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Internacional

30 de abril del 2002

El paraiso del Hachich

Enric Àngel

Ensayo de una telenovela Saharawi (*)

Al anochecer (o al alba para los madrugadores) se oyen el rugir de motores cerca de las playas de Ceuta mayoritariamente, aunque también en Melilla. Las concesionarias de Ceuta son las primeras en recibir los beneficios del monocultivo de Chechaouen y alrededores: la pujante venta de motos con cuatro poderosas ruedas que aran las arenas de las costas africanas, aún españolas, en búsqueda de ese precioso producto vegetal.
Las reservas protegidas de cannabis escondidas en las montañas del litoral mediterráneo marroquí disfrutan de protección sumergida. La producción íntegra, a excepción del consumo propio de oriundos y turistas y algún que otro cliente clandestino, llega fácilmente al mediterráneo escoltada o camuflada por campesinos del sector servicios. Aprovechando sabidos relevos, cambios de guardia o agujeros entre patrulleras, cada cuál a su estilo, el hachís es cargado en rápidas lanchas o pesqueros camuflados, con destino a las arenas afroespañolas o limítrofes. Los jinetes motorizados interceptan a cambio de relucientes Euros la mercadería y a modo de fieles mensajeros la entregan a sus nuevos propietarios, las más veces son ellos mismos. Ya en territorio español, los paquetes ricos en cannabioles, cruzan la puerta de Europa bajo la custodia de personajes españoles inmunes a registros aduaneros: políticos, policías y ejército, personal aduanero y portuario, o simplemente "conocidos habituales". Es fácil reconocer a los Ceutíes responsables del moderno contrabando con sólo evidenciar el desequilibrio lógico entre sus posesiones, lujos y "ritmo de vida" con la renta anual oficial y/o aceptablemente sumergida.
Hay quienes objetarán que esa evidente proporción ilógica entre poder adquisitivo y honorarios de algunos estratos de esa sociedad estatuaria es producto de la transferencia de fondos públicos a manos particulares en una "inevitable" administración burocrática. Pero eso, aunque sea cierto, no es suficiente ya que realmente los regímenes autónomos de Ceuta y Melilla perciben un tercio menos de lo que oficialmente le corresponde como comunidades autónomas que son. Por el camino, entre ministerios, se pierde gran parte del efectivo destinado a las posesiones españolas en Africa. Aún así, sus plataformas politico-militares no reclaman nunca esos "errores de cálculo" a favor de la burocracia peninsular: disfrutan de otras fuentes de ingresos más que compensatorias.
El gobierno monárquico marroquí, con su famosa tradición negociadora popular, también saca partido de las posesiones españolas en su territorio histórico-geográfico, y no solamente por lo que el comercio de cannabis puede ingresarle. Sabiendo la influencia que el Reino de España podría desempeñar en el conglomerado internacional para la autodeterminación del Sahara Occidental, basta con recordarle intermitentemente la posibilidad de reclamar seriamente las ciudades de Ceuta y Melilla para la soberanía de Marruecos, para que una minoría española con beneficio en ambas ciudades, cobardes interesados, dirigentes en casi su totalidad, prefieran adoptar una postura de incapacidad mental para no interceder en favor de su antigua colonia y librarla de la expoliación de que es y será objeto por parte de alguna potencia económica interesada en su gas, fosfatos y productos del mar (y menos mal que no tiene agua dulce), con la mediación de un Marruecos en subasta.
El Frente POLISARIO (Frente Popular de Liberación de Saguia al Hamra y Río de Oro) , como cualquier otro representante político-militar de un pueblo marginado, desplazado, por la fuerza sometido, y aún así creador de infraestructuras sociales de calidad, deberá movilizarse de nuevo ante la incompetencia de la ONU y su especial comisión MINURSO (Misión de Naciones Unidas para la Organización del Referéndum en el Sahara Occidental), evidenciando de este modo la gran crisis de las democrácias que fundamentan obsoletos aparatos de pacificación mundial: hipócritas aparatos apaciguadores de la opinión pública transformados en cefalópodos al servicio del capitalismo, donde España juega en este particular un papel decisivo, aunque se escude tras la vecina Francia eludiendo sus responsabilidades históricas.
Lo peor llega después: cuando el ejercito y partido político legítimos de la RASD (Republica Árabe Saharawi Democrática, con 26 años de vigencia) sean tildados por EEUU de terroristas por tener el mismo color de piel que O. Bin Laden y descubrir mediante fotos de satélites espía, dibujos de Al Qaeda en la arena de sus áridos desiertos cercanos a Argelia.
(*)Este ensayo se ha escrito a la vez que degustaba una lata de pulpo en conserva de El Aiún a precio muy competitivo, etiquetada por la vieja Alemania durante el largo conflicto pesquero entre Marruecos y España (ya anexionada esta última a la CEE) en espera de una mediación por parte del núcleo constituyente de la antigua CEE. (No compré más, y no por ser de mala calidad...).