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Internacional

27 de octubre del 2002

La nueva estrategia de seguridad nacional estadounidense y la gobernabilidad mundial

Ana Teresa Gutiérrez
Rebelión
En la Posguerra Fría el problema de la gobernabilidad ha pasado a un primer plano, no sólo al interior de una serie de Estados-nación, sino en el mismo entorno internacional hay un desequilibrio, producto de la desintegración de la Unión Soviética que ha desarrollado la tendencia del unilateralismo estadounidense (Ianni, Octavio, 1996). Esta unipolaridad en el ámbito internacional amenaza los logros de la Segunda Posguerra, que se caracterizaba por la aceptación en el seno de la Organización de las Naciones Unidas de la necesidad del uso del diálogo y no de la fuerza en las relaciones internacionales y la resolución pacífica en la medida de lo posible de las controversias entre Estados (Chomsky, Noam, 2002). El Derecho Internacional, que sólo tiene capacidad de recomendar y no es coercitivo, de todas maneras tenía un rango de observancia. Sin embargo, este orden de la Segunda Posguerra ya no existe más y la ONU es ahora una organización que ha perdido gran margen de autonomía relativa. Por lo que, el denominado Nuevo Orden Mundial se está caracterizando por el uso indiscriminado de la fuerza, por parte de los Estados más poderosos para conseguir sus objetivos geopolíticos, reconfigurados con el objetivo de llenar el vacío de poder que dejó la Unión Soviética (Almeyra, Guillermo, 2002)(1). Desde 1991 se han sucedido tres conflicto fundamentales: La Guerra del Golfo Pérsico, los ataques de la OTAN a Yugoslavia y el ataque estadounidense a Afganistán, cada uno ha sido un paso más hacia la reconfiguración geopolítica mundial. Palabras como derecho a la venganza y a la represalia se han oído desde el ataque del 11 de septiembre a Estados Unidos, posiciones maximalistas como la de conminar a los Estados a alinearse con este país en su lucha contra el terrorismo internacional bajo amenaza de convertirse en blancos de ataque militar y acusaciones de pertenecer al "eje del mal" parecen indicar que el nuevo orden unipolar tiende a exacerbar las contradicciones internacionales y a suprimir el derecho de los Estados a cooperar y a tener una posición autónoma en los diferentes problemas internacionales. Categorías medievales como el bien y el mal han vuelto a ser la forma de evaluación de los actores internacionales, dejando de lado la búsqueda del consenso y la armonía internacionales (Schwarz, Peter, 2002).
El factor militar resurge
A finales del siglo XX, después de la Guerra Fría el factor militar vuelve a adquirir un enorme auge ya que el equilibrio existente durante ésta, ha quedado roto debido a dos factores básicos:
El debilitamiento y desintegración de la Unión Soviética y después los problemas de toda índole en Rusia.
El creciente énfasis de los Estados Unidos en el desarrollo militar después del fin de la bipolaridad.
Este auge militar de los Estados Unidos, manifiesto en un mayor gasto de Defensa (aprobado desde 1999 todavía por la administración Clinton después de los escándalos sexuales del presidente) y en la creciente expansión de la Alianza Atlántica y su transformación de alianza defensiva a ofensiva a partir del conflicto yugoslavo, representa la preparación de este actor, que se auto erige como el único poder global, para una nueva reconfiguración geopolítica mundial. En efecto, en el orden geopolítico, el fin de la Guerra Fría significó el cuestionamiento de la estructura de esferas de división de influencias, producto de la Segunda Posguerra, configurada en los Acuerdos de Yalta, San Francisco y Postdam (Majahan, Rahúl, 2002).
A pesar de la Cumbre de Malta en 1989, cuando Bush aseguró a Gorbachov que los Estados Unidos no intentarían llenar los vacíos de poder dejados por el retiro de la URSS de Europa Oriental después de la caída del Muro de Berlín, el desdibujamiento de la anterior estructura geopolítica desde esa fecha hasta el presente, ha generado un proceso de competencia por una nueva repartición y adueñamiento de áreas de influencia mundial entre las potencias que emergieron más poderosas del fin de la Guerra Fría, a costa de los territorios que antes pertenecían al bloque soviético o donde la URSS tenía mayor influencia, en el Medio Oriente, en el Sudeste Asiático y en África (Gutiérrez, 2000).
