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Internacional

19 de mayo del 2002

Planes en EE.UU para la Ley Marcial, el Telegobierno y la Suspensión de Elecciones

John Stanton y Wayne Madsen
Counterpunch
Traducido para Rebelión por Germán Leyens

Desde el 11 de septiembre de 2001. el régimen Bush, el Congreso de EE.UU. y personal superior del aparato militar de EE.UU. han estado ocupados planeando sus rutas de escape de Washington DC y las comunidades vecinas, por si Estados Unidos continental es atacado por otros 19 insurgentes globales con algo más que ingenio, dedicación, una animosidad impenitente contra EE.UU., y una amplia dosis de material radioactivo embalado en un maletín metálico cargado de explosivos. Los ejecutivos de las corporaciones se han asegurado que ellos también encuentren un sitio en el búnker junto con sus amanerados colegas del gobierno a través de organizaciones como el Comité Nacional Consultivo de Seguridad de las Telecomunicaciones (NSTAC). El grupo está compuesto de "hasta 30 presidentes de la industria, representando a los principales proveedores de servicios de comunicaciones y transmisiones en cadena y de compañías de tecnología de la información, de las finanzas, y aeroespaciales. El NSTAC suministra asesoramiento y pericia industrial al Presidente sobre temas y problemas relacionados con la implementación de la seguridad nacional y la preparación de emergencia." Los gigantescos contratistas de la defensa juegan un papel prominente en el NSTAC e incluyen a Lockheed Martin, SAIC, Oracle (la compañía que se ofreció a desarrollar una base de datos nacional de identificación después del 11/9), Boeing, Raytheon, Northrop Grumman y CSC. El presidente del NSTAC también actúa, convenientemente, como un miembro ex oficio del Consejo Consultivo del Presidente de Homeland Security del zar de esa compañía Tom Ridge.
Al gobierno de EE.UU. y a sus funcionarios militares y corporativos les gusta tratar de convencer al público estadounidense que la Constitución de EE.UU. determina que su supervivencia, sobre las de todos los demás, es absolutamente necesaria para asegurar que el gobierno que emana de ese documento sobreviva a un ataque debilitante. Es sorprendente que el público de EE.UU. crea semejantes absurdidades. Pero hay que admirar la audaz cobardía y la insensible planificación del "día del Juicio Final" del régimen de Bush y de sus centuriones militares y nababs corporativos, que se complacen destruyendo el medio ambiente, la mano de obra, la economía, y el mundo en general. Son los mismos que jugaron al escondite con el público estadounidense en septiembre de 2001.
¿Nosotros el pueblo?
El 11 de septiembre de 2001, uno de los aviones comerciales conducidos por los sospechosos insurgentes saudíes y yemenitas realizó su aproximación final a su destino, el Pentágono –ubicado a unas tres millas al otro lado del Río Potomac contando desde el Capitolio de EE.UU. y la Casa Blanca, en Washington DC– siguiendo Columbia Pike, en Arlington, Virginia. El Pentágono está ubicado al lado del glamoroso Pentagon City Mall en Arlington, Virginia, no en Washington, DC, como dado a entender cuando gran parte de los medios amañaron convenientemente la diferencia geográfica. Aunque no es Manhattan, Arlington es una comunidad densa y diversa de unas 200.000 personas. Tiene cinco escuelas secundarias y dos notables universidades: Marymount University y George Mason Law School. Cuando el avión se estrelló contra el Pentágono, los residentes de Arlington –incluyendo a muchos en los edificios de oficinas, las tiendas, y escuelas al "Lado Sur" –sintieron el sordo ruido de la explosión al incinerar el avión un bloque del Pentágono matando a 123 empleados y contratistas en tierra y a 64 personas en el Boeing 757.
Los bomberos de Arlington, la policía y las unidades de EMT [Técnicos de Emergencia Médica] llegaron al Pentágono –como lo hicieron sus homólogos en el World Trade Centre en Nueva York– en cosa de segundos después de la explosión del avión. En el caso de Arlington, la rapidez de la reacción se debió a que bomberos y policías alertas se dieron cuenta que el avión iba volando peligrosamente fuera de ruta por sobre el densamente poblado corredor Columbia Pike en Arlington que conduce directamente al Pentágono. Advirtieron a sus colegas en los Departamentos de Incendios y de Policía de Arlington que había algo que iba terriblemente mal. Alguien a los mandos del avión sabía cómo orientarse por el "Pike" como lo llaman los habitantes de Arlington, de la misma manera como otros pilotos toman el río Potomac como orientación visual para aterrizar en el Aeropuerto Nacional Reagan.
