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La vieja Europa

23 de septiembre del 2002

Elecciones y elecciones

Ramón Barreras Ferrán
Granma

Era un domingo lluvioso en aquella ciudad costera. Un colega me invitó a acompañarlo para que apreciara de primera mano el ajetreo electoral de su país. Acepté gustoso y al amanecer ya estaba sobre un auto. Fuimos a varios colegios. En cada uno de ellos la urna estaba custodiada por dos militares que vestían uniforme de camuflaje y portaban unos fusiles largos e impresionantes.
Para hacer una foto hubo que esperar un buen rato, pues era muy difícil que coincidieran más de dos electores. "Es por la lluvia..., es por la lluvia", trató de justificar el colega con un lógico sentimiento patriótico. Es el abstencionismo, le dije bajito y su sonrisa fue aprobatoria.
Me explicó entonces que esas no eran las elecciones generales. Correspondían solo al Partido Liberal, el que tenía seis aspirantes a una candidatura a la presidencia del país. Es decir, que seis personas del mismo Partido encabezaban igual cantidad de fracciones (allí le llaman Movimientos). Elecciones similares organizaría posteriormente el Partido Nacional y después serían las generales.
Detrás de esas jornadas, llenas de fanfarrias y manejos publicitarios, hay una enorme campaña propagandística que va desde los pasquines y letreros por doquier hasta los detestables enfrentamientos en la televisión y las encuestas de opinión, casi siempre dirigidas y bien pagadas. Las elecciones allí son asunto para los ricos; a los pobres, la mayoría de la población, nada les interesa, porque ninguno de los elegidos ha atendido alguna vez sus reclamos ni ha cumplido las promesas. Por eso no van a las urnas, ni les importa quién resultó ganador. "Lo mismo me da Juan que Pedro", me dijo un hombre entrado en años que ha dejado su vida entre los platanales de una compañía norteamericana que explota las mejores tierras de esa nación.
Por la noche fuimos adonde contaban los votos, en la sede de la Comisión Electoral Municipal. Muchos militares custodiaban el local. Poco a poco llegaban los autos con las urnas selladas y toda una corte de veladores. Lo que ocurría adentro no podía verse. A los periodistas y otras personas interesadas solo llegaban mensajes escuetos de quién iba delante en el conteo. Todo parecía apacible hasta que un disparo rompió el silencio. Se había escapado de una de las armas que portaban los militares. Por suerte no encontró cuerpo alguno. Cualquiera de los que allí estábamos pudo ser la víctima.
A los varios días trascendió que a los colegios solo fue el 42,5% de los posibles electores. El candidato no contaba siquiera con el voto de la mitad de la población con derecho al sufragio.
Recordé esos hechos después de asistir a una de nuestras asambleas de nominación de candidatos a delegado al Poder Popular. Qué diferencia. Los principios y normas de carácter ético en las elecciones en Cuba son inviolables y está claramente establecido que por encima de todo se defiende la igualdad de oportunidades, con atención prioritaria a los méritos, el prestigio, la capacidad y el valor de las personas como únicos elementos para tomar en cuenta, excluyendo todo tipo de campaña propagandística, promesas, demagogia, favoritismo y politiquería.
Basta solo saber que entre los candidatos hay obreros, estudiantes, amas de casa, personas humildes del pueblo o ver a los pioneros cuidando las urnas en los colegios el día de la votación para darnos cuenta de que en este mundo convulso y globalizado, donde los más poderosos pretenden siempre imponer sus modelos, hay elecciones y elecciones.