El primer gran conflicto después de esta etapa lo constituyó la Guerra del Golfo, que transcurrió aún durante la existencia de la URSS. Posteriormente, el reconocimiento de la independencia de Eslovenia y Croacia, por parte de Alemania en 1989, desencadenó la guerra en Yugoslavia, que Belgrado inició en un intento de frenar la subsiguiente desintegración del Estado Yugoslavo. La intervención de la OTAN en 1995 para terminar con el conflicto en Bosnia Herzegovina, fue un tercer paso más en la reconfiguracion de la geopolítica de la Posguerra Fría. El siguiente paso de este proceso lo constituyó el ataque a Irak por parte de Estados Unidos en 1998.
Dicho proceso de reconfiguración ha venido acelerándose y complejizándose hasta llegar al conflicto de Kosovo agudizado el 24 de marzo de 1999 por el ataque de la OTAN sobre el Estado yugoslavo violando el Estatuto de la Organización de las Naciones Unidas, a la par de que Estados Unidos continuaba campañas de bombardeo sobre el territorio de Irak y más cercanamente, el ataque a Afganistán es un paso más en esta dirección. Todos estos fenómenos indican que el proceso de reconfiguración geopolítica está en marcha e involucra a líderes y a poblaciones enteras en dolorosos procesos de guerra, para doblegarlos y conseguir que no obstaculicen los planes de la nueva arquitectura de poder mundial, diseñados en los grandes centros de poder internacional. Las potencias más activas en esta lucha son Estados Unidos, Alemania e Inglaterra, con la correspondiente respuesta de China, que a raíz del bombardeo de su embajada en Belgrado ha enfatizado mas sus planes armamentistas. Rusia, por su parte, sufre un fuerte proceso de disminución de su influencia geopolítica y se ve amenazada en su propio territorio por el peligro de una subsiguiente desintegración.
Así, el fin de la Guerra Fría estuvo marcado por la desaparición de la Unión Soviética y del Pacto de Varsovia, elementos fundamentales que dieron origen al orden bipolar de la Segunda Posguerra. Sin embargo, la desaparición de estos dos elementos en la Posguerra Fría no ha significado el declive y como consecuencia a la larga, la desaparición de la carrera armamentista propia de esa época. Al contrario, lo que observamos en la escena internacional es el fortalecimiento de la Alianza Atlántica (OTAN), que lejos de desaparecer a su vez, como sucedió con su contraparte, el Pacto de Varsovia, se ha incluso ampliado a costa de los países que fueron miembros del Pacto de Varsovia.
La expansión de la OTAN, a pesar del desacuerdo de Rusia comenzó con el Programa para la Paz (Program for Peace), que consistió en la iniciativa estadounidense para realizar ejercicios militares conjuntos con varios países ex miembros del Pacto de Varsovia e incluso con la misma Rusia, en la época en que Andrei Kozirev era su canciller.
Este programa ha continuado vigente y como en un inicio se definió, ha servido para vincular a los países del ex bloque soviético con la OTAN. Como resultado, tres de ellos: Hungría, la República Checa y Polonia ya han sido aceptados a la OTAN, a pesar del desacuerdo de Rusia.
Así mismo, el colapso de la URSS condujo a los Estados Unidos a rediseñar su estrategia militar por primera vez en décadas y a plantearse nuevos objetivos. Durante la Guerra Fría, la estrategia de Estados Unidos fue disuadir a la otra superpotencia. Con la desintegración del principal contrincante, la estrategia estadounidense cambió a una postura ofensiva más que disuasiva, debido a las nuevas oportunidades de adquirir influencia geopolítica como resultado del resquebrajamiento del orden geopolítico de la Segunda Posguerra, como consecuencia de la desintegración de la URSS, que era uno de los dos pilares estratégicos de este orden.
Por lo que, hoy asistimos a una nueva lucha por esferas de influencia entre las potencias que emergieron más poderosas del fin de la Guerra Fría y que hoy han iniciado una nueva lucha por el reparto fundamentalmente de:
· El botín soviético: territorios y materias primas, sobre todo energéticos.
· Regiones mundiales, que aún sin pertenecer al bloque soviético sufrieron un cambio fundamental en la correlación de fuerzas geopolíticas en su área.
La potencia principal involucrada activamente en este nuevo reparto y en encausar la correlación de las tendencias geopolíticas a su favor es Estados Unidos.
