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La vieja Europa

15 de noviembre del 2002

Chechenia: Algunas reflexiones

Fernando Montiel T.
1. Introducción

El conflicto checheno es una clara muestra del violento futuro que nos espera. La predicción es negra no por pesimismo sino por que se detectan patrones de conflicto que no son endémicos de la región, sino que son constantes también en nuevos hechos de violencia que ya vivimos y que habrán de expandirse en los próximos años.
"Chechenia es historia" se escucha con frecuencia para explicar la antigüedad del conflicto en el cáucaso ruso, y es verdad, ya desde el tiempo de los zares y de forma constante los habitantes de la zona han destacado por su rebeldía: "...desde 1818 hasta 1859 los chechenos fueron los adversarios más activos y fuertes del gobierno zarista durante la conquista del Cáucaso". El enfrentamiento entre Moscú y Grozny ha sido calificado por muchos como La guerra más cruel del mundo, y tal vez no se esté exagerando. Junto con la explosión de la guerra interétnica en la ex Yugoslavia y la más olvidada guerra de Abjasia contra Georgia, el independentismo checheno ha trazado la pauta de lo que algunos han denominado "las nuevas guerras" cuyos patrones se repiten a lo largo de todo el globo, patrones para los cuales el derecho internacional, las doctrinas de seguridad o las comisiones de mediación, negociación o resolución de conflicto en los diversos países u organismos internacionales no han podido encontrar herramientas útiles para su distensión.
Chechenia caso de estudio es muy ilustrativo. Es un conflicto multifactorial y multidimensional que no se limita (aunque lo incluye por supuesto) al hoy tan en boga problema de las "naciones sin Estado". En la zona juegan al mismo tiempo diversos factores: petróleo, religión, seguridad nacional (en el sentido ortodoxo del término), geopolítica, crimen organizado, intereses corporativos y políticos, y fuerzas militares regulares e irregulares que son quienes aportan el carbón y civiles que son los que terminan en cenizas. A la complejidad de la interrelación de todos estos factores se agrega las múltiples dimensiones que adquieren su relaciones y que son las que terminan por echar por tierra cualquier intento de resolución tradicional (tratados, convenciones o acuerdos cupulares). Las dimensiones van desde la espiritualidad como fenómeno intrínsecamente personal hasta el mercado petrolero internacional como dinámica de impacto global, pasando por el amor fraternal, la solidaridad comunal (familiar, étnica, nacional o religiosa), la estabilidad local o regional y los juegos de interés entre grupoas y bloques de poder. Las combinaciones entre los factores y los niveles se antojan infinitas. Analicemos uno de ellos.
Con Afganistán se rompió un record: 90% de las víctimas fueron civiles lo que confirma la tendencia histórica: las guerras se están desmilitarizando y se están "socializando". Este es uno de los fenómenos de mayor gravedad en tanto ocurre y se desarrolla con mucha mayor velocidad de la que la legislación internacional y sus mecanismos de legitimación funcionan. De aquí se desprende un primer reto de las nuevas guerras: ¿cómo distinguir al no combatiente del combatiente si el cada día pelean más sin uniforme?. Esto puede explicar -aunque jamás justificar- que los soldados rusos arrasen pueblos completos de gente inocente: van con el miedo de estar frente a militantes potenciales, de tal suerte que para no corre el riesgo de en el futuro enfrentarse a quienes tienen en ese momento desarmados, los matan. Claro está, un "método preventivo" macabro por demás, La cantidad de problemas que genera la "socialización y desmilitarización de la guerra" es considerable como veremos a continuación.
2. Un coctel infame: Ley militar con ley de la selva
Las Convenciones de Ginebra y otros instrumentos legales de la guerra son avasallados por la realidad ¿Cómo se puede evitar que soldados rusos masacren, arresten o torturen a inocentes si las fuerzas castrenses no disponen de los recursos humanos y materiales e incluso la voluntad política para llevar a cabo investigaciones sistemáticas de abusos por parte de sus efectivos?. Se viola a una mujer, se le "siembra" un Ak-47 y se le presenta ante el mando superior inmediato como una rebelde. No hay tiempo ni equipo para pruebas dactiloscópicas, pruebas de la parafina o investigación de antecedentes personales. La bestialización sistemática a la que conducen los conflictos bélicos es motor de la corrupción personal de quienes en ellos participan. Cuando las guerras eran todavía "militares" y no "civiles" el rigor de la cadena de mando daba algún margen de control a las fuerzas combatientes. En las nuevas guerras esto ha desaparecido, no solo por parte de las fuerzas regulares rusas en su trato para con los militantes de Dudayev -o de cualquier otro señor de la guerra- sino también respecto al trato para con sus propios camaradas de armas. Esta dinámica se repite simétricamente -y de forma por demás extensiva- del lado de los rebeldes separatistas para con sus adversarios rusos, pero también para con sus propios militantes. Por igual, soldados rusos saquean y degradan a chechenos (inocentes o no) que a sus propios elementos. Siempre con la bandera del patriotismo como justificación. Las pruebas de lo primero se originan todos los días, y como pruebas de lo segundo podemos recordar que durante la primera guerra de Chechenia (1994-1996) generales rusos, cobijándose en la impunidad absoluta que da el estar al mando en el frente, llegaron a vender -literalmente- a efectivos bajo su mando en calidad de "trabajadores" (esclavos dijeron algunos) a particulares en el área del conflicto. Paradójico, estos mercaderes de la guerra se apoyaban en la legislación militar -la cadena de mando- para violentar el derecho humanitario más elemental. Lo mismo ocurre con las guerrillas. Estructuradas en cadenas de mando semi-formales, siempre tienen la posibilidad de romper la jerarquía si no están de acuerdo con ella y actuar a título personal o incluso generar nuevas facciones. Así, la regulación de las actividades de las partes en conflicto en el teatro de operación por medio del derecho internacional, en la práctica, es poco menos que letra muerta. El sacro santo libre albedrío boicotea el esfuerzo social de poner límites a la depravación intrínseca de la guerra.