Los residentes del área se apresuraron de sacar a los jóvenes de escuelas cuyas salas estaban repletas de gente llorando y agitada. Maestros, consejeros, y entrenadores hicieron todo lo que podían por calmar los nervios de los estudiantes. Los bomberos y la policía locales estaban ocupados tratando de auxiliar a la estructura del Pentágono y a su personal devastado. Los hospitales locales fueron avisados para que recibieran a los heridos del Pentágono. La misma escena se repitió en Nueva York.
Al estallar el caos en Arlington, Virgina, junto a Washington, y en Nueva York, la reacción de los que estaban a cargo del gobierno de la nación dio algunos indicios importantes sobre quiénes van a vivir o a morir en el próximo desastre. Antes del 11/9, la única idea que se tenía del planeamiento de la continuidad del gobierno había sido provista por "Doctor Strangelove" de Stanley Kubrick quien, a través de sus personajes, retrató a "dirigentes" estúpidos –en su mayoría no-elegidos– poniéndose a salvo antes que sus conciudadanos.
El juego al escondite del 9/11
A Dick Cheney lo llevaron precipitadamente a un búnker y terminó en una cueva dirigiendo el Gobierno en la Sombra. George Bush, elegido por la Corte Suprema de EE.UU., y su personal, fueron llevados a toda prisa de una clase de escuela primaria –sin los niños, los maestros y el personal de la escuela– a sitios no revelados distribuidos por el país. Instalaciones militares formaron barricadas en sus puertas. Mientras los F-16 patrullaban los cielos, funcionarios del gobierno elogiaron la protección que estaban dando, a pesar de que los cazas estaban haciéndolo para derribar aviones de línea de pasajeros. Dirigentes de ambos partidos en el Congreso, y, de hecho, todo el Congreso, fueron sacados de Washington DC, como si Gort, del clásico de Hollywood "El día que paralizaron la tierra" hubiera salido a hacer destrozos.
Los principales responsables por designación y los burócratas del régimen de Bush aceleraron hacia búnkeres reforzados o fueron llevados por helicóptero, como sus homólogos militares, a sitios como el Sitio R en Pensilvania, para "monitorear" la situación. Muchos de los gerentes superiores de las corporaciones y los presentadores de noticias locales instruyeron al "público" que se mantuviera calmo y sin pánico. Un refrán común de esta gente fue "manténganse ocupados, sean productivos". La Súper-Potencia solitaria, con sus arsenales y sus cacareadas agencias de inteligencia convulsionadas por obra de 19 insurgentes, se debilitó. En efecto, la nación pasó a un régimen de telegobierno. No cabe duda que los planificadores del gobierno y de los militares –y sus gabinetes estratégicos han discutido escenarios que incluyen la institución de una operación Federal de telegobierno.
Miembros del Congreso de EE.UU., jueces de la Corte Suprema, y el Presidente y su gabinete podrían fácilmente discutir, votar, fijar políticas, tomar decisiones legales a través de líneas de comunicación codificadas, desde la comodidad de sus protectores búnkeres, refugios domésticos, y puestos de comando en tierra, aire y mar. En la eventualidad de una ley marcial en todo el país, esos individuos, basándose en su cobarde actuación de 11/9, preferirían indudablemente los confines seguros de búnkeres hitlerianos. Fue lo que ocurrió el 11 de septiembre, cuando, desde la seguridad de una oficina en un búnker y con una línea telefónica desde un sótano, el "liderazgo" de la nación trató de ejercer un gobierno sucedáneo.
El público estadounidense aceptó este acto de un "gobierno" cuyo presidente injertado y sus personas designadas son los estadounidenses más ricos que jamás hayan dirigido al pueblo de EE.UU. Y mientras el estadounidense más rico y más corrupto que jamás haya ocupado la Casa Blanca profería sus sandeces, la "gente corriente" se ocupaba de sus comunidades afectadas por los ataques en Arlington y en Nueva York. Mientras sufrían, los llamados "dirigentes" civiles y militares se escondían y se protegían en una acción clásica de CYA. [Empresa que ofrece software para asegurar la continuidad de los negocios]. Estos son los dirigentes de EE.UU. que –a través de su burda arrogancia y su sorprendente estupidez– ignoraron los informes de incansables agentes del FBI en el terreno que tenían que ver con sospechosas actividades de escuelas de vuelo e informes similares de valerosos agentes de la DEA [Administración de Control de Drogas] sobre las actividades de "estudiantes de arte" espías israelíes, que como por casualidad vivían en los mismos vecindarios de Florida y Texas que los futuros secuestradores. Los mismos "dirigentes" se quedaban tan tranquilos y miraban cómo el Estado de California era violado por Enron –el artilugio de recolección de fondos de la familia Bush utilizando el sistema Ponzi [esquema de pirámide financiera].
¿Dónde estuvo el Senador o Representante, o funcionario del Gabinete (con la excepción del Secretario de Defensa Donald Rumsfeld) que haya dicho "Me quedo con la gente" y que haya aparecido en la fila de los cubos anti-incendio ¿Dónde estuvo el General o el Almirante que dijera me quedo con mi gente y ayudara a cargar bolsas para los cadáveres? ¿Dónde estuvo el Ejecutivo Corporativo que, en lugar de estar presente, estaba ocupado convirtiendo el "patriotismo" en especulación para conquistar cuotas de mercado y cosechar beneficios? ¿Dónde estarán durante el próximo ataque?
Mientras el complejo militar-industrial vende más y más armamentos sofisticados a Israel, Indonesia, Turquía, Arabia Saudita, Colombia, Pakistán, India, y Nepal y mientras más y más minorías étnicas y religiosas, pobres aldeanos, nómadas, jornaleros urbanos, y campesinos a nivel de subsistencia son masacrados por los ejércitos nacionales pagados por las oligarquías gobernantes y las corporaciones multinacionales, ¿les importará en algo a los dirigentes de EE.UU.? No, es bueno para los negocios. Después que EE.UU. se puso en contra de la Corte Penal Internacional (para proteger a criminales de guerra como Henry Kissinger), de las Convenciones sobre niños soldados y las minas terrestres, de los antiguos tratados de prohibición de las pruebas nucleares, de los protocolos internacionales sobre VIH y SIDA y el recalentamiento global, ¿les importará en algo a los dirigentes de EE.UU.? No. Cuando los turkmenos, los uzbecos, los afganos, los paquistaníes, los azeríes, los kurdos, los turcos, y los georgianos se cansen del trato especial que reciben las Fuerzas Especiales de EE.UU. por cuidar los gasoductos y los oleoductos –y cuando los jóvenes soldados comiencen a morir– ¿les importará en algo a los dirigentes de EE.UU.? No.
Hay que concedérselo a la gente de CYA, ahora saben que pueden venderle al público estadounidense un barril podrido de manzanas (o de petróleo) y que se lo comprará de buenas ganas. Armados con ese conocimiento, el próximo ataque puede provocar la imposición de la ley marcial en toda la nación.
La ley marcial: ¿Llega a un vecindario cercano?
El gobierno de EE.UU. ha utilizado la ley marcial en numerosas ocasiones, generalmente para controlar disturbios interiores en localidades específicas en todo el país. Según la Constitución Online de EE.UU., durante la guerra de 1812, Andrew Jackson impuso la ley marcial en un área de Nueva Orleáns. Cuando un juez exigió que Jackson presentara, mediante una orden de habeas corpus, a un hombre arrestado por sedición, Jackson ordenó el arresto del juez. En 1892, en Coeur d'Alene, Idaho, trabajadores rebeldes volaron una fábrica y dispararon contra rompehuelgas. Los propietarios de la mina solicitaron que el gobernador del Estado impusiera la ley marcial y, lo que no sorprendió a nadie, lo hizo. En 1914, Woodrow Wilson ordenó que tropas federales terminaran las Guerras de las Minas de Carbón en Colorado. En 1934, los estibadores en San Francisco iniciaron una huelga y el gobernador declaró que los muelles quedaban sometidos a la ley marcial, autorizando a la Guardia Nacional a hacer arrestos y a juzgar a los detenidos. La Corte Suprema emitió dos veces opiniones sobre asuntos relacionados con la ley marcial, en Ex Parte Milligan y Dunan contra Kahanamoku. En 1866, los redactores de la Corte Suprema de Milligan proclamaron que la imposición de la ley marcial por Abraham Lincoln había sido inconstitucional: "La ley marcial destruye toda garantía de la Constitución y efectivamente lleva a que los militares sean independientes de un superior al poder civil –un intento de hacer algo que cuando era hecho por el Rey de Gran Bretaña era considerado por nuestros padres como una tal ofensa que la presentaron al mundo como una de las causas que los impulsaban a declarar su independencia. La libertad cívica y este tipo de ley marcial no pueden durar conjuntamente; el antagonismo es irreconciliable, y, en caso de conflicto, uno de los dos tiene que perecer."
En 1946, la Corte Suprema determinó que el arresto militar de dos civiles en Hawai durante la II Guerra Mundial y su subsiguiente juicio por tribunales militares fue inconstitucional.
En 2002, cuando la Corte Suprema de EE.UU. no es otra cosa que una maquinación útil del régimen Bush, parece probable que si los estadounidenses se vieran sometidos a una declaración de ley marcial de Bush, cualquier desafío fracasaría miserablemente. Considerando este hecho, hay que comprender que la gente de Bush ha tenido mucha experiencia con la ley marcial y con estados de emergencia. En 1992, Bush Padre emitió la Orden Ejecutiva 12804 debido a los disturbios de Los Ángeles. Como resultado, la Séptima División de Infantería del Ejército de EE.UU. y destacamentos de la Infantería de Marina de EE.UU. fueron desplegados para sofocar la situación en Los Ángeles. La orden fue emitida sólo después que los pobres de la ciudad hubieron destruido sus vecindarios. Como una acotación al margen, ese acontecimiento puso al descubierto la tendencia de la CIA a vender drogas a los jóvenes de las zonas urbanas deprimidas para reunir fondos para las operaciones clandestinas del gobierno de EE.UU. en América Central y del Sur. Bush Padre supervisaba gran parte de esta actividad cuando manejaba con prepotencia el escándalo Irán-contra mientras fue Vicepresidente bajo Ronald Reagan. Uno de los subalternos de Bush en esa época, Oliver North, presentó un plan secreto, junto con la agencia de mentalidad fascista, Agencia Federal de Administración de Emergencias (los maestros de las puertas de los búnkeres), para declarar la ley marcial en caso de una "crisis nacional," incluyendo "el disenso interno violento o generalizado o la oposición nacional a una invasión militar de EE.UU. en el extranjero." El gobernador provincial de Florida, Jeb Bush, firmó la Orden Ejecutiva 01-262 el 11 de septiembre de 2001, declarando un Estado de Emergencia en Florida. Fue antes de declaraciones similares en Nueva York y Virginia donde acontecían los hechos. "Jebbie" (así lo llama Bill Clinton) también tiene poder para suspender las elecciones durante 30 días en un distrito bajo Estado de Emergencia.
La familia Bush se las ha arreglado para implicar a EE.UU. en dos guerras; dos invasiones en América Latina, una que resultó en la muerte de miles de pobres residentes de los barrios panameños y otra que resultó en el fiasco de la Bahía de Cochinos; en la ayuda y la instigación a través de turbias inversiones financieras del enemigo teutónico de EE.UU. en la última guerra mundial; en la corrupción del proceso de elección presidencial de EE.UU.; y en hacer aún más ricos a las corporaciones y a los estadounidenses más ricos mientras al mismo tiempo reducía los presupuestos federales de salud, educación y asistencia social y descargaba esas tareas sobre los estados que ya estaban sobrecargados. Mientras la economía petardea con una tasa de desocupación de cerca de un 8 por ciento y la disparidad en los ingresos alcanza proporciones astronómicas, parece que el régimen Bush comenzará otra guerra. ¿Será contra Irak, como lo quieren los halcones neoconservadores de Bush? ¿O darán vuelta a la ruleta del Eje del Mal los tipos de los Siete Días en Mayo? ¿Corea del Norte? ¿Venezuela? El historial de muerte y destrucción de la familia Bush llevó a una pareja ya mayor en Baltimore, Maryland (el marido es un veterano del Ejército de EE.UU., de la II Guerra Mundial, altamente condecorado) a decir, "Debería prohibirse que la familia Bush vuelva jamás a ejercer una responsabilidad política. ¡Miren lo que han hecho con esta nación!"
Y no han terminado todavía
Una invasión del Irak o de cualquiera de las naciones del "Eje del Mal" o de "Más allá del Eje del Mal" va a llevar probablemente a una reacción que puede significar que ciudadanos estadounidenses mueran aquí en EE.UU. Un incidente, un avión secuestrado, una "bomba nuclear sucia" que estalle en una pequeña ciudad, puede llevar al régimen de Bush, digamos durante la campaña electoral de 2003-2004, a suspender las elecciones nacionales por un año, mientras su gobierno asegura la estabilidad. El precedente para esa forma de pensar está consagrada en la política del partido republicano. Otro político egotista, Rudolph Giuliani, sugirió que debiera permanecer como Alcalde de Nueva York durante más tiempo después del fin de su período para asegurar que "los neoyorquinos se sobrepongan a este asunto". ¿Sería sorprendente si se oyera a Bush II diciendo lo mismo a fines de 2003 si insurgentes destruyen la mitad de una ciudad o si una nube de armas químicas se extiende sobre la mitad de un pequeño Estado?
