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Internacional

1 de junio del 2002

Argelia: elección boicoteada

Robert Fisk
La Jornada

Qué bien sentaría la democracia a los argelinos. Cuánto merecen tenerla, después de triunfar en una cruenta guerra de independencia de ocho años con Francia, en la que se calcula que murieron millón y medio de personas. Sin embargo, muy pocos habrán ido a las urnas este jueves, para elegir un parlamento que cuenta con tan poca credibilidad como el anterior, con un gobierno tan inmune a las acusaciones sobre violación a los derechos humanos como han sido todos desde que en 1992 se cancelaron unas elecciones que los islamitas estaban seguros de haber ganado.
Pobres argelinos, decimos siempre. Heredaron las peores características de su vieja nación -tribalismo y división- y de sus antiguos amos coloniales franceses: corrupción, engaño y tortura. Y las elecciones de ayer se realizaron con un boicot total de los bereberes kabilianos de Argelia, que se contaron entre los más fieros combatientes contra los franceses y que llaman a la jornada electoral un "día de vergüenza". De hecho, la rebelión bereber, sin mencionar su negativa a votar, probablemente causa más daño al país que la guerra contra los islamitas, que dura ya diez años y ha costado 200 mil vidas.
Los bereberes constituyen 5 millones de los 31 millones de habitantes de la nación, y su constante pérdida de participación política y aislamiento cultural -el gobierno anterior se negó a reconocer el idioma bereber, el tamirzert, como lengua nacional argelina- dieron pábulo a una revolución provocada por la muerte de un adolescente de ese pueblo que estaba bajo custodia policial en Tizi Quzou, lo que condujo a la matanza de cientos más en los disturbios civiles.
Por supuesto, el presidente Abdelaziz Bouteflika, la más reciente de las "últimas esperanzas" argelinas, ha dicho que las elecciones del jueves ayudarán a instalar la democracia. En palabras de su ministro del Exterior, Abdelaziz Belkadem, "permitirán el surgimiento de un sistema democrático respetuoso de los derechos humanos, la libertad de expresión y el pluralismo político". No explicó por qué las elecciones pasadas de 1987, consideradas fraudulentas por muchos, no prometieron lo mismo. Ni por qué el gobierno, que actúa a la sombra de una poderosa elite militar, no puso fin hace años a los abusos de los derechos humanos.
El mes pasado, por ejemplo, Amnistía Internacional emitió un informe en el que condenó a la Unión Europea por no haber exigido que cesaran las ejecuciones extrajudiciales y se garantizaran los derechos humanos a raíz de los acuerdos firmados con Argelia, y recordó al mundo que la tortura es una práctica de rutina de las fuerzas argelinas de seguridad, en particular el sifón, en el que se vierten sustancias químicas y orina en la boca de un prisionero a través de una tela. Numerosos ex miembros de estas fuerzas han atestiguado que la policía y el ejército participan en las matanzas que después se atribuyen a los asesinos "islámicos". Mentiras, dicen los militares. Cómo no.
En teoría -en la práctica, de hecho-, Argelia debería ser uno de los países más ricos del norte de Africa, multimillonario exportador de petróleo y gas natural, granero de Francia y productor de algunos de los mejores vinos del Magreb. Sin embargo, la corrupción ha producido un ejército de millones de desempleados, violencia interna y jugo de naranja importado de Italia. Más aún: Argelia, como gran número de otros países violentos y de dudosa reputación, se ha adherido a la "guerra contra el terror" de Washington, que ahora guarda silencio sobre los actos escandalosos que se han cometido y se siguen cometiendo allí. Rebanar gargantas es una de las principales características de los opositores "islamitas" al régimen, pero, ¿quién puede distinguir ya entre un asesino "islamita" y uno del gobierno?
Los principales partidos de oposición, el Movimiento por la Cultura y la Democracia y el Frente de Fuerzas Socialistas -que para algunos tienen muy poco que ver tanto con la cultura como con el socialismo- son bereberes en su mayoría y llamaron a boicotear los comicios de ayer, en los cuales se eligió a los ocupantes de los 389 escaños de la Asamblea Popular Nacional, la cámara baja del parlamento.
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya