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Internacional

3 de mayo 2002

Lenrie Peters, Escritor gambiano
"En Africa, se llega al poder con los bolsillos vacíos... para enriquecerse
"


El corresponsal de Medio Oriente y Africa

Crítico con los políticos del continente y con la íntima convicción de que el panafricanismo debe triunfar, Lenrie Peters, considerado el padre de la literatura gambiana, da su visión sobre la situación de Africa en el mundo y también habla sobre su infancia, la música y la cirujía, sus otras dos actividades, y su obra y las influencias que tuvo.

Por Djib Diedhiou

Una música divina se escapa de la casa situada en las afueras de Banjul: la Sexta Sinfonía de Beethoven. Sobre la escalinata, Lenrie Peters nos recibe y nos guía hasta el salón. Bela, la enorme perra, viene a husmear nuestros pies y gruñe amenazante. El macho, Fabakary Bodiang, su compañero, se mantiene aparte, con aire indiferente. ¿La gente de la casa? Sólo tres mucamas se hacen visibles esa tarde de diciembre. Ni esposa, ni risas infantiles. Melena y barba blancas acentúan los contornos de un rostro macizo. Al comienzo, el escritor gambiano Lenrie Peters, de fuerte contextura, da la impresión de ser un hombre huraño. Pero es la dulzura misma.

Desde que se inicia la conversación, el autor de "Katchikali" y de "Satellites", de antologías de poemas y de "The second round" (1965), novela cuyo tema es el retorno del protagonista a su país natal, el doctor Kawa (¿se le parecerá como un hermano?), habla con una voz calma y serena. Todas sus obras fueron publicadas por Heinemann, en Londres, en la colección "African writers series". Este ex presidente, en Inglaterra, de la Unión de Estudiantes Africanos, se sensibilizó con los acontecimientos del 10 de abril de 2001, cuando estudiantes gambianos cayeron bajo las balas de la policía. Y lo manifiestó mediante un poema: "I was there".

Hoy habla sin rodeos, sobre todo de su nacimiento, el 1° de septiembre en Banjul, en Hegan Street, no lejos de las oficinas de Gamtel (la compañía gambiana de telecomunicaciones). De esta casa, donde vive actualmente, después de haber dejado el hogar familiar. De sus estudios en Banjul y en Freetown, luego en la Universidad de Cambridge, en Inglaterra (en 1952), en Medicina. La música fue su primera vocación. Durante años, fue cantante de ópera. Pero como en Africa tenían necesidad de médicos, hizo una especialización en cirujía y volvió al país. Trabajó dos años en el Bansang Hospital. Su idea era contribuir al desarrollo de la cirujía en Gambia.

Sin embargo, el gobierno no estaba preparado para esto. Así fue como, después de dos años, partió para Uganda. Un puesto de trabajo en la escuela de medicina de Makerere, muy considerada en la época. Luego volvió a establecerse en Banjul. Dos años de estada. Quería volver a partir cuando un amigo, el doctor Samuel J. Partner, le ofreció trabajar con él en su clínica privada, en Westfield, en las afueras de Banjul. Todo el tiempo que estuvo allí fue su director.

-Esta pasión que usted tiene por la música ¿tiene alguna influencia sobre su manera de escribir?

-Mi madre (Auntie Keziah Peters) tocaba el piano. El sábado a la tarde, en la iglesia, yo formaba parte del coro. Mi padre (Lenrie Peters Senior) se educó en el Foura Bay College, en Sierra Leona. Como había perdido su dinero, no pudo continuar con su formación. Debió, entonces, abandonar la universidad y buscar trabajo. Es así que vino a Gambia. En nuestra casa, había un ambiente literario y músical, de lectura de poemas y textos. Había un contexto que pude aprovechar. En mi juventud, participé en un concurso de narrativa organizado por el British Council, que gané. Ese fue mi punto de partida en la literatura. Y, en Cambridge, me llamban el pequeño genio (risas).

