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Internacional

19 de mayo del 2002

El informe sobre Srebrenica revela el papel del Pentágono en una guerra sucia

EE.UU utilizó los "grupos islamicos" para armar a los bosnios musulmanes
Richard J Aldrich
The Guardian

La investigación oficial holandesa sobre la masacre de Srebrenica ocurrida en 1995 y publicada la semana pasada, contiene una impresionante revelación, sin antecedentes, sobre las actividades de las agencias de inteligencia occidentales. Los funcionarios holandeses quedaron atónitos frente a sus descubrimientos y como consecuencia de ésto el gobierno en pleno renunció. Uno de los tomos de este informe está dedicado a las actividades clandestinas desarrolladas durante la guerra bosnia de comienzos de la década de los noventa. Durante cinco años, el profesor Cees Wiebes de la Universidad de Amsterdam tuvo acceso ilimitado a los archivos de las agencias de inteligencia holandesas y visitó asiduamente los cuarteles de los servicios secretos en las capitales de occidente, así como en Bosnia, indagando sobre este tema.
Sus hallazgos fueron consignados en el informe titulado "Los servicios de inteligencia y la guerra de Bosnia entre 1992 y 1995", el cual incluye material extraordinario sobre operaciones encubiertas, interceptación de comunicaciones, espionaje y engaños, realizados por docenas de agencias de inteligencia en una de las guerras más sucias del nuevo desorden mundial. En consecuencia, ahora nosotros tenemos la historia completa de la alianza secreta entre el Pentágono y los grupos islámicos radicales del Medio oriente encargados de ayudar a los bosnios musulmanes – algunos de estos grupos ahora son combatidos por el mismo Pentágono en la llamada "guerra contra el terrorismo". Con lo cual, sus operaciones encubiertas en Bosnia le pagaron en su propia moneda.
En la década de los ochenta los servicios secretos de Washington le ayudaron a Sadam Hussein en su guerra contra Irán. Pero en 1990 EE.UU. lo combatió en la guerra del Golfo. Tanto en Afganistán como en el Golfo Pérsico, el Pentágono había adquirido compromisos con los grupos islámicos y sus patrocinadores del Medio Oriente. En 1993, estos grupos radicales que recibían apoyo de Irán y Arabia Saudita, estaban desesperados por prestar ayuda a los bosnios musulmanes en su lucha dentro de la antigua Yugoeslavia. Para ello recabaron la reciprocidad de los norteamericanos. Bill Clinton y el Pentágono se mostraron ansiosos de responder a sus promesas y montaron una operación del estilo Irán-Contra, violando flagrantemente el embargo de las Naciones Unidas contra el suministro de armas a cualquiera de los combatientes en Yugoeslavia.
El resultado fue una vasta operación secreta de contrabando de armas a través de Croacia, la cual fue arreglada por la agencias de inteligencia de EE.UU., Turquía e Irán, trabajando conjuntamente con grupos islámicos radicales que incluían desde los mujaidines afganos hasta el proiraní Hezbollah. Wiebes revela que los servicios de inteligencia británicos obtuvieron pruebas documentales de que desde el comienzo de la guerra en Bosnia, Irán realizaba entregas de armas directamente a los musulmanes.
Las armas compradas por Irán y Turquía con el financiamiento de Arabia Saudita eran transportadas en vuelos nocturnos desde el Oriente Medio. Inicialmente fueron utilizados los aviones de Irán Air, pero debido al incremento del volumen de armas se unió a ellos una misteriosa flota de aviones Hércules C-130 pintados de negro. El informe hace hincapié en que EE.UU. estaba "íntimamente involucrado" en este puente aéreo. Los combatientes mujaidines también eran llevados a Bosnia, pero eran reservados como tropas de choque para operaciones especialmente peligrosas.
Las armas ligeras son la moneda circulante con la que los servicios secretos compran su influencia en estos conflictos. El volumen de armas que fue arerotranspotado a través de Croacia fue enorme, en parte debido a que los croatas cobraban un costosísimo "impuesto de tránsito". Se quedaban con entre el 20 y el 50% de las armas. El informe enfatiza que todo este tráfico era claramente ilegal. Los croatas también conseguían ilegalmente otra enorme cantidad de armas a través de Alemania, Bélgica y Argentina, con la consiguiente violación del embargo de la ONU. El servicio secreto alemán estaba completamente al tanto de estos tratos.
