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Internacional

29 de julio del 2002

El 'farol' de Bush...

Hans von Sponeck
Comité de Solidaridad con la Causa Arabe

'¿Por qué, debemos preguntarnos, quiere la Administración Bush incluir a Iraq en su lucha contra el terrorismo? ¿Sería acaso descabellado sugerir que el gobierno de EEUU no quiere que los inspectores de armamento de NNUU vuelvan a Iraq? ¿Temen acaso que su vuelta conduzca a un drama político de primer orden, dado que los inspectores confirmarían lo que otros individuos como Scott Ritter vienen afirmando desde hace tiempo, esto es, que Iraq ya no es capaz de producir armas de destrucción masiva? Sería, sin duda, el golpe definitivo a la línea política de la Administración Bush de una "guerra contra Iraq"; una política que a nadie le gusta. Los iraquíes harían bien en aprovechar esta oportunidad y abrir sus puertas de manera inmediata a los inspectores de armamento por un periodo de tiempo limitado, confirmando así que no tienen nada que esconder'.
Durante los 17 meses que la Administración Bush lleva funcionando, casi todos los intentos del gobierno de EEUU para preparar a la opinión pública sobre nuevos ataques militares contra Iraq han salido mal. Tampoco ha ido demasiado bien la labor de convencer a aliados y gobiernos amigos. Las acciones terroristas contra instalaciones estadounidenses en el extranjero y la amenaza del ántrax en el interior del país no han podido vincularse a Iraq. No existen pruebas de la colaboración entre Al-Qaeda e Iraq, ni en lo referente al entrenamiento de células operativas, ni en el apoyo a los Ansar al-Islam, una pequeña organización fundamentalista que supuestamente da cobijo a elementos de Al-Qaida y trata de desestabilizar el Kurdistán iraquí.
Después de la carnicería del 11 de septiembre, el panorama político en Oriente Medio ha cambiado dramáticamente. Todos esos años de política norteamericana de doble rasero a la hora de tratar el conflicto palestino-israelí se han pagado muy caros. La opinión pública árabe, turca, y kurda de la región desconfía de tener que enfrentarse a más tumultos, sufrimientos e incertidumbre.
La cumbre de la Liga Árabe celebrada en Beirut el pasado mes de marzo dejó claro que los 22 gobiernos árabes desean que se termine el conflicto con Iraq. Arabia Saudí e Iraq han vuelto a abrir sus fronteras en Arar, y compañías saudíes venden sus mercancías en Bagdad. Iraq se ha mostrado dispuesto a devolver los archivos nacionales de Kuwait y a discutir la cuestión de los kuwaitíes desaparecidos. Irán e Iraq han acelerado el intercambio de refugiados. Siria ha normalizado sus relaciones con Iraq. Líbano ha hecho lo mismo. Apenas pasa una semana sin que responsables turcos o jordanos y delegaciones comerciales de ambos países visiten Iraq. Las líneas aéreas jordanas mantienen cinco vuelos semanales entre Amman y Bagdad. Damasco y Bagdad también están unidas por vía aérea. El Kurdistán iraquí mantiene contactos con Bagdad en los ámbitos de la ciencia, la cultura, y el deporte, y trata de obtener el máximo rendimiento de su actual (si bien poco sólida) estabilidad local. El aislamiento político y económico de Iraq en Oriente Medio ha llegado a su fin.
Una oleada de visitantes de alto rango norteamericano ha intentado dar al traste con esta tendencia a la normalización y la reconciliación en esta problemática región. La Administración norteamericana ha intentado atar en corto al Secretario General de NNUU en sus reuniones con las autoridades iraquíes. Según los norteamericanos, la única cuestión que merece ser discutida es la vuelta a Iraq de los inspectores de armamento de NNUU; lo cual por otro lado se evidenció durante las conversaciones con los iraquíes que acaban de concluir en Viena.
Europa se siente cada vez más incómoda frente a esta insistencia unilateral en resolver el conflicto iraquí militarmente. En grados diversos, lo mismo se puede decir de los países de Oriente Medio. Arabia Saudí ha avisado que la base aérea de Sultán no estará disponible para una nueva ofensiva estadounidense contra Iraq. Bajo una tremenda presión norteamericana, Qatar ha consentido en permitir el traslado de la logística presente en Arabia Saudí a su territorio. Ya se vislumbra una crisis política en Jordania como resultado de la exigencia de EEUU de utilizar Jordania como una probable zona de escala militar en la guerra contra Iraq. El gobierno turco habrá de enfrentarse a una debacle similar cuando el Primer Ministro, Bulen Ecevit, decida dimitir de su cargo y se convoquen elecciones. Se está desestabilizando a toda una región para acomodar las preferencias norteamericanas por un cambio político en Iraq.
Campaña de desinformación