3. Las otras víctimas
Esto pone sobre la mesa un elemento más que pocas veces es referido en estudios sobre el tema: muchos soldados rusos sufren el conflicto tanto como los chechenos. Muchos de los efectivos rusos son muchachos que entraron al ejército por no tener otra opción profesional, es decir, están ahí más por necesidad que por deseo, lo cual por supuesto no los hace victimarios, sino víctimas -a su modo- del destino que los políticos en Moscú trazaron para ellos. Llegan a Grozny y se encuentran con que toda aquella retórica de lealtad y decencia que se les inculcó no sirve para nada, la realidad les explota en la cara: sus mandos son corruptos y corruptores de la institución y de la comunidad en la que se encuentran. Ante la descomposición del tejido social en la zona del conflicto, la economía informal predomina, y con ella, el crimen organizado. Se trafica con ayuda humanitaria tanto como se trafica con drogas y con armas. Quien es ajeno a esta dinámica corre el riesgo de quedar aislado, aún dentro de sus propias filas, en un lugar en el que, como afirmó un soldado ruso: "la meta es vivir", padecer esta situación es casi un certificado de muerte. Estos jóvenes reclutas al poco tiempo se ven robando"por órdenes superiores" armamento de los depósitos que en secreto es vendido - también "por órdenes superiores"- a los líderes de las milicias que se supone tienen que combatir. O se ven prostituyendo a las mujeres de Grozny, Gudermes o Argun, para con ello -de acuerdo siempre con el jefe- "financiar con mayor eficiencia la guerra contra el terrorismo". Es así como en una tierra en la que el ciclo descontento-represión-desafío-destrucción-corrupción es la dinámica de vida todos, no importa la trinchera son al mismo tiempo víctimas y victimarios.
4. Un corte de caja
El desdibujamiento entre lo civil y lo militar, lo militar y lo policial, y entre la obediencia, la legalidad y la lealtad a una causa o ideal es lo que complica estructuralmente la resolución de los nuevos conflictos. ¿Cómo se detiene a los traficantes de armas si estos son apoyados por facciones del ejército que no reconocen legislación civil?, ¿cómo encarcelar a compañías enteras de soldados por crímenes de guerra y contra la humanidad si no existen las más mínimas condiciones para dar seguimiento a todos y cada uno de los crímenes en los que pudieron haber incurrido sus miembros? ¿Basta con enjuiciar solo al autor intelectual pero no a sus ejecutores materiales? ¿Cómo se puede promover el enjuiciamiento de un superior en el mando militar, en tiempos de guerra, sin ser acusado de traición, insubordinación o desacato? ¿Cómo se obtienen pruebas?. Como es evidente todas estás no son preguntas fáciles de resolver, y aún, se han limitado a la dimensión personal de los actores en el terreno. El entramado se complica mucho más una vez que se toman en consideración el resto de los actores, dimensiones e intereses que se encuentran en juego. La solución en Chechenia no es simplemente "aniquilar a los rebeldes" o la "creación de un Estado Checheno", eso es política formal y unidimensional, caer en este simplismo es garantizar la permanencia -y tal vez agravamiento- del problema. Aquí hemos pretendido dar una somera radiografía de algunas de las complejidades que presenta un conflicto como el checheno en el lugar de los hechos. A esto habría que agregar muchos otros factores locales y todos los factores y actores regionales e internacionales que se inmiscuyen, normalmente para mal, más que para bien. Solo una conclusión se puede extraer de esto: peca de vanidad o egocentrismo o hace gala de ignorancia quien crea que Chechenia en las condiciones actuales se limita a la autonomía territorial. Sin duda esta es una de las aristas, pero no se trata de ver solo el árbol, sino también el bosque y por supuesto las ramas.
5. Un buen comienzo
Es importante encontrar algún mecanismo de regulación de la conducta personal en este tipo de situaciones extremas, sin llegar a los extremos orwellianos que proponía Francis Fukuyama de "conseguir con la ingeniería genética lo que la capacidad cognitiva no nos pudo dar [a los seres humanos]". Sin meternos a diseñar con la ingeniería genética la forma como la gente debería de pensar, y en la inteligencia de que los instintos de conservación (ya sean de ataque o de defensa) funcionan antes que el juicio persona en situaciones extremas, y partiendo del hecho de que en una zona de guerra cualquier individuo es -para la parte contraria- "sospechoso" por el solo hecho de encontrarse ahí (ergo, peligro potencial), tal vez la única forma para resolver crímenes de guerra o contra la humanidad, por igual en Chechenia que en cualquier otro conflicto, sea la prevención, es decir, eliminar el problema de raíz. En otras palabras: por la naturaleza caótica de la conducta humana en momentos de tensión extrema, la única forma de hacer predecible su comportamiento y de guiarlo de forma racional es evitando exponer a los sujetos a contextos que provoquen las actitudes que pretendemos conjurar. Mejor que buscar un incierto castigo a los criminales de guerra, las baterías deberían de estar puestas en prevenir o detener la guerra misma, que no es lo mismo que resolver el conflicto, aunque sin duda el cese de las hostilidades (directas, culturales o estructurales) ya sería un buen comienzo.