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La vieja Europa


18 de noviembre del 2002

La cumbre de la OTAN en Praga
Praga se prepara para otro desastre natural

Zdenek Horeni
Postmark Prague/Nase Pravda
Traducido para Rebelión por Germán Leyens

Otra calamidad natural ocurrirá en Praga durante la próxima semana. Acogerá un encuentro megalómano de los mandamases de la OTAN el 21 y 22 de noviembre. La ciudad de las cien torres ha resultado tan impotente para impedirlo como ante las inundaciones de agosto.
2.500 dignatarios políticos, estatales, gubernamentales y militares extranjeros inundarán Praga, y, sin broma, podemos decir que 12.000 policías y otras personas armadas están siendo movilizados para proteger contra ellos a los 1,3 millones de residentes. En realidad no es hora de bromear, porque los 46 potentados, presidentes y primeros ministros, incluirán a varios que han aparecido ante el tribunal internacional de la opinión pública y que han sido justamente condenados como criminales de guerra por su parte en la agresión de la OTAN contra Yugoslavia.
Los niños praguenses que van a las escuelas cercanas al Centro de Congresos, donde se realizará la cumbre, estarán felices de que les den dos días más de vacaciones, presumiblemente para que no los atropellen las limusinas de los gerifaltes. Los viejos praguenses seguramente se alegran ante las restricciones del tránsito y porque esos días, indudablemente históricos, significarán que el puente Nusle, junto al Centro de Congresos, será herméticamente clausurado.
También habrá restricciones en el Castillo de Praga. El Presidente Vaclav Havel quiere invitar a sus huéspedes a un concierto y a un baile que tendrá lugar allí, obviamente para demostrar que sabe danzar al compás que le dictan desde el exterior. Y no hay que olvidar el banquete en la Sala de Wenceslao, donde 700 importantes y buenos se sentarán alrededor de 70 mesas.
En el resto de la ciudad habrá francotiradores esperando en los techos (ya renuncié a tratar de comprender por qué), y la policía tiene listos los camiones cisterna antidisturbios, incluyendo uno nuevo comprado por el Alcalde Igor Nemec, que lo describió como "lo último en accesorios policiales".
Aviones checos y extranjeros de caza y reconocimiento patrullarán los cielos checos y el espacio aéreo de sus vecinos, después de que el ministro checo de defensa, Jaroslav Tvrdik, los invitara a emprender tan honorable tarea.
Mientras tanto, el ministro del interior, Stanislav Gross, ha estado realizando ejercicios de entrenamiento en varios sitios en las afueras de Praga, en los que los policías han estado aprendiendo no sólo a defenderse ellos mismos contra los "malvados" manifestantes, sino también, y es algo completamente nuevo, a dispersarlos "preventivamente", no importa si han violado la ley o no. Gross dijo que renunciará si ocurre una falla en la seguridad. Pero nadie que esté familiarizado con la moralidad del gobierno checo le cree.
El Centro de Congresos resonará ciertamente con el fragor de las armas. La gran coalición antiterrorista afilará sus cuchillos para Irak y posiblemente contra otros "antiguos" y nuevos ejes del mal. En todo caso formulará resonantes amenazas. Varios países recibirán certificados de excelente conducta y serán admitidos como miembros a la OTAN, como recompensa por prestar tanta atención al Tío Sam. En el futuro previsible y no tan previsible, podrán devolverle la mano participando aquí y allá en aventuras militares organizadas por los señores en Washington y Bruselas.
Los contribuyentes checos pagarán la cuenta por este gran espectáculo. "Sólo" 800 millones de coronas, dicen algunos, pero para cuando se paguen todas las cuentas ocultas, este chiste de mal gusto les habrá costado 2.000 millones de coronas (unos 70 millones de dólares).
En un país que tiene dificultades para juntar los millones necesarios para enfrentar los daños causados por las inundaciones de agosto, la inmoralidad del asunto es evidente.
Ninguno de los que están en el poder en la actualidad quiere admitir la razón banal por la que esta "súper-cumbre" ha sido llevada a Praga. Dicen que la idea se le ocurrió a Madeleine Albright (cuando aún tenía su elevada posición en la administración de EE.UU.) como una manera de agradecerle a su amigo Vaclav Havel (antes de que éste recibiera una jubilación bien merecida) por los servicios que prestó con tanto esmero a EE.UU. y a la OTAN durante su mandato de 13 años. Vanidad humana, dirán, pero el circo tiene que continuar cueste lo que cueste.
13 de noviembre de 2002
Traducido del checo al inglés por Ken Biggs, editor de Postmark Prague