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La vieja Europa

3 de octubre del 2002

Valoración de las elecciones en Suecia
Principios y pragmatismo

Liberación

Cuando escribimos estas líneas no está todavía claro cual será la composición del futuro gobierno que Suecia tendrá en los próximos cuatro años. La exigencia del Partido del Medio Ambiente (Verdes), que hasta ahora parece un condición insalvable, de una cartera ministerial en ese futuro gobierno, que Göran Persson rehusa aceptar, ha complicado las negociaciones. Cada una de las partes ha argumentado profusamente sobre las razones de su posición, es decir, exigencia y negativa sobre el mencionado asunto en el que, incluso en cada uno de esos partidos, no existe una opinión unánime.
Socialdemócratas, Izquierda y Verdes, han colaborado con relativo éxito, pese a discrepancias profundas especialmente en política exterior, en la formación de lo que ha dado en llamarse –a estas alturas bastante impropiamente- bloque socialista en oposición al denominado, con más legitimidad, bloque burgués, integrado por conservadores, liberales, centristas y demócratacristianos.
El argumento verde, que antes lo había expuesto también el Partido de Izquierda aunque no en forma tan tajante, de que esa colaboración debe tener que reflejarse también en los puestos de gobierno, no es en absoluto sin sentido, aunque sea discutible. Lo que sí sorprende, en primer lugar a las bases del Partido Verde y también a cualquier observador "simpatizante", es que simultáneamente con la eventual integración o colaboración con un gobierno "de izquierda", se baraje la posibilidad y se negocie sobre ella, de formar un gobierno "centrista" con partidos como el Liberal y el Demócrata Cristiano.
La principal razón de ser del Partido Verde es, como es obvio, la defensa del medio ambiente. Lo que no supone solamente el cuidado de la fauna y la flora, sino un modelo de desarrollo y de sociedad, sin el cual lo anterior es apenas una aspirina en el tratamiento de un cáncer. Los dos partidos mencionados, con los que los dirigentes verdes negocian una posible participación, son, junto con los conservadores, que han quedado malheridos en las pasadas elecciones, defensores incondicionales de las empresas, en buena parte responsables de los diversos tipos de contaminación ambiental, del predominio del mercado sobre el bienestar de los individuos, de la privatización de la salud y la educación, que conducen, y ya hay signos de ello, a una ley de la jungla donde el perdedor es siempre el consumidor. En nombre de una falsa "libertad de elección" se hace creer al paciente, para citar el problema más sensible, el de la salud y la atención de una población crecientemente envejecida, que es más "libre" con la atención privada. Esta ilusión dura poco, porque toda privatización equivale a ganancias para el privatizador, ganancias que sólo pueden obtenerse de dos maneras principales: disminuyendo la calidad del servicio que se proporciona a los "privatizados" y sobreexplotando al personal.
La incompatibilidad de principios entre el contenido y los fines del programa liberal y los objetivos del Partido Verde hacen difícil entender una alianza como la mencionada. Está claro que en un escenario político plural como es el de Suecia, la soluciones son el fruto de transacciones, una forma de equilibrio aceptable entre el idealismo y el pragmatismo. Pero siempre dentro de ciertos límites.
El otro tema, que ha quedado un tanto soslayado a la sombra de las negociaciones para el futuro gobierno es la confirmación del crecimiento, a escala comunal por ahora, de los pequeños partidos de ultraderecha que tienen en el rechazo a los inmigrantes, que en muchos casos es verdadero racismo, su principal argumento político. Su crecimiento ha sido mayor del que mostró el escrutinio preliminar. Los que quedaron "al descubierto" por un micrófono oculto expresando un racismo puro y duro han sido los más votados. (La hipocresía de cuestionar falta de ética periodística en los entrevistadores por el uso de tales cámaras ocultas, por parte de quienes cada día distorsionan y manipulan la información que se ofrece en los medios, no es más que eso, hipocresía. Si la "víctima" de esa artimaña hubiera sido Gudrun Schyman [feminista, líder del Partido de Izquierda, ex Partido Comunista] o un "comunista" cualquiera, no se habría producido ninguna protesta).
El crecimiento de dichos partidos es un problema inquietante. Porque entre sus militantes hay muchos jóvenes nazis que han protagonizado acciones de violencia, agresiones y asesinatos, porque esos grupos tienen conexiones en sectores claves de la sociedad. Y porque constituyen, como lo han demostrado, un foco de tensión social permanente, especialmente en las pequeñas ciudades del país. El surgimiento de estos partidos tiene tierra fértil en el desmantelamiento de la protección social que la globalización neoliberal ha impulsado. Y cuando decimos protección social, no aludimos, en el caso de los inmigrantes, a proporcionar bienes materiales mínimos, sino a una verdadera política de integración. Que es un problema de dos partes y que exigirá un esfuerzo sostenido y largo. De lo contrario las consecuencias serán verdaderamente catastróficas.
Por todo esto sería deseable la constitución de un nuevo gobierno que atacara frontalmente los problemas económicos y sociales, a partir del apoyo mayoritario que para ello recibió de los votantes el pasado 15 de setiembre.