De ahí que este país se plantee el rediseño de su estrategia de disuasión de la Guerra Fría, por otra que consolide su triunfo en la Guerra Fría y que éste se traduzca en llenar los espacios que la otra superpotencia dejó.
Los primeros bosquejos de esta nueva estrategia ya han sido planteados con el objetivo de que los Estados Unidos incrementen su capacidad de librar conflictos convencionales y que no sea capaz de librar sólo uno, sino dos o más a la vez, debido a que el énfasis en la disuasión nuclear se ha cambiado al énfasis en el potencial convencional y la capacidad de librar al mismo tiempo dos o más conflictos bélicos convencionales. Esta estrategia es denominada Estrategia Regional y se caracteriza por el mantenimiento de alianzas como la Organización del Tratado del Atlántico Norte, por la capacidad de tener presencia en cualquier punto mundial de conflicto y se enfoca en los conflictos regionales más que en una visión global (Kugler, Richard, 1999).
La nueva doctrina estadounidense considera que, así como los despliegues en el extranjero, son claves para un ambiente internacional estable, una estructura defensiva interna adecuada es crucial para la seguridad de los ciudadanos y el bienestar de las comunidades. Uno de los rasgos característicos de la seguridad de Estados Unidos en el periodo del 2010 al 2020, será un mucho mayor papel para la defensa interna del país del que existe hoy, lo cual significa la intención de desplegar un sistema de escudos antimisil, denominado National Missile Defense (NMD).
Una disuasión efectiva de los adversarios con potencial nuclear puede ser mantenida con los niveles reducidos previstos por el START III, una vez que ya Rusia aceptó ratificar el Start II en mayo del año 2000.
Con el tiempo, los esfuerzos para determinar los ataques nucleares contra los Estados Unidos, sus aliados y sus intereses pueden cambiar sustancialmente de los de hoy, por medio de este sistema denominado National Missile Defense. La disuasión de un ataque es el foco central de la estrategia nuclear, que puede ser suplantada por la necesidad de administrar e identificar, contar y salvaguardar contra la proliferación y el posible uso de las armas nucleares y otras armas de destrucción masiva, por medio del despliegue del NMD. Las políticas nucleares tradicionales de Estados Unidos hoy se considera que pueden no ser suficientes "para disuadir los ataques nucleares, químicos o biológicos de los que el pensamiento estratégico estadounidense denomina "estados violentos" contra los aliados estadounidenses y socios"(2). Por lo que se plantea un elemento nuevo en la estrategia de defensa estadounidense, que consiste en construir este sistema de escudo antimisil, que tiene ramificaciones regionales denominadas a su vez, Theater Missile Defense (TMD).
La justificación dada por los partidarios de la NMD de que el sistema sería solamente una medida defensiva, diseñada para proteger a la población estadounidense de las armas nucleares lanzada por algún "estado violento", es un pretexto para establecer un sistema que permitirá una interacción estadounidense más agresiva en el exterior, al permitirle bloquear la represalia de pequeños y grandes estados como China, la defensa antimisil permitirá al gobierno estadounidense intervenir más libremente en regiones como el Medio Oriente, Asia y los Balcanes.
Para citar un solo ejemplo, aún una rudimentaria NMD, como la construida en Alaska, tendrá enormes consecuencias en la relación bilateral con China, que tiene sólo un limitado arsenal. En estas nuevas condiciones, las fuerzas militares estadounidenses tendrían las manos libres para intervenir en regiones como Taiwan.
El subsiguiente desarrollo de la defensa antimisil en la concepción de Bush sobre un amplio sistema multinivel, consistente de componentes terrestre, aéreo y marítimo con bases antimisil, podría representar una amenaza directa a Rusia y sus intereses en el Cáucaso y en las regiones del Mar Caspio. También sería una amenaza para la cada vez más independiente Unión Europea, que ha llegado a tener una creciente oposición a los objetivos de política exterior estadounidense en una gran variedad de asuntos.
Esencialmente, una ampliada defensa antimisil, sería un importante componente de una agresiva política militar y esta es la razón por la que se oponen las potencias, sobre todo China y Rusia.
Sin embargo, el carácter agresivo de la NMD yace no sólo en su inmediato impacto militar, sino más fundamentalmente, en el papel que los planes del Pentágono jugarán en una reorientación general de la política exterior estadounidense hacia una tendencia más unipolar y militarista.
