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Internacional

5 de november del 2002

En varios estados de ese país decenas de miles de sufragios no son computados
En las elecciones legislativas de Estados Unidos el voto no cuenta

Jim Cason y David Brooks
La Jornada

Washington y Nueva York, 3 de noviembre. Las elecciones de este martes se realizarán dos días antes del segundo aniversario de la destrucción de uno de los mitos fundamentales de la democracia estadunidense: el de que cada voto cuenta. El 7 de noviembre de 2000 se estableció que no sólo el voto sagrado de cada ciudadano no necesariamente se cuenta, sino que la voluntad de la mayoría no es la que define quién la representa.
Aquí hay un hecho indisputable: en la más reciente elección nacional el candidato que ganó la presidencia fue rechazado por la mayoría de los votantes -de hecho, perdió por más de medio millón de votos-; en el centro de la democracia estadunidense actual esta es la realidad, tal como lo señala el columnista político Hendrik Hertzberg, de la revista The New Yorker: "por primera vez desde el siglo XIX, Estados Unidos está gobernado por un presidente que como candidato fue rechazado en las urnas".
Mas allá de la complicada explicación del funcionamiento del anticuado mecanismo del Colegio Electoral que permite este tipo de resultados en el sistema electoral estadunidense, el hecho de que George W. Bush no haya ganado la mayoría del voto popular es algo que aún no se ha abordado en el mundo político de este país, señala Hertzberg.
Pero ahora, ante las elecciones legislativas de este martes, lo anterior provoca mayores interrogantes. Bush está buscando que su Partido Republicano logre obtener el control de ambas cámaras del Congreso para consolidar su proyecto político nacional. Que una mayoría rechazó sus propuestas no parece impedir que él y su partido declaren lo opuesto. El resultado será que un electorado cuyo voto mayoritario fue en favor de una política de centro-izquierda (sumando el voto emitido por el candidato demócrata Al Gore más el del candidato del Partido Verde, Ralph Nader) en 2000, ahora es representado por un presidente y un partido de centro-derecha.
Decidieron jueces
Peor. El voto mayoritario no sólo fracasó en sentirse representado por el resultado, sino que en la contienda electoral de 2000, el resultado no fue determinado por un conteo fiel y preciso de cada voto, sino por cinco de los nueve jueces de la Suprema Corte, quienes tampoco son electos.
No acaba ahí este cuento de la democracia estadunidense. En esas elecciones se divulgó un gran secreto: no todos los votos emitidos se cuentan en Estados Unidos.
No fue sólo lo que ocurrió en la gran y famosa disputa en Florida sobre cómo se contaron y recontaron los sufragios, sino que resultó que en varios estados del país, el conteo oficial no es nada preciso, y miles, tal vez decenas de miles, de votos no se cuentan.
Eso, por varias razones, pero fundamentalmente por un sistema electoral que emplea diversas técnicas y tecnologías para contar votos dependiendo del estado -no hay un sistema nacional único y uniforme de conteo.
Mas allá de las sabrosas anécdotas de fraude, de lugares donde los muertos votan e individuos tan excitados por el ejercicio democrático sufragan más de una vez, el nombre "Florida" ahora no sólo se refiere a un estado, sino al símbolo de un sistema electoral disfuncional y descompuesto.
No es por nada que una semana antes de las elecciones legislativas de este martes, el presidente Bush promulgó una nueva ley para modernizar los mecanismo de sufragio en este país. Pero para muchos esto fue más imagen que realidad, ya que un político cuya legitimidad electoral técnicamente no se ha comprobado busca presentarse como un gran reformador del mismo sistema que le permitió triunfar.
En estas elecciones una de las contiendas más disputadas resulta estar ubicada en Florida. El gobernador Jeb Bush, hermano del presidente, busca la relección en una competencia reñida con el candidato demócrata. El déjà vu de la elecciones de 2000 se repite, con George Bush y Al Gore visitando el estado para promover a los candidatos de sus partidos, y detrás de todo está el gran juego sobre quién logrará conquistar este estado, otra vez.
Ahora los estadunidenses de nuevo son convocados a participar en una elección. Se les insta a cumplir con su deber cívico y patriótico. Pero muchos de los invitados a esta fiesta democrática no podrán ser culpados si llegan con serias dudas de cuánto vale su voto y si en verdad cuenta.
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