Más que la CIA, fue el propio servicio secreto del Pentágono el que operó como el poder oculto detrás de estas operaciones. La fuerza de protección de la ONU, UNPROFOR, dependía de los servicios de inteligencia de los países que contribuyeron con soldados a su constitución, y por encima de todo, de las capacidades tecnológicas de monitoreo de EE. UU. para vigilar el cumplimiento del embargo sobre el comercio de armas en la región. Esto le dio al Pentágono la posibilidad de manipular el cumplimiento del embargo a voluntad pues tenían la seguridad de que sus aviones Awac cubrían las regiones principales y podían tapar los frecuentes vuelos nocturnos de ida y vuelta que se realizaban desde Tuzla.
El flujo de armas durante la primavera de 1995 fue develado más tarde en el sitiado enclave desmilitarizado de Srebrenica. Cuando los embarques fueron descubiertos, los norteamericanos presionaros a la UNPROFOR para que modificara sus informes y cuando los funcionarios noruegos protestaron acerca de los vuelos nocturnos, fueron amenazados para que guardaran silencio, según informaron.
Tanto la CIA como la SIS británica tenían un análisis más sofisticado del conflicto que el del Pentágono, insistiendo en que ninguno de los bandos tenía las manos limpias y llamando a tener precauciones. James Woolsey, director de la CIA hasta mayo de 1995, mantuvo discrepancias con la Casa Blanca de Clinton porque era renuente a desarrollar relaciones de alianza con los grupos islámicos. Estas prevenciones tuvieron su respuesta. Cuando la CIA envió su primer encargado a la Estación de Sarajevo, en la primavera de 1995, para que actuara en conjunto con las autoridades bosnias de seguridad, éstas le pasaron la información a los iraníes. La CIA entendió que éstos a su vez lo habían condenado a muerte y rápidamente organizaron su huída.
Los campos de entrenamiento de los veteranos afganos e iraníes también habían sido descubiertos en Bosnia. Por eso, en los acuerdos de Dayton en noviembre de 1995, se estipuló que todas las fuerzas extranjeras debían retirarse, en un esfuerzo por limpiar el país de los campos de entrenamientos dirigidos por Irán, pues los combatientes mujaidines y sus entrenadores, los cuales unos meses atrás habían recibido ayuda y suministros de EE. UU., se habían convertido ahora en los principales oponentes de la CIA en este país.
Al mismo tiempo, los servicios secretos de Ucrania, Grecia e Israel se encontraban muy ocupados armando a los serbiobosnios. El Mossad, servicio de inteligencia israelita, fue especialmente activo y llegó a un acuerdo con ellos en Pale, mediante el cual a cambio de suministrarles munición para su artillería y sus morteros, consiguieron la garantía de una vía segura para que la población judía pudiera abandonar la sitiada Sarajevo. Por eso, la gente que tuvo que quedarse allí, vio con asombro como algunas de la bombas de mortero que no explotaban tenían marcas en hebreo.
La lección más importante del informe de inteligencia sobre Srebrenica es clara. Aquellos que contaron con poderosos servicios de inteligencia, incluyendo a los norteamericanos y a los serbiobosnios, tuvieron la capacidad de salirse con la suya. Al contrario, el que la ONU y el gobierno holandés estuvieran "privados de los medios y la capacidad para obtener informes de inteligencia"sobre el despliegue de fuerzas en este enclave, ayuda a entender por qué se equivocaron y contribuyeron a los terribles hechos que allí tuvieron lugar.
Las técnicas para obtener datos secretos de inteligencia pueden ayudar a ganar guerras y a salvar vidas. Pero estas técnicas no están siendo aplicadas apropiadamente para estos propósitos. Cómo obtener un buen servicio de inteligencia para la ONU en el contexto de una intervención en base a una fuerza de paz multinacional es un problema difícil. Remover las armas ligeras de una región en conflicto se convierte en una tarea crucial para poder apaciguarla. Pero los servicios secretos de algunos estados, incluyendo a Israel e Irán, siguen siendo las mayores fuentes de suministro encubierto de ellas, echando gasolina sobre las llamas de estos conflictos de por sí ya encarnizados.
Abril 22 de 2002
Traducción de Francisco Valderrama
Richard J Aldrich es profesor de Política en la Universidad de Nottingham. Su libro "La mano oculta: Inglaterra, EE. UU. y la guerra fría secreta de los servicios de inteligencia" será publicado por John Murray en agosto próximo. E-mail: richard.aldrich@nottingham.ac.uk
Enviado por MOIR, http://www.moir.org.co