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Argentina: La lucha continúa

8 de septiembre del 2002

Los documentos secretos del Banco Mundial y el FMI sobre Argentina

Una historia de incapaces y ladrones
Fernando López D'Alesandro
Rebelión
ARGENTINA: COMO TE QUIERO, TE GOLPEO
"N
uestro sueño, un mundo sin pobreza" dice el escudo del Banco Mundial. "El Fondo Monetario Internacional tiene por principal objeto promover un sistema de comercio y de pagos internacionales más libre, a fin de ayudar a sus 126 países miembros en la consecución del crecimiento económico, un alto nivel de ocupación y mejores condiciones de vida" nos intenta hacer creer el organismo de marras en sus folletos. Las sentencias se parecen demasiado a la alegoría al trabajo que había en la entrada de los campos de concentración. Para confirmar si esto es sólo ironía basta preguntarle a cualquier argentino medianamente informado qué piensa sobre las buenas intenciones del Banco Mundial o de su primo el FMI. Cuando millones de personas desde Ushuaia a Jujuy unánimemente sueltan gruesos epítetos contra ambas instituciones, creo que es un síntoma irrefutable de que algunas cosas están quedando claras.
No es para menos, pues como demostraremos a continuación el FMI y el BM además de ser instrumentos del imperio –en ambos organismos EEUU tiene el 51% del capital- fueron absolutamente incapaces a la hora de asesorar a nuestros vecinos, ni supieron calibrar con sensatez la crítica realidad argentina.
Veamos. Durante la década de los noventa el FMI sólo tuvo elogios para las políticas implementadas por Menem y su patota. En octubre de 1990 Ámbito Financiero se regodeaba: "El director del FMI destacó la valentía de Menem. Camdessus tuvo elogios para el ajuste argentino" al que "definió como de ´alta calidad´ y sobre cuya continuidad no abrigó dudas".
La convertibilidad y la privatización presentaban a la Argentina ante el mundo como un ejemplo a seguir de estabilidad, crecimiento y prosperidad. "La pobreza de este país es por no haber hecho el ajuste" sentenciaba Camdessus, mientras ahuyentaba todo temor de quiebra de la industria nacional pues "la Argentina tiene todo para ganar con la competencia y la apertura", le declaró a Clarín. Al fin y al cabo por algo en setiembre de 1998 el mismo jerarca había sentenciado en La Razón que "el mejor presidente de los últimos 50 años es Carlos Menem".
Los resultados no tardaron en llegar. En primer lugar la vieja ley de concentración del capital hizo de las suyas. La reagrupación de los poderosos pasó hacia la franja de las trescientas más grandes empresas radicadas en la Argentina, un conglomerado que representa el 68% de las exportaciones del país, el 75% de las ganancias, el 40,5% del empleo, el 52,6% de la masa salarial, el 61% de la inversión bruta fija, y que, además, son de capital extranjero casi el 63%.
Cuando comenzó a descender la posibilidad de respaldar el "encaje" con los dólares de las privatizaciones se apeló al endeudamiento externo y a la apertura de la economía. En consecuencia la deuda se disparó: Desde que se aprobó la convertibilidad en 1991, la deuda privada se ha multiplicado casi por once. Mientras que en 1989 se debía al mundo 60 mil millones de dólares, en setiembre de 2000 la cifra había saltado a 128 mil millones para repuntar en setiembre de 2001 y superar los 211.000 millones de dólares. "Es el 73% de la riqueza anual que produce el país" se asombraba Clarín.
Para mantener su moneda sobrevaluada, un país requiere grandes reservas de dólares: el gobierno tiene que garantizar que cualquiera que necesite cambiar un peso por un dólar podrá hacerlo. En este punto el papel del FMI fue crucial. Ordenó amplios préstamos, incluyendo 40.000 millones de dólares (el 70% del presupuesto argentino) hace un año, para respaldar el peso. Para comprender la gravedad del disparate, imaginemos a Washington tomando un préstamo de un 1,4 billón de dólares -el 70% de su presupuesto federal- sólo para mantener sobrevaluado el dólar. Y así Argentina no necesitó mucho tiempo para acumular una deuda externa que le era imposible devolver.