-¿Cómo se refleja esto en la concepción y la estructura de sus obras?

--Fíjese, "The second round", la novela que escribí, es una obra muy experimental. Pensaba que debía intentar integrar música, dramaturgia y literatura. Concibo el poema como la obertura de una sinfonía. Incluye todos los elementos de la novela.

-¿Podemos hablar primero de su padre, que le inculcó el gusto por las artes y las letras?

-Mi padre era contador en una compañía de importación y exportación y también editor de un diario, The Gambia Echo. Creo que no fue el primer diario gambiano, pero estuvo entre los primeros. Era una publicación de seis páginas. De niño, yo veía a mi padre muy absorbido, a la tarde en casa, por sus tareas editoriales. Es todo esto lo que fue determinante para mi ingreso en la literatura.

-¿Y su madre?

-Entró en la escuela, muy temprano, en Inglaterra. Su familia estaba en una situación acomodada. Cuando volvió al país, encontró a mi padre y se casó. Fue docente durante varios años. Era una mujer muy dulce.

-¿Y sus hermanos?

-Tengo un hermano y tres hermanas. Una de ellas, Florence Mahoney, es historiadora; otra, Bijou, fue enfermera y actualmente, es periodista. La tercera, la benjamina, Miss Ruby, trabaja en Dakar en un organismo de las Naciones Unidas. Mi hermano Alaba, que ya murió, fue comediante de teatro y luego de televisión, en Inglaterra y en los Estados Unidos.

-¿Cuál era la atmósfera que reinaba en esta familia?

-Era una familia de clase media, muy unida, tranquila. La más joven de mis hermanas creció en Dakar. Volvió a Gambia recién durante la Segunda Guerra Mundial, en 1942. Es bilingüe. Otra fue la primera joven gambiana en estudiar en Gran Bretaña. Eramos chicos entonces. Una familia muy feliz.

-¿Qué incidencia tuvo esta felicidad familiar en su obra poética y literaria?

-Primero, el espíritu de sacrificio. Mi padre tenía una fuerte determinación. Quería que todos sus hijos tuvieran una buena educación y una buena formación escolar y universitaria. Había renunciado a muchos privilegios para poder lograr su objetivo. Por su sordera, era en cierto sentido un individuo aislado. Estaba apartado de la política. Yo tenía mucha admiración por él. Era un hombre que conocía los clásicos. Había estudiado latín, griego e, inclusive, hebreo.

-Entre los novelistas y poetas, ¿hay alguno en el que usted haya influido especialmente?

-Nosotros pertenecemos a la primera generación de escritores, Wole Soyinka, Chinua Achebe y otros. Fuimos los primeros escritories del Africa Occidental anglófona en ser reconocidos como tales, y en ser publicados en el exterior. No teníamos precursores que pudiéramos imitar. La influencia que tuvimos no podía venir de otro lado que del exterior. Yo había leído novelas rusas, europeas, norteamericanas, griegas... Entre los escritores norteamericanos, evidentemente estaban las obras de Langston Hughes y de otros afroamericanos. También de blancos. Leíamos todo lo que nos caía en la mano.

-¿Leyó a Senghor?

-¡Por supuesto! Mi francés no era lo bastante bueno, pero igual tuve su influencia. Sabía mucho de la negritud.

-¿Y el movimiento panafricanista?

-Una de mis más íntimas convicciones es que el panafricanismo debe triunfar. Pero esto debe hacerse mediante una federación africana, más que por el camino de la unidad africana. Es más pragmático, más realista y es lo que nos permitirá vivir y afirmarnos entre las otras naciones del mundo. Creo también que debemos comenzar por reagruparnos por regiones: el Oeste, el Este, el Centro, el Sur y el Norte. Bloques que se integrarán más tarde.

-¿Usted adhiere entonces a la idea de Senghor: la unión por círculos concéntricos?

