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La vieja Europa

17 de octubre del 2002

¡ Atención… firmes, globalizados y arrodillados !

José R. Moreno
Rebelión

¿Hasta que punto influyen los medios de comunicación en los ciudadanos, dominados por la publicidad y concentrados en unas cuantas multinacionales, suplantando a éstos sus propias necesidades por aquellas que les venden, detergentes o candidatos políticos? Como si en verdad les fuera necesario, hasta el extremo en que se les hace imposible vivir sin ellos.
Reflexiona de esta manera Cioran:
"A lo largo del siglo XVIII se despliega el fascinante espectáculo de una sociedad carcomida, prefiguración de una humanidad llegada a su término, inmune para siempre a cualquier futuro. La ausencia de porvenir dejaría de ser entonces monopolio de una clase para extenderse a todas, en una espléndida democratización favorecida por la eficacia".
En el siglo XX, diríamos nosotros, por los medios de comunicación. Era impensable, que la mayor parte de los diarios, la totalidad de los semanarios, prácticamente pudieran caer tan bajo y jugar un papel tan alienante, servir tan descaradamente a las empresas de las que dependen.
Donde la TV. se lleva la palma, sin dejarle margen alguno a los ciudadanos para que decidan.
Es el fin de la sensibilidad. Con la llegada de los canales privados comprobamos, hasta que vacío de valores éticos puede llegarse. El fin de la Ilustración fue la guillotina, cruel, pero aún hecha de sangre, gritos, dolores, pensamientos o posibilidades de rebeliones. El fin de las utopías, es el cero absoluto. La asepsia crítica, la castración del pensamiento, la imposibilidad de la creación artística. El falso humor, la mentira visualizada, el chisme de toda índole, son explotados hasta la saciedad por la letra impresa, para que una sociedad se limite a ver, repetir, y nunca a pensar, igual que el ruido ha hecho imposible escuchar la música de la naturaleza, la intoxicación de noticias vuelve inútil la reflexión sobre las misma.
La historia perdió la posibilidad de regenerarse al término de la II Guerra Mundial, pero los pueblos, en una mayor parte se dejaron arrastrar por la mezquindad, al mismo tiempo que han contemplado impasibles el caminar hacia el abismo de su propio mundo, mientras el fascismo y la xenofobia crecen como la espuma.
La prensa y la TV. "libres" son una entelequia, una imposibilidad, pues en el régimen de mercado todo aquello que no este concebido para alimentarlo, no tiene razón de ser. Es todavía más monstruoso el caso de la TV, que no ha cambiado el lenguaje de la gente, sino que ha matado la posibilidad de que la gente tenga lenguaje. En la totalidad de los medios de comunicación se imponen los mismos rostros; cantantes, políticos, banqueros, profesionales,… del no hacer nada en toda su vida y el estar siempre en las fiestas y comunicaciones, continuando a la saga de los que bajo el franquismo, ellos o sus descendientes lanzaban mensajes dictatoriales con la misma desfachatez con la que ahora hablan de democracia. Hablan de libros, automóviles, religión, debates parlamentarios, la idea de la simulación preside todos sus mensajes. Y en esta suplantación, en esta entrega que el ciudadano hace de sí mismo a un poder oculto, entrega de la propia voluntad, del gesto, de la libertad, nos encontramos en el punto álgido de una época, donde la necesidad de un amplio debate de las fuerzas democráticas y progresistas es imprescindible...
Los políticos reaccionarios pierden batallas, nunca guerras; para ellos las guerras duran siglos y como se trata de encaramarse en el poder o participar de él, siempre encuentran resquicios por los que colarse, aunque se tengan que prostituir las "25" horas del día.
El proletariado de nuestras sociedades actuales está enfermo. Ha sido absolutamente dominado por la clase opresora; la droga del consumo busca inutilizarle para cualquier rebelión (y la reacción no sólo es muy consciente de ésto, sino que contribuye a ello). Y los trabajadores, aceptan; "no ya su propio suicidio", sino que contribuyen a desequilibrar la propia naturaleza llevándola al caos.
Un proceso revolucionario atípico se daría, por ejemplo, en el caso de un país que prohibiera el uso del automóvil, la existencia de la TV. Al día siguiente, el "populacho" se sentiría huérfano, mudo, sordo, ciego,… andaría como sonámbulo por las silenciosas calles. ¿Cuánto tiempo se contendrían? Al fin, en un estallido de ira; despedazarían a quienes ordenaron aquellas medidas y volverían a ordenar sus vidas de acuerdo con la única ideología que ya poseen: la del "desarrollo industrial". Ya no hay explotados, sólo administrados, y los explotadores son los administradores; y si algunos son inmensamente ricos, también entre los administrados los hay favorecidos por la fortuna; se juega siempre a todo, de mil maneras; en la calle, los periódicos, en los programas de televisión, en los bancos, cuyos nombres se abren como ejemplo de que la fortuna puede llegar a cualquier parte.
