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Internacional

10 de diciembre del 2002

Otto Reich y el lobby conservador cubano-americano

Jesús Arboleya
Rebelión

El pasado 23 de noviembre se dio a conocer la noticia de la destitución de Otto Reich como asistente al Secretario de Estado para América Latina. En apariencia se trataba de un trámite obligado, toda vez que el mandato Reich expiraba ese mismo día, debido a que su nombramiento nunca fue ratificado por el Senado--como lo exige la ley-- sino que fue impuesto por George W. Bush acogiéndose al privilegio ejecutivo de una designación emergente y temporal en medio de un receso del Congreso.
Sin embargo, tal parece que el momento fue una excusa para salirse de una manera elegante del incómodo diplomático, y así evitar en todo lo posible el surgimiento de conflictos con sus patrocinadores de la extrema derecha cubanoamericana. Aunque técnicamente Reich aún pudiera ser propuesto al Senado en enero, la mayor parte de los especialistas lo consideran poco probable, sobre todo porque en el caso de Eugene Scalia, quien enfrentaba una situación similar, la posición del gobierno fue distinta al ratificarlo temporalmente en el cargo. Para Reich, como premio de consolación, quedó la designación de embajador itinerante para América Latina, un cargo que a ciencia cierta nadie sabe en qué consiste ni de qué se ocupa.
La nominación de Otto Reich para el cargo había creado una fuerte oposición en el Congreso y otros sectores de la opinión pública estadounidense. La causa fue su alineamiento con una línea ideológica sumamente intransigente y acusaciones en cuanto a su falta de tacto y ética para aplicarla. Aún así, la administración insistió en su propuesta, por lo que resulta evidente que ratificarlo o sustituirlo en estos momentos constituyen señales importantes de la política a seguir por la administración en la región, y del peso que el lobby conservador cubanoamericano tendrá en la implementación de esta política.
Este extraño hombre, nacido en Cuba con nombre y figura de alemán, era un total desconocido cuando fue nombrado por Ronald Reagan para ocuparse de la Oficina de Diplomacia Pública para América Latina y el Caribe, un puesto que también resultaba un misterio. Venía de la Universidad de Georgetown, donde se habían concentrado algunos de los ideólogos más importantes de la extrema derecha cubanoamericano, que constituían un grupo pequeño sin base sólida en la comunidad de origen cubano, pero activo en la política nacional. Este grupo transmitió a los entonces "primitivos" políticos de Miami --todavía enfrascados en elegir algún que otro concejal para la alcaldía de la ciudad-- la experiencia del trabajo de lobby en Washington y los contactos con el sector conservador republicano que asume el poder en 1980.
La existencia de este grupo no habría tenido mayor repercusión si no hubiese coincidido con un momento histórico ideal para la derecha. La emergencia de una clase política cubanoamericana de este corte se correspondió con una ofensiva conservadora republicana, que pretendía consolidarse a escala nacional y extender su influencia a la política exterior del país. La derecha cubanoamericana aportó a esta corriente su control del enclave miamense y una voluntad contrarrevolucionaria respecto a América Latina que se remonta a su origen e inclinación ideológica, y que a partir de entonces encontraría nuevas retribuciones, gracias al apoyo irrestricto que le brindó el gobierno de Ronald Reagan.
De esta manera, la derecha cubana pasó a formar parte de la cruzada ideológica conservadora, aportando recursos humanos y aparente legitimidad a las posiciones republicanas en temas relacionados con la política hacia Cuba y Centroamérica y el movimiento hispano-estadounidense. A cambio de su contribución recibirían financiamiento, ventajas para el desarrollo de sus negocios, despliegue propagandístico y presencia nacional e internacional, lo que se tradujo a la larga en una influencia desproporcionada en la política exterior e, incluso, en ciertos aspectos de la política interna de Estados Unidos.