-En efecto. Pero pienso que debemos admitir que hay grupos distintos: los africanos del Oeste, los del Este, del Centro, del Sur y los árabes. Luego, podremos unirnos. Pero no creo que la unión africana, tal como se la imagina actualmente, pueda realizarse.

-Sin embargo, usted no se dedica a la política. Y tampoco optó por la poesía de la acción. ¿Por qué?

-En algunos de mis poemas, evoco cuestiones de la política africana. Al comienzo de mi primera antología, hay un largo poema sobre el comportamiento de los hombre políticos africanos. Sin embargo, no soy un escritor político declarado. No obstante, en Gambia me relacioné con la política, en alguna medida. Así como en la llegada del actual poder, hace siete años, cuando los militares anunciaron la intención de quedarse por años, fui elegido presidente de un comité consultivo que debía decidir si estarían por cuatro o por dos años. Luego de haberme encontrado con gente de distintos lugares del país y recogido sus puntos de vista, todos ciudadanos confundidos, dijimos no: ¡dos años es suficiente! No les gustó mucho... (risas)

-El fin de su novela "The second round", ¿no deja una visión bastante pesimista?

-Esa novela debía ser la primera de una trilogía. Redacté la segunda y mi editor me pidió reverla. Pero como tenía muchas cosas que hacer, no me pude dedicar a esto. Acabo de terminar otra novela, totalmente diferente. No está dentro de la trilogía. Es una novela larga. La tenía en proceso desde hace varios años y debo primero someterla a la mesa de edición.

-¿Cuál es el tema principal?

-Es difícil de decir, pero se puede establecer que es el problema de los regímenes militares en nuestro continente donde predominan: el traumatismo que provocan y la manera de superar una prueba tal.

-¿Qué piensa de la nueva generación de escritores gambianos?

-Hay mucha gente que escribe en este momento. Será necesario tener el tiempo de examinar esta producción para separar la paja del trigo. Me parece que no tienen un espíritu muy agudo ni una idea acabada de lo que es la literatura mundial. No han tenido la posibilidad de leer mucho. Aquí está la desventaja para mí. Está también la utilización de la lengua inglesa. En ciertos casos, esto no es feliz. Escriben en un idioma extranjero, pero creo que cuando hay que hacerlo, es necesario hacerlo correctamente.

-¿Se lo puede considerar como el padre de la literatura gambiana?

-En un sentido puede ser, pero hay otros escritores de mi generación: Gabriel Roberts (actual presidente de la Comisión Electoral Independiente de Gambia), la señora Jawara, que también escribe piezas de teatro y que es la primera esposa del ex jefe de Estado.

-¿Qué hizo usted en provecho de esta nueva generación?

-Nosotros habíamos empezado una revista, "Ndanaan", pero como muchas de estas empresas, poca gente se ocupaba de ella. Con los viajes de algunos de sus integrantes y el hecho de que nadie se había hecho responsable, esta publicación murió de muerte natural. A veces, como algunos de mis textos se dan en la escuela, voy a hablar con los alumnos a hablar de poesía, de mis obras, etcétera.

-Usted también es cirujano. ¿Esta actividad le deja suficiente tiempo para dedicarse a la literatura?

-Cuando debo escribir, encuentro el tiempo de hacerlo. Es cierto que es difícil conciliar mi trabajo de cirujano y mi vida de escritor, pero en la actualidad yo ya no trabajo durante largas horas como antes. Tengo, entonces, un poco más de tiempo para la escritura. Además, tengo otras actividades. Por ejemplo, exploto una granja, produzco maníes que exporto y otros productos también.

-¿Tiene hijos que lo ayuden en esa granja?

-Ninguno.

-¿Una esposa?

-Hubo una mujer en mi vida... Rosmary, una inglesa. Nos conocimos cuando yo era cantante de ópera. Ella tocaba el piano, yo cantaba. Dimos muchos conciertos juntos. Ella vino aquí, se quedó durante dos años y luego nos separamos hace una treintena de años. Y yo nunca me volví a casar.

