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Internacional

23 de diciembre del 2002
Entre la Justicia infinita y la Libertad duradera

Manuel Vázquez Montalbán
La Jornada

La CIA ha adquirido auténtica licencia para matar, en directo o a distancia, siempre que el objetivo sea de momento un terrorista. Se ha revelado que por este procedimiento ha conseguido eliminar, de momento, a un dirigente terrorista islámico y están al caer otros objetivos dentro del espíritu de lo que estuvo a punto de llamarse Justicia infinita y se ha limitado de momento a ser una promesa de libertad duradera. Que nadie recuerde aquel poema de Brecht en el que la gendarmería del imperio va deteniendo progresivamente a judíos, comunistas y finalmente a los que han contemplado pasivamente las primeras detenciones. La confirmación del Imperio Americano tras la miniguerra de Afganistán marca la política internacional de 2002, al tiempo que se asumen réplicas terroristas difícilmente controlables, como demuestra la conjunción de estallidos tan distintos como el atentado kamikaze de Finlandia, la brutal masacre de la isla de Bali o la aterradora secuela de la ocupación por terroristas chechenos de un teatro de Moscú, aterradora porque la muerte de rehenes e insurgentes la aplicó finalmente la violencia del Estado, no olvidemos que pretendidamente dueño del monopolio de la violencia.

Frustrado inicialmente, el empeño estadunidense de ocupar Irak, aparentemente por el deseo de eliminar un posible foco de terrorismo internacional, el poco interés europeo por la cuestión aplazó la intervención militar y dio tiempo a revelar una cuestión de fondo que gravitará sobre Asia central en las próximas décadas. El escaso interés europeo procede fundamentalmente del hecho de que Europa el conflicto lo tiene al lado, tanto al este como al oeste, y Estados Unidos sólo lo tiene a tiro de avión comercial empotrado contra sus hegemónicas torres de Nueva York. El control de Irak significaría ante todo la desarticulación del antagonista más real de Israel y además permitiría acentuar la influencia estadunidense en una zona vital para futuros conflictos previsibles, vengan de China, vengan de la India. Constituir un eje de repúblicas asiáticas abocadas al modelo turco y al islamismo moderado, pero adictas a una estrategia estadunidense y, si se quiere, occidentalista en la zona, garantiza la definitiva explotación de lo que queda de petróleo en Oriente Medio (de 20 a 40 años garantizados) y un factor de presión sobre lo que pueda hacer con su petróleo la antigua URSS.

La supuesta paz universal que iba a traer el final de la guerra fría se ha convertido en un generalizado desorden internacional en el que hay naciones en quiebra como Argentina, maltratadas por toda clase de hambrunas, y otras tan amenazadas de quiebra como Brasil que hasta propician que un izquierdista histórico como Lula trate de enmendar los desastres del economicismo neoliberal. En crisis el optimismo neocapitalista tramado en Davos y en auge la rebelión de los foros sociales avalados por los encuentros de Porto Alegre, la gendarmería estadunidense del universo no está en condiciones de impedir que aviones israelíes sean bombardeados por misiles teledirigidos inicialmente desde el más estricto anonimato. La nueva guerra mundial estuvo a punto de llamarse Justicia infinita y ha reducido su ambición semántica a Libertad duradera o Libertad sin límites. En 2003 habrá que seguir rebautizando la progresiva y recelosa angustia globalizada.