aún es el caso de la Isla de Vieques, al sudeste de Puerto Rico, utilizada desde hace sesenta años como polígono de tiro de la fuerza aérea norteamericana y como zona de ensayo para las operaciones anfibias de las fuerzas especiales de la Marina. A causa de estas acciones, la salud y la calidad de vida de sus habitantes se ha visto enormemente deteriorada. El control indirecto del Canal de Panamá es el objetivo de las instalaciones militares de Estados Unidos en este país. Además, la armada norteamericana cuenta con bases en suelo cubano (Guantánamo), Honduras y Barbados.
Por otro lado, a las ya mencionadas bases de Italia y España, hay que unir otros emplazamientos de fuerzas militares norteamericanas en Europa:
Alemania, por razones estratégicas -que han quedado obsoletas desde el fin de la bipolaridad-, alberga una importante presencia militar norteamericana, a la que se suma la presencia de tropas en Grecia, Hungría, Islandia, Dinamarca, Noruega, Holanda, Luxemburgo, Portugal..., etc. Asimismo es significativa la presencia militar norteamericana en Albania desde la guerra de Kosovo.
En definitiva, más de 100.000 soldados repartidos por todo el continente. En África, Estados Unidos mantiene tropas en Egipto, socio tradicional de la superpotencia, que además es, después de Israel, el segundo beneficiario de las ayudas financieras norteamericanas.
El mapa de la presencia de tropas de los Estados Unidos en el mundo se completa con las desplazadas al sudeste asiático. El dominio de las aguas del Pacífico es un objetivo estratégico tradicional de los Estados Unidos, acentuado en la actualidad por el aumento de la importancia de China. El ejército norteamericano mantiene 37.000 hombres y 100 aviones de combate de última generación en Corea del Sur; 50.000 soldados en Japón (sobre todo en la base de Okinawa) y 600 soldados, entre ellos 130 de los cuerpos de elite, desplazados recientemente a Filipinas. Operaciones como la realizada al sur de Filipinas, se han repetido en Yemen y Georgia, donde más de 200 soldados norteamericanos instruyen al ejército en la lucha contra los "extremistas islámicos".
Este espectacular y global despliegue militar se ve fortalecido y potenciado por dos aspectos esenciales: la capacidad de ubicuidad de las tropas norteamericanas y el apoyo logístico. Este último se realiza a través de los grandes portaviones (como el USS Theodor Roosevelt o el USS Enterprise), sin olvidar la capacidad de vigilancia global de la red de satélites de los Estados Unidos. Es decir, presencia física y tecnológica, con tropas, bases militares y portaviones, grandes destructores y satélites; pero sobre todo, con capacidad de acción en cualquier parte del globo.
La presencia militar norteamericana en el mundo aumentará aún más si finalmente Estados Unidos decide intensificar sus ataques a Irak y realizar una operación a gran escala para derrocar al régimen de Saddam Hussein.
George W. Bush, republicana aislacionista, que llegó a la presidencia de la única potencia planetaria con serias dificultades para situar en el mapa cualquier país que no fuese el suyo, prepara ahora, guiado por quienes fueron los directos colaboradores de su padre, la intensificación del despliegue internacional norteamericano. El objetivo es difuso, no así los intereses que se encuentran detrás de esta operación global.