Educadores, magistrados, periodistas, políticos; la rueda sigue, todo continúa funcionando. "El progreso" es indetenible, por encima de un control se sitúa otro control, uno más controla a este último. Viajan las carteras de los hombres de negocio, crecen los bancos, ordenando un mundo; la panacea occidental, que asaltó y devoró al otro sin dar ni un tiro, (el que fuera combatido durante mas de 40 años) y lo redujo a un suburbio de Chicago.
El cálculo de posibilidades indica que un ciudadano entre diez mil, es secuestrado, perece en accidente, es víctima del terrorismo. Accidentes lógicos, estudiados y admitidos que no interfieren para nada en la marcha del "progreso". Pasa lo mismo con la droga; que de vez en cuando hay que reprimir, (para dar a entender que están en contra de esa lacra) pero la industria no puede paralizarse, y de ella se benefician desde gobiernos a magistrados, pasando por policías o banqueros.
La tarea de la Izquierda actual, creo que no reside en predicar fraseología trasnochada, sino en combatir con rigor, la usurpación de los bienes públicos por parte de los que "dirigen" las instituciones, creando enormes desigualdades en la sociedad, y tratando de ocultarlas con una campaña intensa de consumismo bestial, que empapa la mente y la consciencia de la gente con negativos pensamientos, tratando de hacerles ver que todos pueden acceder a ellos, "que solo depende de su voluntad, esfuerzo y suerte". Algo parecido a lo que escribía LENIN en su carta a los obreros de Petrogrado; "Los popes embaucan a los tontos prometiéndoles el Reino de los cielos como recompensa por su esclavitud en la tierra" para que sean ellos mismos quienes se sientan amenazados si ese "orden" intenta ser vulnerado, para que "elijan por voluntad propia" a las burguesías y multinacionales del poder y defiendan a un "estado de cosas" que disfrazado de "democracia" les devora a ellos mismos, y atrincherándose en sus propios domicilios se conviertan en policías que no ya terminan con el terrorismo (siempre habrá marginados, locos y suicidas) sino que garanticen, con el mínimo coste posible; la sociedad del "bienestar" y la sumisión. La libertad será así, no la libertad de pensar, siempre peligrosa, sino la de poder cambiar de canal de TV., de automóvil, de chaqueta o de ordenador periódicamente. No habrá otra, y la rebelión será una entelequia casi del pasado, como los cuentos de hadas o los caminos de arena que cruzaban pacientes mulos de aldeanos desaparecidos.
Todos podemos ser "uno" vivir en idéntica paz. La vulgaridad frente a la imaginación, la lógica de los hechos frente al sueño del realismo. Y toda la razón está; en el realismo del estado, la técnica, el orden del universo, y que no debe ser contestado. Al fin, el último e inamovible argumento, se sitúa en el poder de la razón tecnológica.
Y en todas esas tropelías y barbaridades reside la causa que salva al "sistema" o al menos impide que éste se resquebraje de momento; un "sistema" podrido que se apoya sobre todo en los estómagos agradecidos y una prostitución política mezquina, que también terminará siendo devorada por éste.
La solidaridad es la única opción que nos queda y que debe permanecer como factor decisivo, también aquí Carlos Marx tenía razón. Y más en unos momentos en que la solidaridad ha sido quebrantada por la "productividad" integradora del capitalismo salvaje, y por el poder absoluto de Wall Street cubierto por su máquina de propaganda mediática.
Ante éstos hechos nos vemos forzados a salir del insomnio, y organizar la solidaridad, necesidad biológica imprescindible contra la brutalidad y la explotación inhumana; ésta es la tarea.
Comienza con la educación de la conciencia, el saber, la observación y el sentimiento que aprehende. La justificación del trabajo intelectual reside en ésta tarea y hoy el trabajo intelectual necesita ser justificado con hechos.
Los grandes trust, del gran mercado, son hoy el mayor censor que ha conocido la ideología y la información, cambiando la mentalidad colectiva se fábrica el más dócil de los ciudadanos, aquel que rechaza no ya la revolución, sino el propio principio de su necesidad, que se auto-convence de que vive en el mejor de los mundos y piensa que el ciclo histórico se ha cerrado con la culminación del proceso "democrático". El imperio Yanki y sus lacayos, forman y controlan la fuerza tradicional que les sustenta; ejército, oligarquía y banca son sus tres principales medios represivos. No tienen otro clavo de dónde agarrarse, es el único medio que pueden utilizar para imponer su dominio político y económico. Y los propios intelectuales renuncian a su función crítica, se acomodan a su papel de servidores de su "nuevo orden", al que halagan y procuran mantener con su falta de pensamiento, su ausencia de crítica, su mero papel de correa de transmisión del régimen.
Mas la prensa, y los medios de "comunicación" no solo han creado el hábito de su consumo, sino que nos hieren y destruyen con su voraz enganche. Porque como dice Thomas Bernard; "no podría sustraerme a esos periódicos y a sus asquerosos productos, como si padeciera una gran gula periodística, porque prácticamente la totalidad dicen lo mismo y en la misma dirección" y es que como he dicho en otras ocasiones, ellos tienen bien claro que a fuerza de repetir la mentira, el pueblo termina creyéndosela.