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Internacional

24 de julio del 2002

EE.UU: la guerra a cualquier precio

Antes que arda Irak

Masiosare
En los círculos mejor informados del mundo no se discute si habrá otra guerra contra Irak sino cuándo se llevará a cabo. Scott Ritter, antiguo inspector de armamento en Irak, sólo pide aplicar la legislación internacional vigente antes de emprender la guerra; las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU, donde participa México: quitar las sanciones económicas a Irak –muy lesivas, sobre todo para la población infantil– a cambio de verificar su desarme
SCOTT RITTER no es un antiestadunidense; es capitán de marines –proviene de una familia de militares–, veterano de la Guerra del Golfo, donde fue analista de inteligencia militar. A pesar de la rígida disciplina, desde esa posición desmintió reiteradamente las afirmaciones del comandante Norman Schwarzkopf sobre el número de misiles Scud iraquíes destruidos. Los reportes desafiaron a sus superiores y al establishment: "No podemos confirmar esas destrucciones."
El fastidio del general Schwarzkopf gratificó su libre albedrío. Más tarde Ritter fue inspector en jefe de la Comisión Especial de Naciones Unidas para el desarme de Irak (Unscom), hasta que renunció abruptamente en 1998. Si antes combatió a Saddam Hussein, ahora lo hace contra la "opinión pública" que fomenta el gobierno de Estados Unidos.
La cruenta guerra innecesaria sólo lograría evidenciar que la política estadunidense para la región busca el dominio pleno de las fuentes de petróleo barato y la protección de Israel.
Enseguida, el texto en que Scott Ritter desmenuza las mentiras sobre las inspecciones.



Con la reaparición brusca de Irak al frente de la escena, la cuestión del programa de armamentos de destrucción masiva de Saddam Hussein se inscribe una vez más en la orden del día para los responsables políticos de Estados Unidos y de la ONU. Al centro de las preocupaciones está el regreso a Irak de los inspectores de armamentos. La sombra de la sospecha y la desconfianza flota sobre el asunto incluso desde antes que Irak saliera, en 1998, de la Comisión Especial de Naciones Unidas (Unscom), hoy desaparecida. Acusaciones de espionaje y de manipulación por parte de Estados Unidos, de obstrucciones y de encubrimiento por parte de Irak. Ese clima hizo problemático desde entonces el regreso de los inspectores a ese país.
Hoy día, Irak parece dispuesto a discutir, sin condiciones previas, el regreso de los inspectores de Naciones Unidas. Esa perspectiva asusta, al parecer, tanto a los políticos como a los expertos, quienes, a pesar del llamado colectivo que ellos mismos lanzaron en 1998, precisamente a favor de ese tipo de acción, hoy al parecer están más dispuestos a denigrar las inspecciones que califican de ineficaces. O el hecho es que las inspecciones fueron eficaces, y que pueden volver a serlo si se les da una oportunidad. El muy pernicioso proceso de inspección de la Unscom funcionó muy bien cuando sus misiones se efectuaban según las estrictas directivas técnicas y científicas fijadas por las resoluciones del Consejo de Seguridad. Incluso cuando Irak obstaculizó su trabajo, los inspectores conservaron la iniciativa al no ceder a las intervenciones políticas de Irak, del Consejo de Seguridad ni de sus miembros.
Yo participé en todos los aspectos de la acción de la Unscom en Irak, de 1991 a 1998, en más de 40 inspecciones, 15 de ellas como jefe de la misión. Fueron los inspectores quienes descubrieron los programas de misiles de Irak, señalaron y eliminaron su arsenal de armas químicas, revelaron contradicciones en las declaraciones de ese país hasta que se vio constreñido a reconocer que poseía un programa de armamento biológico, reunieron finalmente las pruebas médico-legales que condujeron a descubrir la fabricación por Irak del temible agente VX. Fueron también los inspectores quienes, armados de sólidos conocimientos técnicos y científicos, vigilaron la enorme infraestructura industrial del país, a fin de asegurarse no solamente que Irak no tenía más la capacidad de fabricar armas prohibidas, sino que no hacía ninguna tentativa para reconstruir el potencial que se había destruido. Fue el trabajo sin reposo de los inspectores que permitió poner fin al plan de encubrimiento de Irak, forzando a su gobierno a admitir que había intentado engañar al mundo entero en cuanto a la verdadera naturaleza de los esfuerzos desplegados para adquirir y mantener su arsenal de armas ilícitas. Yo conozco eso: yo participé en el proceso, y éste funcionó.
Las inspecciones no fueron perfectas, lejos de eso. Yo puedo testificar personalmente las dificultades que hay para desarmar a Irak. Pero a aquellos que se burlan de un proceso de inspección al que consideran como una impostura, yo diría que los hechos hablan por sí mismos:
la Unscom escogía la hora y el sitio de las inspecciones, definía la misión a realizar y los métodos empleados, fijaba lo esencial del ritmo de operaciones. Hubo retardos y obstrucciones, pero a fin de cuentas la Unscom siempre estuvo en ventaja.
Desde que el presidente Bush abrió la puerta al posible retorno a Irak de los inspectores de Naciones Unidas, los altos funcionarios y los expertos de la administración han hecho todo para cerrar esa puerta. Han multiplicado las declaraciones y los análisis simplistas que deformaron la realidad de los hechos sobre la naturaleza y los resultados del programa de inspección realizado. La opinión pública parece apoyar la idea de que las inspecciones de armamentos no son verdaderamente posibles en Irak. Un punto de vista sostenido por aquellos que, en Estados Unidos, son favorables a que Saddam Hussein deje el poder antes que cualquier otra solución. El hecho es que, para ellos, las inspecciones son sólo apropiadas en tanto jueguen a favor de la eliminación definitiva del régimen. O que, para ser viables, esas inspecciones deben portar la promesa de un levantamiento de sanciones. A los ojos de los partidarios de la eliminación del régimen, la idea es inaceptable. Eso quita el velo sobre la realidad – y la hipocresía fundamental – de la política estadunidense en Irak.
La legislación internacional... exige el levantamiento de sanciones económicas una vez que los inspectores de Naciones Unidas hayan constatado que Irak se conforma con la obligación del desarme. Los inspectores están listos hoy para regresar a ese país. Estados Unidos no deben obstaculizar su regreso. Mi experiencia me lleva a creer que nuevas inspecciones, correctamente llevadas a cabo y administradas, pueden completar eficazmente la misión de desarme en Irak. Si Irak rehusa cooperar a plenitud, y regresa una vez más a su vieja práctica de obstrucción y de encubrimiento, entonces Estados Unidos tendrá toda la razón de responder en forma decisiva, hasta alcanzar el derrocamiento del régimen. (Le Monde. 11 de abril del 2002)
NOTA Y TRADUCCION: RUBEN MOHENO