Los cubanos aparecieron entonces en todo el operativo reaganista diseñado para estos fines. Se crea la Fundación Nacional Cubano Americana (CANF) para consolidar el control de la comunidad de origen cubano y ganarla para la causa republicana en el estado de La Florida y el movimiento hispano en Estados Unidos. También tiene como objetivo asegurar a la derecha cubanoamericana un papel preponderante en el debate sobre Cuba, así como para articular nuevas campañas internacionales y revitalizar al movimiento subversivo interno. Hombres de origen cubano entrenaron y organizaron el abastecimiento ilegal de armas a los contras nicaragüenses y participaron en la preparación de las fuerzas contrainsurgentes en El Salvador y otros lugares. Personajes como Otto Reich se destacaron en el diseño e implementación de campañas propagandísticas y desinformativas, cuyo principal objetivo era la opinión pública estadounidense.
En noviembre de 1987, un informe bipartidista del Congreso respecto a la Operación Irán-Contra decía, al referirse a las actividades de la Oficina para la Diplomacia Pública, "es más, la 'diplomacia pública' resultó ser relaciones públicas-cabildeo, todo a expensas del contribuyente", y unos meses después, el 7 de setiembre de 1988, un informe del Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes ampliaba los detalles del caso al indicar que "altos funcionarios de la CIA con antecedentes en operaciones encubiertas, así como especialistas en inteligencia militar y operaciones psicológicas del Departamento de Defensa, estuvieron muy implicados en la creación y participación en una operación política y de propaganda en territorio nacional realizada por medio de un oscuro buró del Departamento de Estado que reportaba directamente al Consejo de Seguridad Nacional, en vez de hacerlo por medio de los canales normales del Departamento de Estado... Por medio de contratos sin licitación y de un solo suministrador irregular, S/LPD estableció y mantuvo una red privada de individuos y organizaciones cuyas actividades eran coordinadas con el Coronel Oliver North --y a veces dirigidas por él--, así como con funcionarios del CSN (Consejo de Seguridad Nacional) y del S/LPD. Estos individuos y organizaciones privados recogieron y gastaron fondos con el propósito de influir en las votaciones del congreso y en los medios noticiosos de EE.UU."
Aunque Otto Reich fue llamado a declarar ante el Congreso y su nombre fue ampliamente vinculado con la Operación Irán-Contra, la presión republicana evitó que las operaciones de su oficina fuesen incluidas con todo detalle en el informe congresional e impidió que Reich fuera llevado ante los tribunales por sus acciones. Por el contrario, fue nombrado embajador en Venezuela, donde permaneció hasta el año de 1989. Allí circuló con mucha fuerza el rumor de que Reich jugó un destacado papel en la reapertura del caso y posterior liberación del terrorista cubano Orlando Bosch, previamente juzgado por la voladura en pleno vuelo de un avión de Cubana de Aviación, lo que costó la vida a 73 personas. Bosch regresó ilegalmente a Estados Unidos, donde se le buscaba por violar su libertad condicional --había sido condenado por una acción terrorista dentro del propio territorio estadounidense-- pero el lobby conservador cubanoamericano logró que el entonces presidente George Bush le concediera el perdón presidencial, en contra de la opinión del Servicio de Inmigración; dos años más tarde Bosch obtuvo la residencia.
A su regreso de Venezuela Reich se dedicó a las actividades de cabildeo en Washington. Entre sus clientes estaba la empresa Bacardí, una firma vinculada desde los años 60 al financiamiento de actividades contrarrevolucionarias contra Cuba. Se plantea que sirviendo a estos intereses Reich participó en la redacción y promoción de la ley Helms-Burton, la cual, entre otras cosas, convierte en ley todas las anteriores medidas administrativas relacionadas con el bloqueo a Cuba y establece prohibiciones extraterritoriales para el comercio y las inversiones que han provocado el rechazo del mundo entero, en especial de las naciones europeas. Reich también ayudó a la Bacardí --a pesar de que esta empresa no es estadounidense-- a promover una enmienda que permitió a esta firma ganar un pleito por el uso de la marca del ron Havana Club, propiedad del estado cubano en asociación con la firma francesa Pernod Ricard, lo que provocó la apertura de un pleito por reclamaciones de la Unión Europea en la Organización Mundial del Comercio.
Como asistente al Secretario de Estado el trabajo de Reich ha sido bastante criticado. Es evidente que se apresuró a aprobar públicamente el intento de golpe de estado en Venezuela, y quedó en la incógnita su participación en la conspiración, toda vez que se reportaron reuniones con algunos de los implicados. Su declaración de que el gobernador Jesse Ventura debía abstenerse de realizar turismo sexual en Cuba fue tan infeliz que se dice provocó la reacción del mismo Colin Powell, y sus acusaciones respecto a que las empresas biotecnológicas cubanas producen o tienen planes de producir armas de destrucción masiva recordaron sus peores campañas al frente de la Oficina para la Diplomacia Pública.