En efecto, con el fin de la Guerra Fría y el colapso de la URSS, una sección sustancial de la clase política estadounidense, representada más consistentemente por el Partido Republicano, considera todas las restricciones al poder militar estadounidense innecesarias e intolerables.
Esto incluye en primer lugar, las restricciones que impone el Tratado ABM, negociado entre los adversarios de la Guerra Fría y firmado por Estados Unidos y la Unión Soviética en 1972, tratado que Estados Unidos acaba de abandonar en enero del año 2002.
Este sector de la clase política estadounidense, vinculado a los intereses de los grandes consorcios armamentistas, cuestiona porque los Estados Unidos deberían limitar su poder militar cuando el principal factor que forzaba estas limitaciones, la URSS, no existe más.
Al perseguir el desarrollo y el despliegue del NMD de manera tan rápida, la administración Bush está intentando convertir este giro de la estrategia estadounidense, antes mencionado, en factor acabado. Estos intereses políticos y estratégicos explican porque la administración Bush está relativamente despreocupada con los enormes problemas tecnológicos asociados con la defensa antimisil. Para el Partido Republicano esto no es tanto una cuestión de defensa exitosa, aunque éste ha sido un largo sueño de los estrategas que trazan la estrategia militar estadounidense y sería realmente bien recibido, sino una transformación del carácter de la orientación estratégica básica en una dirección extremadamente agresiva y unilateral.
Por lo que la administración ha indicado que el éxito o el fracaso de las futuras pruebas es bastante irrelevante en la determinación de la posterior construcción del sistema. De acuerdo a esta concepción, la tecnología será desarrollada y las pruebas serán conducidas en el mismo proceso de construcción de este sistema.
Esta nueva orientación estratégica no sólo es evidente en la actitud de la administración hacia el NMD y el Tratado ABM, sino también en su posición sobre el Tratado Comprehensive Test Ban Treaty (CTBT), que fue suscrito por Clinton, pero rechazado por el Senado, controlado por los republicanos en 1999. El CTBT prohibía las futuras pruebas de armas nucleares y ha sido fuertemente apoyado por Europa. Bush también busca desechar este tratado por completo, ya que debido a las regulaciones de procedimiento aplicadas a los tratados, todavía está en el Senado y podría ser rescatado por el liderazgo demócrata en el futuro. El actual gobierno estadounidense ha tratado también de alterar el texto de este tratado que necesita su ratificación por todos los firmantes.
La razón de esta actitud del gobierno de Bush, es que no desea limitar el futuro desarrollo de las armas nucleares estadounidenses, que necesitarán pruebas. En consonancia con esta posición, Bush ha comisionado a un equipo de estudio para considerar como pueden reactivarse rápidamente los sitios de prueba en Nevada.
Si Bush decide empezar con pruebas nucleares, esto tomaría entre tres y cuatro años para dejar listas las instalaciones, pero la administración está buscando reducir este periodo a meses. En particular, el Pentágono está buscando desarrollar armas nucleares de baja intensidad, diseñadas para destruir arsenales nucleares bajo tierra, que hoy sólo existen en Estados Unidos y Rusia.
En suma: no a limitaciones nuevas y descartar todas las viejas restricciones, permitir que los Estados Unidos desarrollen su política militar libremente, de acuerdo a lo que los estrategas del Pentágono y el presidente Bush consideran el objetivo de la estrategia de seguridad nacional de la administración en el aspecto militar, básicamente en el nuclear, lo que incentiva la confrontación con China y Rusia.
Además, para mantener la superioridad informativa actual, se necesitará integrar los sistemas de información existentes y los nuevos, mientras se explota la tecnología comercial. Se deben tener también capacidades informativas defensivas y ofensivas efectivas. Los Estados Unidos consideran que necesitan que su liderazgo en el espacio no sea confrontado y deben coordinar los ámbitos civil, comercial y de seguridad nacional del espacio, así como el uso del espacio como el mayor elemento del poder nacional estadounidense.
