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Internacionales

Bourdieu: heredarás la utopía

Rocío Silva Santisteban
Desde EEUU.

Me comenta un amigo que vive en París lo común que se ha vuelto escuchar en los pasillos y en las calles la admiración hacia Pierre Bourdieu, ahora a pocos días de su muerte, aunque con cierta salvedad: "a pesar de cómo se puso en los últimos diez años". Y como me dice mi amigo -un piurano de opciones radicales como la de ser jesuita- "qué cosa.... si es cuando se puso mejor".
¿Qué hizo el sociólogo francés en estos últimos diez años que se puso mejor o peor según el cristal con que se mire? Bajó de la torre de marfil de los intelectuales y académicos a las plazas públicas (léase medios de comunicación), dejó a un lado su opción puramente científica de investigación y enseñanza para salir a las calles a protestar contra lo que él llamaba la hegemonía del discurso neoliberal trocado en "globalización para todo el mundo". Bourdieu, al final de su vida, asumió su papel de figura preclara y lanzó una de sus propuestas más fascinantes: la utopía razonada. Ah, esa vieja palabra: utopía. Pero, ¿se trata acaso de lanzar, románticamente, una nueva versión de las tantas veces fracasada idea de un mundo mejor? Bourdieu tenía bien puestos los pies sobre la tierra y jamás caería en diletantismos que no conducen a nada, mucho menos en optimismos ingenuos. Para él la clave de esta nueva versión utópica radica precisamente en el "razonamiento". Se trata de retomar una propuesta del filósofo alemán Ernst Bloch contra los discursos hegemónicos triunfalistas de los banqueros occidentales -como los que se han reunido en Nueva York- enfrentando con claridad y propuestas concretas esta revolución conservadora -como lo que se ha hecho en Porto Alegre, a su vez.
Bourdieu, quien concibiera el concepto de "capital simbólico" para referirse al poder real del sutil "reconocimiento" social y artístico, puso el dedo en la llaga al sostener más de una vez que las propuestas económicas neoliberales debían calificarse por sus resultados, aunque aparezcan maquillados como los índices de desempleo en países como Inglaterra y Estados Unidos (con las quiebras cataclísmicas de sus megaempresas o los miles de empleados explotados con salarios bajos y puestos inestables). Bourdieu sostenía que en vez de desmoralizarse -esa pose nihilista tan clásica de los intelectuales "muelle"- había que plantear el utopismo razonado: una manera de oponerse al proceso que establece a "la ganancia" como el criterio único para evaluarlo todo, desde el éxito personal hasta las propuestas culturales o educativas, pasando por supuesto por los valores literarios o artísticos.
Pierre Bourdieu azuzaba a sus escuchas parisinos y les planteaba la opción radical de asumirse como "europeos antiimperialistas". Habría que escucharlo desde acá con nuestra propia lógica, despercudirnos de ese complejo de subdesarrollados que muchos tenemos frente a los intelectuales "del Norte", y lanzarnos a pensar desde nuestros propios contextos sin miedo, con audacia y sin vergüenza.


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