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La vieja Europa

11 de junio del 2002

La educación y los derechos humanos

Pedro López López
Metro Directo

Un anuncio en Brasil utilizaba hace unos meses la foto de Bin Laden con un pie que decía que formar ingenieros es fácil, lo difícil es formar ciudadanos. Bin Laden, antiguo agente de la CIA desviado del carril previsto, se ha convertido en el icono que simboliza el terrorismo, considerado el mayor peligro de la democracia.

Pero la democracia tiene también peligros internos. La propia lucha contra el terrorismo puede ser más letal que éste para el sistema democrático, ya que en su nombre los poderes más reaccionarios pretenden el recorte de los derechos y libertades democráticos. La lucha contra la inseguridad callejera es otro peligro. A pesar de que en Francia el número de delitos de sangre se ha estabilizado desde hace más de veinte años y los delitos callejeros habían disminuido en los últimos meses (tomo estos datos de Josep Ramoneda, columna de 28-4-02 en El País), el éxito de Le Pen tuvo el caldo de cultivo en el mito de la inseguridad. Pero esta inseguridad, explica Ramoneda, no es más que la proyección de otras inseguridades que el ciudadano experimenta debido al desamparo que siente al ver en peligro los sistemas de protección social. En otras palabras, la corrosión de lo público que está propiciando el proceso de globalización neoliberal amenaza al ciudadano europeo y éste descarga sus miedos, sus cabreos, su desesperanza, sobre la parte más débil de la sociedad, los inmigrantes.

De modo que terrorismo e inseguridad forman el terreno abonado para el populismo y la demagogia de la extrema derecha, que está ascendiendo peligrosamente en toda Europa. ¿Qué puede hacerse para detener este ascenso de las fuerzas que se oponen a la democracia? En primer lugar, constatar que los mecanismos democráticos actuales funcionan imperfectamente, impidiendo la participación de la ciudadanía. El movimiento por otra globalización está, precisamente, exigiendo esta participación.

Otra línea de abordaje la encontramos en la prevención. Ahora se nos presenta un debate tan fundamental para una sociedad como es el de la educación. Es en este ámbito donde la sociedad puede generar anticuerpos contra diversos virus mortales para la democracia, como la intolerancia, el racismo y la xenofobia, el autoritarismo o la discriminación sexual. Es en los futuros ciudadanos donde más hay que trabajar para conjurar los peligros que nos trae la extrema derecha. Por ello es tan lamentable que una asignatura de valores cívicos, que debe acercar a los niños al conocimiento de los derechos humanos y los valores democráticos, se considere por parte de Ministerio de Educación como optativa para los alumnos que no quieran cursar la de religión. Esto es más grave aún si pensamos que la enseñanza pública en un Estado laico no tiene por qué facilitar el adoctrinamiento en religión (cosa distinta es el estudio de la religión como fenómeno social y cultural). Se invierte de esta manera el orden lógico de las cosas: es la religión la que debe considerarse una opción personal, no la preparación para la convivencia democrática, que debe, inexcusablemente, formar parte del currículum.

Pedro López López es sociólogo, Vicepresidente de la Asociación Pro Derechos Humanos de España.