La política exterior de Bush
Durante los primeros años de la administración Clinton, el presidente fue ampliamente criticado por no tener una clara agenda de política exterior. George W. Bush, sin embargo, llegó a la presidencia con una agenda claramente establecida. Es una visión conservadora y de línea dura de los intereses nacionales de Estados Unidos y de la seguridad nacional. Las confusas visiones sobre promoción de la democracia, derechos humanos y equidad no oscurecen el agudo enfoque de la Agenda Republicana. La declaración de los objetivos de la política exterior de manera simplista, con el particular estilo del presidente Bush, busca directamente y sin tener en cuenta a otros países, los objetivos del interés nacional estadounidense. La seguridad nacional es definida claramente como el simple aumento del poderío militar estadounidense. La característica del diseño de política exterior consiste en que los Estados Unidos se involucran en los asuntos de otras naciones. Pero tal política unilateral tiene graves riesgos, ya que ignora los beneficios de la cooperación internacional y el multilateralismo que deberían regir la Posguerra Fría.
El investigador estadounidense John Gershman afirma que: "Esta es una política exterior que es ciega a la drástica reconfiguración en las condiciones de nuestra era: económicas, políticas, del ambiente y de la seguridad. Esta es una visión donde los intereses políticos estadounidenses siempre alteran el ambiente, donde los imperativos de la NMD dejarán la sabiduría de los tratados de control armamentista y el dominio estadounidense y sus privilegios caracterizarán su liderazgo global. La política exterior del equipo Bush es simple pero imprudente. Su visión del interés nacional y de seguridad parte de las condiciones de la Guerra Fría. La estructura tradicional de la política exterior de toma de decisiones ya no se aplica más (Gershman, John, 2002)."
Irak: siguiente episodio en la campaña estadounidense contra el terrorismo
En este contexto de lucha contra el terrorismo, los Estados Unidos ponen en la mira a Irak. El Pentágono y la CIA hacen planes para la guerra contra Irak este año 2002, involucrando más de 200 000 tropas estadounidenses, que serían lanzadas a finales de este año con el objetivo de derrocar a Saddam Hussein.
El gabinete de guerra de Bush, conocido como el "Comité de los Directores", acordó en una reunión decisiva a finales de enero que la política de contención ha fallado y que pasos activos deberían ser tomados para derrocar al líder iraquí.
Pero de acuerdo a una fuente de inteligencia estadounidense, las preparaciones de la CIA, los planes provisionales para una guerra paralela y encubierta han sido entregados y ya están en el escritorio del presidente desde hace algunos días.
Bush dijo el 13 de febrero del 2002 que reservará cualquier opción que tenga y que conservará las que considere mejor: "Saddam Hussein necesita entender que soy serio sobre la defensa de nuestro país".
Desde la decisión del Comité de los Directores, el secretario de Estado Powell declaró ante el Comité del Senado: "que se están analizando una variedad de opciones para lograr el objetivo" (Borger, Julian, 2002). El diseño para la campaña contra Irak ha evolucionado de un plan de contingencia diseñado por los jefes conjuntos de Estado que han previsto el uso de 200,000 tropas de Estados Unidos, cuya principal parte invadiría desde Kuwait.
Parece que la versión final evolucionará a una fuerza más ligera, más movible, que descansa más en fuerzas especiales y encubiertas, a la luz de la experiencia afgana. Un documento de trabajo ha sido enviado a la Casa Blanca, pero está lejos de ser definitivo. Los generales dicen estar muy inquietos por la amenaza de represalia del arma química y biológica iraquí contra las concentraciones de tropas estadounidenses o contra Israel en un evento de conflicto.
El Comando Central ya ha colocado cuarteles generales en el Golfo, desde los cuales cada uno de los servicios componentes será capaz de coordinar la guerra.
Los cuarteles generales de la Fuerza Aérea están en la base aérea The Prince Sultan en Arabia Saudita. Los cuarteles generales del ejército están en Kuwait, mientras los de la Armada están en Bahrain. El componente marino del Comando Central también se planeaba situar en Bahrain en enero del 2002, semanas después la fuerza marina principal dejó Afganistán.
Estados Unidos, Israel y Turquía están programando ejercicios conjuntos bajo el código de Anatolian Eagle este año, pero en otra señal de preparaciones aceleradas, allí habrán tres de estos ejercicios en los próximos meses, en la base de la Fuerza Aérea turca en Konya. Una vez actualizada, Konya podría ser utilizada como una base para los ataques aéreos sobre el norte de Irak.
Los estrategas militares del Pentágono temen que Irak use armas químicas y biológicas contra las tropas estadounidenses y contra Israel. El peligro será minimizado por un intensivo bombardeo de lanzadores de misiles, pero los generales reportan una extrema preocupación porque los riesgos no pueden ser eliminados por entero.