En varios sentidos Otto Reich devino un problema para la administración. Resulta evidente que fue una figura impuesta a Colin Powell por sectores de la extrema derecha conservadora y que la relación entre Secretario y Subsecretario nunca fue fluida ni agradable. Respecto a someter nuevamente su nominación al Congreso, su nombramiento continuaría teniendo un fuerte rechazo demócrata y la oposición de los representantes republicanos que abogan por establecer negocios con Cuba. Por último, sería una persona muy poco adecuada para enfrentar las relaciones con América Latina, en momentos de cambios y presiones desde la izquierda y los sectores progresistas.
La sustitución de Otto Reich no implica necesariamente un cambio de política hacia Cuba, pero cualquier iniciativa tendente a flexibilizar la política existente sería imposible con él al frente de su implementación. Otto Reich no solo es un político más o menos errático o intransigente, sino además representa una filosofía e intereses económicos y políticos que lo obligan a actuar de una forma determinada. En esto, más que en las características personales del individuo en cuestión, radica la importancia de su reemplazo.
Históricamente la derecha cubana ha apostado a la intervención estadounidense para su reinstalación en el poder en Cuba. Esta ha sido una lógica recurrente en los planes contrarrevolucionarios, desde Bahía de Cochinos hasta la ley Helms-Burton. Basta recordar que fue la negativa de Kennedy a intervenir de forma directa lo que le atrajo el odio de los contrarrevolucionarios cubanos, a pesar de que ningún otro presidente estadounidense los apoyó de manera más concreta y abarcadora. En la actualidad, frente al creciente y abarcador reclamo de un cambio de política que favorezca el comercio y los viajes a Cuba, la opción de la extrema derecha cubanoamericana es crear conflictos entre los dos países, a fin de inducir un endurecimiento de la opinión pública y presionar acciones punitivas por parte del gobierno. Para la ejecución de esta estrategia, la posición de Otto Reich en el Departamento de Estado resultaba para ellos en extremo conveniente.
Precisamente, la consolidación del lobby cubanoamericano se materializó en la medida en que su influencia alcanzó posiciones ejecutivas en las administraciones de turno. Primero fueron las dependencias de OFAC --donde se controla la aplicación del bloqueo por parte del Departamento del Tesoro-- y la Oficina de Cuba en el Departamento de Estado. Baste decir que en el primer caso la estancia de los principales funcionarios en sus puestos puede contarse por decenas de años y su relación con la derecha de origen cubano llegó al punto de establecer oficinas en Miami; en el segundo, el vínculo resulta tan obvio que en dos ocasiones los jefes de la Oficina de la CANF en Washington han ocupado antes este cargo. Más tarde aparecieron los conservadores cubanos en el Consejo Nacional de Seguridad --como ocurre en la actualidad con el coronel Emilio González-- y sobre todo en puestos claves para la aplicación de la política hacia Cuba, ya sea la AID --que suministra los fondos a los grupos contrarrevolucionarios dentro y fuera de Cuba-- ahora dirigida por Adolfo Franco, antiguo jefe de personal de la congresista Ileana Ros--, o en la Comisión de Reclamaciones Federales, la que aprobaría las reclamaciones de los cubano-estadounidenses beneficiados por un capítulo de la ley Helms-Burton si llega a aplicarse, y que también está dirigida por un antiguo asesor de Ileana Ros, en este caso Mauricio Tamargo.
El nombramiento de Otto Reich resultó un paso relevante en este proceso. Prácticamente se ubicó en el centro de la implementación de la política hacia Cuba, contando además con una considerable capacidad de presión para que el resto de los gobiernos latinoamericanos actuaran en correspondencia con los intereses de esta política. Su democión implica, por tanto, un inevitable retroceso para el lobby conservador cubano-estadounidense, no importa cuanta influencia tengan o logren alcanzar en otros funcionarios. A pesar del nombre y la cara de alemán, Reich es uno de los suyos.