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La vieja Europa

14 de noviembre del 2002

Foro Social Europeo

Octavio Rodríguez Araujo
La Jornada

El movimiento social-internacional en contra de la globalización neoliberal avanza, y no lo digo sólo por el número de expresiones, sino porque comienza a perfilarse mayor definición o, por lo menos, conciencia de la necesidad de precisar alternativas al capitalismo de nuestros días.
En la excelente nota de Jesús Ramírez Cuevas sobre el Foro Social Europeo, publicada en este diario el pasado 11 de noviembre, se comenta que hubo pronunciamientos en favor de la construcción de alternativas a la globalización y que se acordó una coordinación internacional de movimientos sociales por iniciativa de los delegados del Movimiento de los Sin Tierra (MST) de Brasil.
Aunque no se ha conseguido superar los problemas inherentes a la enorme heterogeneidad social, ideológica y política de los participantes en los foros sociales, ahora en Europa (situación que hace casi imposible lograr acuerdos programáticos ni definiciones de esas alternativas que tanto preocupan) no deja de ser un avance -a mi juicio- que exista consenso de que "las movilizaciones y protestas son útiles, pero insuficientes", según señala Ramírez Cuevas. Reconocer las limitaciones de estos movimientos es, sin duda, un buen principio. Tratar de vencerlas será también muy positivo.
El enviado de La Jornada cita a Ramón Mantovani, diputado italiano de Refundación Comunista: "Los partidos de izquierda deben acercarse con humildad al movimiento y aprender de él, no pretender dirigirlo", y en la nota se menciona que en el foro hubo varias expresiones en contra de las vanguardias, quizá entendiéndose por éstas los partidos tradicionales de izquierda.
No estoy en contra de lo dicho por Mantovani, pero me parece insuficiente y riesgoso, pues es como tirar a la basura la experiencia de los partidos sólo porque a los anarquistas se les ocurrió que la política, y por tanto los partidos, no tienen nada que hacer en las luchas por los cambios sociales, económicos, políticos y culturales.
El argumento de Mantovani y de otros líderes de opinión de los recientes movimientos sociales (del zapatismo chiapaneco a la fecha) parece implicar que los partidos han sido perniciosos y que las direcciones políticas de los movimientos no sólo no han cambiado la historia, sino que han terminado por tergiversar las luchas sociales, incluso por el socialismo. ¿Por qué no decir también que los movimientos de izquierda deben acercarse con humildad a los partidos y aprender de sus muy largas experiencias?
Para empezar debería recordarse que los partidos de izquierda en la oposición han sido de gran importancia contra los defensores del statu quo en muchos países del mundo. Y también debería diferenciarse a los partidos de oposición de los partidos en el poder. Ha sido el poder institucional el que ha tergiversado (y a veces traicionado) las luchas que lo han hecho posible, igual se trate de la revolución rusa o de la sandinista, para sólo poner dos ejemplos que no crean polémica en la actualidad. El problema, en este punto y como lo veo, es que los anarquistas (y quienes coinciden con ellos) se sienten poseedores de la nueva verdad, de la verdad posmoderna, porque creen haber tenido razón al decir, desde el siglo xix, que mientras el poder político exista habrá gobernantes y gobernados, amos y esclavos, explotadores y explotados (Bakunin), lo cual es cierto sólo en la primera relación: gobernantes-gobernados, pues el poder político no necesariamente supone la relación explotadores-explotados ni mucho menos la de amos-esclavos.
Si bien ningún partido socialista en el poder ha construido el socialismo, lo que se llama socialismo (sin ambigüedades), mucho menos lo ha hecho algún movimiento social. Esto debería quedar claro para cualquiera que conozca o quiera conocer mínimamente la historia mundial de los pasados 150 años. Todos los movimientos sociales sin dirección política (tanto en su acepción de sentido u orientación, como en el de dirigencia) han conducido a ningún lado o se han dispersado, es por esto que la iniciativa del MST de que se establezca una coordinación internacional de los movimientos sociales cobra gran importancia. Tendrá opositores, sobre todo por parte de quienes creen que los movimientos espontáneos son la verdadera opción, pero ya comienza a reconocerse que, en el respeto a todo tipo de movimientos de izquierda (subrayo "izquierda", pues no todos los opositores a la globalización neoliberal son de esta corriente) debe haber un grupo coordinador que facilite los primeros pasos firmes para hacer compatibles las luchas de los movimientos sociales con las de los partidos políticos, en lugar de ahondar sus diferencias o la falta de tolerancia de unos con otros, sobre todo de los primeros con los segundos. Si se entiende bien el papel de cada cual, los partidos y los movimientos sociales no son excluyentes, pueden ser, deben ser, complementarios.