La guerra encubierta de la CIA, prepararía a guerreros kurdos, armados y entrenados para desplegarse en el norte de Irak y a fuerzas shiítas en Kuwait. Los entrenadores de la CIA y de Fuerzas Especiales ya han sido enviados a Kuwait para este propósito y pueden haber ya comenzado a trabajar.
Mientras tanto, las fuerzas especiales y la CIA lanzarán una campaña de sabotaje y guerra de información en los próximos meses. La CIA tiene muy poca confianza en la capacidad militar del movimiento principal de oposición, el Congreso Nacional Iraquí, pero éste ha empezado consultas intensivas con los funcionarios de la CIA acerca de la logística de entrenar y armar los movimientos de apoyo.
El desencadenamiento de un nuevo ataque a Irak podría ser la esperada confrontación sobre las inspecciones de armas en la primavera del 2002. Los aliados de Estados Unidos están aferrándose a la esperanza de que la acción militar estadounidense será cancelada por la aceptación de Bagdad de inspecciones incondicionales de armas, cuando el régimen tenga una revisión con respecto a las sanciones internacionales de la ONU en mayo próximo.
Sin embargo, el vicepresidente iraquí, Tha Yasin Ramadan ha afirmado que no hay necesidad de que "espías" de equipos de inspección de la ONU regresen al país.
Además, un funcionario del Departamento de Estado dijo que era muy improbable que el régimen iraquí estuviera preparado para aceptar el duro programa de inspecciones que Estados Unidos demandará. Pero una fuente de inteligencia estadounidense declaró que la Casa Blanca no tomará un sí por respuesta, sugiriendo que Washington provocaría una crisis y añadió que esperaba que la guerra empezara pronto después del ultimátum de mayo.
Los aliados de Estados Unidos en el Medio Oriente han sido informados que la decisión de Estados Unidos de atacar Irak, ya ha sido tomada y los diplomáticos de la región dijeron el 13 de febrero del 2002 que estaban resignados a la inevitabilidad de la guerra que puede amenazar la estabilidad de los regímenes árabes (Friedman, John,2001).
"Es una situación de pesadilla para nosotros-dijo un diplomático árabe en Washington-, sentimos que Estados Unidos tomará una decisión muy drástica y tendremos que estar preparados para esta realidad".
A su vez, Francia y Alemania en la Unión Europea, han estado dejando claro a Bush que no apoyarán a Estados Unidos en caso de acción militar contra Irak.
Pero Inglaterra ha rehusado unirse a la crítica europea. Un funcionario de la chancillería inglesa filtró en enero del 2002 que la acción militar no era inminente, pero sería cuestión de meses.
Un vocero de esta chancillería dijo que el primer ministro afirmó que esta campaña tendría dos fases:
· La primera enfocándose en Afganistán.
· La segunda dirigida a diferentes blancos del terrorismo internacional. Hay comunicaciones regulares entre el Departamento de Estado y la Chancillería inglesa con respecto a la estrategia para atacar Irak. Afirmó también que se procederá a la consulta con otros aliados y los métodos precisos de acción serán consultados en el curso de la campaña.
Conclusiones
En la medida que las corporaciones transnacionales adquieren más poderío económico y que el proceso de concentración de la tecnología y la riqueza se va concentrando en los centros de poder mundial y vastas regiones del mundo se desindustrializan como es el caso de Rusia y de países clave de América Latina, al parecer los valores liberales del sistema político capitalista como las libertades de prensa, de asociación política y la democracia liberal se están viendo amenazadas por una supervisión policíaca a nivel mundial, ejercida por el unilateralismo estadounidense. Incluso al interior de los Estados Unidos, la víctima de la "lucha contra el terrorismo" del gobierno estadounidense ha sido la población de Estados Unidos, a la que se le han limitado las libertades civiles. De aquí la reflexión que se plantea es si sobrevivirán los usos políticos de la democracia liberal en el futuro.




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Notas
1- Almeyra , Guillermo,"De bello mundii o la guerra del pequeño cesar por el petroleo y la reestructuracion del globo", La guerra contra el terrorismo. Estados Unidos y la supremacía mundial,Trillas, México, 2002.
2- Reporte del Panel Nacional de Defensa .Diciembre De 1997