Al mismo tiempo, se intensifica la campaña de desinformación y confusión informativa, una de las más intensas jamás emprendidas por las autoridades estadounidenses. A diario, EEUU y la opinión pública internacional son sedadas con crecientes dosis de propaganda sobre la amenaza que Iraq supone para el mundo a estas alturas de 2002. Al frente de quienes se muestran a favor de una guerra contra Iraq se encuentra el vicesecretario de Defensa de EEUU, Paul Wolfowitz, para quien la única opción posible es una solución militar. El 14 de julio declaró en Estambul que "el presidente Bush ha dejado claro cuán peligroso es el actual régimen iraquí para EEUU, así como que dicho régimen representa un peligro con el que no podemos vivir indefinidamente."
Realizar semejantes declaraciones sin ofrecer siquiera pruebas que las apoyen es una acto de irresponsabilidad. Se promueve con ello en EEUU un estado de histeria colectiva provocado por el gobierno, y se pretende además conseguir apoyos de los dos principales partidos políticos para que apoyen la intervención militar. Una guerra contra Iraq basada en la conjetura es políticamente una locura y moralmente una acción repugnante. Tal y como afirmó el arzobispo de Gales, Rowan Williams: "Es lamentable que las naciones más poderosas de la Tierra sigan pensando en la guerra y la amenaza de la guerra como instrumentos aceptables en la elaboración de su política exterior."
El Departamento de Defensa de EEUU y la CIA saben perfectamente bien que el Iraq de hoy no constituye ninguna amenaza de ninguna clase para la región, y no digamos para EEUU. Argumentar lo contrario es sencillamente deshonesto. Saben, por ejemplo, que Al-Dora, un antiguo centro de producción de la vacuna contra la fiebre aftosa situada a las afueras de Bagdad, y Al-Faluya, una fábrica que manufacturaba herbicidas y pesticidas en el desierto occidental iraquí, están hoy inactivas y es imposible volver a ponerlas en funcionamiento. NNUU concluyó que la primera fábrica había formado parte de la investigación y desarrollo de agentes biológicos, y que Al-Faluya había estado implicada en la producción de materiales para la guerra química. El personal de desarme de NNUU inhabilitó permanentemente Al-Dora en 1996. Durante una visita que realicé con un equipo de la televisión alemana a Al-Dora a mediados de julio de este año (en un lugar elegido por mí y no por las autoridades iraquíes), me encontré la fábrica en el mismo estado de destrucción que había visto por última vez en 1999. Al-Faluya fue parcialmente destruida en 1991 durante la guerra del Golfo, y nuevamente en diciembre de 1998, durante la operación "Zorro del Desierto". Entretanto, un equipo de desarme de NNUU había inhabilitado todas las instalaciones en todo lo que podía tener relación con el armamento de destrucción masiva, incluida la unidad de producción de aceite de ricino. La visité que realicé a la fábrica este mes puso en evidencia más allá de cualquier duda que la planta de producción de aceite de ricino es inoperante. Los restos de otras instalaciones de producción se emplean para manufacturar herbicidas y pesticidas para la producción agrícola y el uso doméstico.
No hace falta ser un experto en armamento de destrucción masiva para llegar a la conclusión de que estas instalaciones han dejado de ser peligrosas, y siguen en ese estado. Lo que es verdaderamente preocupante es que el Departamento de Defensa de EEUU dispone de esta información. ¿Por qué entonces, debemos preguntarnos, quiere la Administración Bush incluir a Iraq en su lucha contra el terrorismo? ¿Sería acaso descabellado sugerir que el gobierno de EEUU no quiere que los inspectores de armamento de NNUU vuelvan a Iraq? ¿Temen acaso que su vuelta conduzca a un drama político de primer orden, dado que los inspectores confirmarían lo que otros individuos como Scott Ritter [1] vienen afirmando desde hace tiempo, esto es, que Iraq ya no es capaz de producir armas de destrucción masiva? Sería, sin duda, el golpe definitivo a la línea política de la Administración Bush de una "guerra contra Iraq"; una política que a nadie le gusta. Los iraquíes harían bien en aprovechar esta oportunidad y abrir sus puertas de manera inmediata a los inspectores de armamento por un periodo de tiempo limitado, confirmando así que no tienen nada que esconder.
Prácticamente esto imposibilitaría que EEUU declarase la guerra a Iraq, iniciándose entonces el largo camino hacia la normalidad de Iraq. ¿Qué fue lo que dijo Paul Wolfowitz delante del Capitolio de EEUU el 15 de abril? "Que Dios bendiga a la gente de paz de todo el mundo". Todavía tienen una oportunidad de contarse entre ellos...
Nota CSCAweb:
1. Véase en CSCAweb el texto de Ritter: La agenda secreta tras el 'complot' contra Sadam Husein
*Hans von Sponeck fue coordinador humanitario de NNUU en Iraq entre 1998 y 2000
The Guardian, 22 de julio de 2002
Traducción: CSCAweb (www.nodo50.org/csca)