Se han realizado numerosas reuniones sobre estos temas y las informaciones sobre esas reuniones han sido monitoreadas de cerca por la inmejorable cryptome.org. En el evento de la ley marcial, la Ley Posse Comitatus de 1878, que ya ha sido ampliamente vaciada de sentido por la Ley Patriota y por otras acciones de Bush II, cesaría de existir. Posse Comitatus ha servido, durante más de 100 años, como una importante salvaguardia de la legislación penal, proscribiendo el uso del Ejército (más adelante, la Fuerza Aérea y la Marina) para "ejecutar las leyes," excepto cuando sea expresamente autorizado por la Constitución o por el Congreso. Con la abrogación de la Posse Comitatus y la imposición de la ley marcial, los militares podrían, como lo hicieron durante la Reconstrucción posterior a la Guerra Civil en el Sur, arrestar y detener a civiles por insignificante que sea la razón. Los detenidos civiles consignados a las prisiones federales estarían bajo el control del Buró de Prisiones, mientras que los detenidos por los militares estarían sometidos a las regulaciones impuestas por los comandantes militares. Se suspendería el habeas corpus y los miembros de las familias y los representantes legales de los detenidos no tendrían el derecho a verlos. La situación ya ha sucedido con los detenidos después del 11 de septiembre sin una imposición formal de la ley marcial.
Los tribunales militares podrían, como lo hicieron en Hawai durante la guerra, juzgar y condenar a civiles estadounidenses. Si las prisiones no pudieran albergar a todos los detenidos, el gobierno ya tiene planes para crear o reactivar grandes campos de encarcelamiento en el Sur y en el Oeste. Algunos de estos ya fueron utilizados para detener a boat people cubanos, vietnamitas y haitianos.
En el evento de la ley marcial, se implementarían draconianas leyes de censura. Incluso ahora, la Ley Patriota autoriza que se obtenga una orden de la Corte de la FISA (Ley de Vigilancia de la Inteligencia Extranjera) exigiendo que toda persona o negocio presente cualesquiera libro, registro, documento, o ítemes". Esa ley sin duda se ampliaría para incluir Internet. No debiera sorprender a nadie que el Pentágono haya sacado del retiro al culpable de delitos graves en el caso Irán-contra, Almirante John Poindexter, para que dirija la Agencia de Alerta de la Información. En combinación con la Oficina de Explotación de la Información, la oficina de Poindexter busca formas de identificar, bloquear, y determinar las fuentes de material sedicioso colocado en Internet. Sitios bloqueados de la red, ordenadores y servidores confiscados, y el arresto de dirigentes de sitios de la red no- conformistas se convertirían en el orden del día.
No precisaría de mucha presión, pero se podría exigir a los medios transmitidos por aire, que emitieran sólo lo que ha sido aprobado por los censores gubernamentales. Por ejemplo, los científicos de la Fuerza Aérea se van a reunir pronto con CNN para decidir cómo juntar y diseminar información. Durante la guerra contra Yugoslavia, CNN y la Radio Pública Nacional recibieron como becarios a agentes de la guerra sicológica del Ejército de EE.UU. que trabajaron en informaciones relacionadas con la guerra.
Reuniones a puertas cerradas semejantes para la "Continuidad del Gobierno" han tenido lugar desde el 11 de septiembre de 2001. Parece extraño que ningún "ciudadano regular de EE.UU." y pocos participantes en primeros auxilios hayan tenido alguna participación en el proceso. Agréguese esto al hecho que todo el proceso está clasificado como secreto y como asunto de "seguridad nacional," la rúbrica utilizada para justificar el continuo menoscabo de la Constitución y de su Declaración de Derechos. Si el público en general supiera que "continuidad" significa en realidad que las capacidades de cobrar impuestos del Servicio de Impuestos Internos, de cobrar aranceles del Servicio de Aduanas, y de cobrar multas de la Agencia de Protección del Medio Ambiente, son más importantes que la salud y la seguridad de los ciudadanos estadounidenses, estarían indignados. Es el motivo del secreto que rodea los planes de continuidad.
James Madison tenía razón en 1794 cuando sabiamente advirtió contra "el viejo truco de convertir cada contingencia en un recurso para acumular fuerza en manos del gobierno." Estados Unidos fue fundado por sabios políticos como Madison, Jefferson, y Franklin. En última instancia verá su fin como democracia bajo personas como Bush II, su padre, y los Trent Lotts y los Dick Armeys que dominan el cuerpo político de EE.UU.
14 de mayo de 2002
John Stanton es un escritor de Arlington, Virgina y Wayne Madsen es un periodista y comentarista de Washington DC sobre asuntos de seguridad nacional e inteligencia. Su correo es: WMadsen777@aol.com