-¿A qué atribuye los fracasos que sufrieron un buen número de parejas euroafricanas?

-Creo que se debe a la incompatibilidad de las culturas. Creo que la mayoría no llegan a prever qué van a hacer cuando lleguen a Africa. La realidad es que en Africa uno no se casa con un individuo, sino con una familia entera. Ahora bien, los europeos son muy individualistas. En Europa, uno se casa con una mujer y debe dejar de lado a su familia. En Africa, es diferente. Y cuando la mujer blanca desembarca y ve a primos y demás, surgen los problemas. Tome mi caso: cuando fuimos a Bansang, mi madre vino a vivir con nosotros. Fue durante el invierno. Ella quiso alimentar a las aves y mi esposa le contestó: "¿Es mi casa!". Ahora bien, yo creía que mi madre tenía el derecho de hacerlo en mi casa. Estas pequeñas cosas, aparentemente menores, son las que crean los desacuerdos en las parejas.

-¿Tiene amigos entre los escritores senegaleses?

-Ousmane Sembène es uno de ellos. También ese hombre de pipa... Mamadou Traoré Diop. Hace dos años, tuvo lugar en Saint-Louis un seminario organizado por el escritor Cheikh Hamidou Kane que me invitó. Leí su novela "L'aventure ambiguë", las obras de Sembène, las de Aminata Sow Fall.

-¿Tiene vínculos con los escritores anglófonos de su generación?

-Los conozco a todos: Wole Soyinka, Chinua Achebe, Ayi Kwei Armah, etcétera, pero tenemos diferencias. Ellos pertenecen a una comunidad indígena mientras que yo soy miembro de la comunidad akou (criolla). Tenemos perspectivas diferentes.

-Los akous son en Gambia una comunidad minoritaria. Sin embargo parece muy poderosa. ¿Es también poderosa económica y políticamente?

-Creo que su poder en Gambia se debilita. Es mínimo hoy, pero en el pasado, en los tiempos de mis padres, era un grupo muy poderoso. Es ahí que se encontraban los intelectuales, la gente que había estudiado y los akous tenían un peso en la sociedad económica. Eran comerciantes. Un poder político también, pero de una manera general en Africa Occidental, los akous que están todavía en las capitales de los Estados tienen responsabilidades en el plan político. Hoy, no es más como antes.

-La comunidad akou ¿no está afectada hoy por la emigración?

-Lamentablemente sí. En Sierra Leona, por ejemplo, muchos de ellos debieron partir por los disturbios. Se fueron a América o a Europa.

-Los akous, ¿no corren el riesgo de desaparecer como comunidad? ¿No lo asusta esta perspectiva?

-Esto no me asusta. Lo que me preocupa más es el desarrollo de Africa y que la mayoría de los africanos se hagan responsables por el bienestar de las poblaciones. Entonces, que los akous sobrevivan como grupo o desaparezcan, poco me importa. Lo que cuenta es que las masas africanas levanten cabeza al resto del mundo.

-Los akous también son una cultura, una lengua, una especie de argot. ¿Mantiene toda su influencia?

-Queda todavía como una lengua de comunicación. Creo que si usted está en cualquier capital del Africa Occidental y habla akou, habrá siempre alguien que lo comprenda. Además, hay en la actualidad un diccionario hecho en Freetown por Eldridge Jones. Es un trabajo muy interesante.

-Sin embargo, el akou no se enseña en las escuelas.

-En Gambia no, pero sí en Freetown, donde fue introducido en la enseñanza. Aquí, nosotros constituímos una pequeña minoría. Los musulmanes representan el 95 % de la población. Algunos akous se convirtieron en musulmanes, pero la mayoría siguió siendo cristiano. Mi familia es protestante, pero yo no soy practicante. No tengo religión.

