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Venezuela: El Golpe

4 de mayo del 2002

Venezuela: el poder flotante

Heinz Dieterich Steffan

La situación post-golpista en Venezuela se caracteriza por una difusión del centro de poder, cuya evolución decidirá el futuro del país. El coup dŽ état de Washington del 11 de abril tenía por objetivo copar el centro de decisión del sistema nacional ---el gobierno de Hugo Chávez en el Palacio de Miraflores--- para, después, desmantelar sus estructuras de poder y sustituirlas por una dictadura neoliberal. Al fracasar el golpe, determinó dialécticamente el campo de batalla de hoy que tiene dos determinaciones estratégicas: a) la guerra sin cuartel contra Hugo Chávez continua y se incrementa su intensidad en todos los frentes; b) el objetivo estratégico de la guerra sigue siendo la toma del centro de poder nacional, por la vía institucional o por la fuerza.
El centro de poder o decisión en la política puede entenderse en analogía a lo que es el "centro de gravedad" en la física (mecánica), definido como el punto o la zona en torno de la cual giran el resto de los acontecimientos (masas). En las ciencias militares se usa el concepto para indicar la zona de mayor peligro bélico para la seguridad nacional. En la Venezuela post- golpista, ese centro de gravedad es aun el gabinete del Presidente, lo que lo convierte automáticamente en el blanco principal de la subversión. Dicho en lenguaje militar: el teatro de operaciones interno más importante de la ofensiva contra Hugo Chávez es, actualmente, su gabinete. Epicentros del poder son el parlamento, las Fuerzas Armadas, los medios, el sistema jurídico y, crecientemente, la economía.
El destino de la revolución bolivariana se decide, por lo tanto, en la capacidad de los contrarios de ocupar ese bastión central del poder. Y frente a este escenario no deja de preocupar que la vital centralización del poder bolivariano en el gabinete no parece realizarse adecuadamente. De hecho, se observan dos deficiencias potencialmente fatales para el proceso: a) una obvia incomprensión de la importancia del vector tiempo en la sobrevivencia de la revolución y, b) la manutención de un equipo ministerial incapaz para derrotar el asalto final de la conspiración transnacional.
Ante el actual estado de difusión del poder central, es decir, ante el creciente debilitamiento del centro de gravedad de la revolución, el tiempo trabaja a favor de los golpistas. El gobierno parece haber entrado en una espiral de debilitamiento que se acelera con cada concesión que se le hace a los subversivos. Es la lógica del círculo vicioso o de la retroalimentación positiva en la cibernética: cada concesión que pretende alejar la caída del gobierno, la acerca más; entre ellas, la decisión de permitirles al terrorista de Estado Pedro Carmona y a altos militares golpistas descansar en sus lujosas mansiones, habiendo cometido el crimen de alta traición y ser responsables de la muerte de decenas de ciudadanos; haber aceptado la renuncia de la dirección de PdVSA nombrada por el Presidente y, así mismo haber aceptado una comisión investigadora de la conspiración, encabezada por un diputado de los golpistas, el socialdemócrata (AD) Edgar Zambrano, lo que equivale, de facto, a un voto de desconfianza para el fiscal general Isaías Rodríguez quien fue un hombre clave en la defensa de la constitucionalidad.
En cuanto a la composición del gabinete pregolpista que fue incapaz de prever y neutralizar el coup dŽ état, el único cambio de cartera realizado consiste en el nombramiento del ex ministro de defensa, José Vicente Rangel, como Vicepresidente. La sabiduría de esta medida no es del todo evidente, si se considera que Rangel, jefe de la Dirección de Inteligencia Militar (DIM) y con acceso a los demás servicios de inteligencia, sostuvo reiteradamente a pocos días del golpe, que las Fuerzas Armadas eran leales y que no existía el peligro de una asonada militar.
Después de que chocara el Titanic, es de sentido común preguntarle a la tripulación, ¿por qué: a) no divisó el iceberg, cuando, además de sus propios "radares" disponía de múltiples advertencias respectivas desde diferentes puntos de observación nacionales e internacionales? y, b) ¿por qué sostenía públicamente todo el tiempo que el iceberg no existía?, dándole un falso sentimiento de seguridad a los cuadros bolivarianos. Y, la interrogante a fortiori es, por supuesto: ¿por qué la misma tripulación sigue conduciendo el barco averiado, cuando la cantidad de icebergs no disminuye, sino aumenta?
La nueva etapa de la guerra no es menos compleja que la anterior, sino más; porque a los frentes de ataque existentes antes del 11 de abril se suman ahora el Parlamento ---donde seis diputados oficialistas ya formaron una fracción "independiente"--- las instituciones judiciales y, con más virulencia, la economía. Y es poco probable que el gabinete actual sepa enfrentar con éxito estos desafíos. Un gabinete que fuera un verdadero centro de gravedad, capaz de hacer girar en su torno al resto de los acontecimientos, tendría que incluir, de facto, al menos al ex- secretario general de la OPEP y actual director de PdVSA, Alí Rodríguez, al Teniente Coronel Wilmar Castro Soteldo y al alcalde de Caracas, entre otros personajes que tienen la experiencia, la capacidad y la ética para defender los contenidos originales del proyecto bolivariano.
Plantear la conversión del gabinete en un eficiente sistema colectivo de dirección es equivalente a plantear la necesidad vital de una vanguardia transformadora. Si esa vanguardia no existe o si se muestra incapaz de asumir su papel y responsabilidad histórica a la mayor brevedad posible, no habrá fuerza en Venezuela capaz de derrotar a la subversión transnacional.