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Internacional

14 de mayo de 2002

El Talibán desde el Talibanismo occidental.

Enric Àngel

No cabe la menor duda de que los talibanes son poco menos que unos monstruos. Flagelan a mujeres infieles en estadios de fútbol frente a miles de espectadores, como en Roma nuestros antepasados hacían con leones y esclavos insurrectos. O como nuestros ilustres inquisidores quemaban brujas por las mismas razones en plazas públicas.

Que crueles son los talibanes frente a la homosexualidad. Según ellos merecen ser apedreados o dilapidados; mejor aún, aplastados por un muro.

Que poco humanos y machistas al hacer que sus mujeres cubran sus lozanos cuerpos para evitar la tentación carnal de los machos, y por otro lado les prohiban el legítimo derecho a la cultura.

Que alineamiento mental el pensamiento talibán que obliga a usar turbantes y largas barbas a todo hombre que quiera ser considerado como tal.

Que otras tantas barbaridades harían los talibanes que no sabemos, desde su fundamentalismo islámico radical, en el caso de seguir inmunes a la ética occidental. Seguro que despreciaríamos repugnantemente infinidad de comportamientos crueles, sanguinarios, disparatados y opresores.

Que lejos están ellos de los occidentales, nosotros, que respetamos los DDHH.

En un intento por entender cuáles pueden ser las razones que mueven a los fundamentalismos en general, al de los talibanes en particular, enciendo un cigarrillo (a pesar de ser consciente de su cancerigenosidad) y dejo volar mi pensamiento a fin de que encuentre alguna vía empática que me acerque positivamente a sus razones.

Llegar a ese intento simpático para con una cultura tan irracional y distinta como la nuestra no es tarea fácil, pues debe uno saltarse tradiciones y cultura propias, tabúes, y rayar el límite del sentido común occidental. Debe uno "ponerse en la piel" del otro para intentar siquiera vislumbrar alguna porción de comportamiento común entre ellos y uno mismo. Tomar la iniciativa de acercamiento racional hacia esos locos talibanes es el primer paso para vencer a nuestro encasillamiento cultural, en este caso hacia ellos. Por suerte el significado de palabras extraculturales nuestras como el "ying-yang" oriental, la sabiduría popular frente a la doctrina hegemónica occidental de la ciencia, o la naturalidad de sentimientos afro-sudamericanos, pueden influir en tomar esa decisión de acercamiento a la comprensión de los demás. El éxito de esta empresa dependerá más de nuestro esfuerzo personal que de cualquier metodología existente.

Pudiera intentar defender o si más no excusar esos comportamientos, pero para ello debería ya no llegar a un acercamiento empático sino a una completa transformación. Lo más que podemos hacer es entender, que no es defender (no quisiera que se mal interpretaran mis razonamientos).

Por ejemplo puedo entender que bajo una visión de virtud religiosa extrema, la infidelidad sea una culpa abominable. Y que llevado al campo de la política social en una sociedad feudal como podía ser la del régimen talibán, eso supusiera la flagelación pública de las inculpadas como expresión y represión, como ejemplo ejemplificador.

Puedo llegar a entender el porqué de esa actitud inhumana frente a un caso de simplemente desenfreno emocional y/o necesidad vital en una sociedad represora por motivos religiosos, y desorbitadamente machísta.

El castigo a la homosexualidad no es una actitud tan extraña a nuestra cultura, cuando desde hace relativamente poco tiempo no teníamos aún solucionado el tema o al menos aceptado (aún en nuestros días habría que sondear nuestras propias opiniones de muchos de nosotros). La diferencia de matices de castigo entre nuestra sociedad y la suya es desde luego abismal. Desde un rechazo casi inconsciente (la mayoría de nosotros) hasta la ejecución pública de los acusados (la minoría de ellos).

La obligación estricta de usar barba y turbante bajo castigo a los insolentes, más que sorprenderme me da risa cuando pienso en nuestras propias modas. Unos sujetos a ideologías religiosas (ellos) y otros a competencias de mercados, cuando no a simples reductos arcaicos como muestras de opulencia (nosotros).

Las demás atrocidades abominables como imagino son las ablaciones, obligatoriedad practicante, roles sociales y familiares, salud pública, etc., etc., etc., condenables todas ellas desde nuestra "macro visión planetaria", deben tener sus propios fundamentos, sus propias razones, aunque ni las compartamos ni las aprobemos.

Pero imaginad por un momento lo salvaje que resulta apedrear hasta la muerte a una mujer por amar a otro hombre de aquél a que ha sido vendida. Atroz, como mínimo.

En cambio no nos parece así los miles de misiles, los millones de minas antipersonas, los trillones de munición de calibre ridículo utilizados en castigar a esos locos. Ben Laden a parte, aunque fuese él el responsable del lo del World Trade Center.

Podemos condenar cualquier comportamiento que viole nuestra más profunda sensibilidad, e incluso llegar a castigar a aquellos que transgreden el más alto de los preceptos morales occidentales, pero nunca dejaremos de ser nosotros otros viles, errados, y criminales autores de tan baja ruindad, al desgarrar vidas civiles, sociedades enteras, y causar la muerte inmerecida de decenas de millones de habitantes del planeta que no piensan ni actúan como nosotros creemos que deberían actuar.

Ya no nombro los daños colaterales infringidos a la naturaleza que nos sustenta, al mundo extinguible en el que vivimos.

No terminan ahí mis acusaciones.

Lo peor de todo es que además de asesinar, robar, humillar, destruir bajo el estandarte del progreso y la moral occidental (no hablo ya de la ética) a tanta humanidad, verdaderamente no es esa la causa de tal agresividad por parte de nuestro sistema cultural, sino que el objetivo final son meras jugadas politico-económicas. Y peor aún, el fruto de ese exterminio no es ni para nosotros mismos, sino para unos cuantos enfermos inteligentes, afectados de paranoicos deseos de poder cuasidivino. Esos sí que son los locos: los que manejan el mundo. Y no unos cuantos pobres desgraciados que en su locura menor, lo que intentan es no ser devorados por occidente antes de que ellos mismos saquen partido.

Y en mis noches de insomnio, en búsqueda de la Paz Interior, hace que me siente a escribir estas líneas intentando así sentirme menos culpable y poder dormir.

Hay quienes dormirán a pierna suelta, lo sé, como también sé que aunque en una noche mía de insomnio pueda aparecerme en mis reflexiones la idea del suicidio (como salida fácil dirán algunos), el "ying" y el "yang", la balanza que hace posible la vida, penderá hacia uno de sus lados y conseguirá el equilibrio y la armonía reinará brevemente de nuevo (para los que crean en Dios, será Dios). En nuestra mano está, en nuestros actos diarios, que no sea demasiado tarde.

La amenaza nuclear no ha desaparecido, es más, está mas viva que nunca. Que conste que no soy supersticioso (algo paranoico quizás): los que saben como leer lo saben. Pero ese es otro tema para otra próxima noche de insomnio. Mientras tanto, seguiremos pagando nuestros impuestos convencidos de que el mundo no está tan mal.

Si alguien puede arreglarlo, ese alguien no soy yo. Buenas noches