-¿Nunca fue tentado por la política? ¿Ser diputado, por ejemplo?

-Creo que para la gente, nosotros somos muy útiles si nos quedamos en la base para ayudar, para respaldar a las poblaciones. Es mejor dejar que otros se encarguen de la política. Además, la política africana es indigesta por el momento. Creo que tengo el estatus de un responsable. La gente me pide consejo y yo estoy dispuesto a responder a sus demandas, pero no estoy realmente comprometido en un plan político.

-Usted está por la integración africana. ¿Qué piensa de la Comunidad Económica de los Estados de Africa del Oeste (CEDEAO)?

-Es una cosa buena. Sin embargo, como todas las grandes empresas, necesitará mucho tiempo antes de concretarse. Hay aspectos que no son convenientes. Sin embargo, es una buena idea. Hay Estados miembro que no aceptan sus cotizaciones. Usted atraviesa la frontera, por ejemplo, y cualquiera le dirá que no se siente incluido por la CEDEA0. Esta es la realidad. Pero es una cuestión de educación. Cuando la gente esté lo suficientemente instruida y sensibilizada, esto irá mejor.

-Está también el hecho de que nuestra subregión pasa por situaciones de guerra. Liberia, Sierra Leona, Guinea, el conflicto de Casamance. ¿Cuál es la lectura que usted hace de esto?

-Bien, creo que será necesario esperar el advenimiento de otra generación de líderes políticos que sean capaces de resolver estos problemas. En Sierra Leona, el principal problema es el diamante. Todos quieren ser los dueños. Yo doy el ejemplo de Nehru (líder político indio) era un hombre distinguido, cultivado, que pertenecía a una familia rica. En Africa es al revés: llegan al poder con los bolsillos vacíos y buscan enriquecerse. Se acabará entendiendo que el dinero no es un fin en sí mismo. Que es necesario asegurarse de que la gente se beneficie con hospitales, escuelas, etcétera. ¿El problema de la Casamance? Lo que me entristece es que esta parte de Senegal fue arrasada por la guerra. Los orígenes de conflicto, en mi opinión, son económicos. Es suficiente que alguien diga: "Se va a poner mucho dinero y medios en esta región que es el granero de Senegal, se va a construir también una universidad". Y todo se acabará.

-¿Qué visión tiene usted sobre los primeros dirigentes del continente, los Senghor, Houphouët-Boigny, Nkrumah? ¿Fracasaron sus políticas de desarrollo?

-Creo que era muy difícil para ellos tener éxito. Fueron los primeros en intentar sacar a Africa del subdesarrollo y no tenían una idea clara de los problemas, de los escollos que los esperaban fuera del continente. Los admiro por todo lo que pudieron hacer. La luna de miel se terminó y hoy hay que extraer enseñanzas de sus errores. Los responsables actuales prometen mucho antes de ser elegidos y luego, no se ve diferencia con los regímenes precedentes. Hay siempre fuga de capitales, malversación del dinero público.

-Algunos piensan que el fanatismo religioso es el gran desafío de este siglo y que constituye una amenaza real. ¿Qué opina usted?

-Creo que es un error, pero pienso que hay que aprehender las causas de este fanatismo. Es el caso del hecho de que los musulmanes y los árabes están contra los norteamericanos. Tomenos Palestina e Israel. Si cada uno se muestra justo para darle al pueblo palestino esa tierra que reclama desde hace tantos años, en lugar de masacrarlo, pienso que el fanatismo religioso se esfumará. Pero si los norteamericanos permiten a la otra parte hacer lo que quiere, será necesario mucho tiempo para convencer a la gente de que el fanatismo religioso no es el camino...

La fuente: Le Soleil, periódico senegalés que edita 25.000 ejemplares. Próximo al poder, debe su nombre a Léopold Sédar Senghor, ex presidente de la república, y está entre las principales fuentes de información del país (www.lesoleil.sn). La traducción del francés pertenece a María Masquelet.