Es cierto que las cifras por sí solas nada dicen. Al fin y al cabo EEUU es el país con la mayor deuda externa del mundo y nadie sale a piquetear o a golpear cacerolas con furia por la Quinta Avenida. La deuda no es "mala" o "buena" en sí misma, sino por el uso que se le da y por el manejo de las consecuencias. Y es aquí donde debemos afinar el análisis. Cuando el espiral descendiente ya era imparable el entonces presidente del Banco Central Pedro Pou firmó con el FMI el "Memorando Técnico de Entendimiento", una joyita que no tiene desperdicio. El acuerdo secreto obligaba a Argentina a reducir el déficit de 5.300 millones a 4.100 en un año. "Incluso los economistas más novatos del FMI deberían saber que reducir el gasto fiscal en una economía en contracción es como apagar el motor de un avión que está perdiendo velocidad" sentenció Greg Palast, el periodista norteamericano que dio a publicidad éste y otros documentos del Fondo. En sintonía con la reducción del déficit el FMI "aconsejó" en secreto, reducir un 20% los salarios privados, un 12 a 15% los públicos y "racionalizar" las pensiones con una quita de 13% a todos los viejitos. Los talentos del FMI supusieron que con estas medidas la producción aumentaría cerca del 4% y el desempleo se reduciría otro tanto. Entonces ¿por qué la producción industrial cayó un 25% en el primer trimestre del 2001 y desde entonces no detiene su caída? ¿Por qué mientras que en setiembre de 2000 la desocupación era de un crítico 16% hoy se encuentra en un ascendente 25%? ¿Por qué será que desde que se firmó este documento reservado las tasas de interés saltaron un 90%? Seguramente es culpa de los argentinos, pero para el Financial Times -desde su óptica un poquito a la derecha- las medidas del "entendimiento" fueron "un consejo estúpido".
Pero la historia no termina en el Memorando Técnico de Entendimiento. En junio de 2001 Argentina firmó con el Banco Mundial otro documento reservado, el "Plan de Asistencia para el País". De esta forma el presidente del BM Jim Wolfensohn se enorgullecía de que se había logrado "un corte de $3.000 millones en gastos primordiales para poder cubrir el aumento de los intereses". En otras palabras, el gobierno manipuló de nuevo el gasto de necesidades domésticas para pagar los intereses a los acreedores, en su mayoría bancos extranjeros. Pero la crisis tiene, sin duda, su lado bueno, como Wolfensohn expresó a sus lectores bancarios:
"Se produjo un gran avance para eliminar contratos de trabajo vencidos", mientras que los "costos laborales" habían caído debido a la "flexibilidad laboral del mercado inducida por la liberación de facto del mercado por la vía de la creciente informalidad". Traducción: Los trabajadores perdieron sus empleos y se transformaron en vendedores ambulantes. A cambio el país recibiría 20 mil millones y otros créditos. En contrapartida Argentina se obligaba a mantener la convertibilidad, que le restaba competitividad en los mercados y le permitía a la banca cliente del FMI y el BM prestarle plata a un interés de riesgo del 16%.
Cuando Wolfensohn escribió este documento Argentina tenía una deuda de $128.000 millones. El interés normal más la prima llegaba a $27.000 millones anuales, por lo tanto el pueblo argentino no recibió ni un centavo del préstamo de ayuda de $20.000 millones. La deuda creció, pero el dinero no salió de Nueva York, donde quedó para pagar intereses a los acreedores estadounidenses.
Y así la paridad cambiaria obligó a la Argentina a deshacerse de las últimas joyas de la abuela y de su dignidad. Como regalo los organismos internacionales soltaron en la Pampa los Cuatro Jinetes de la Política Neoliberal: mercados financieros liberados, gobierno reducido, privatización en masa y libre comercio. El primero de ellos permitió que durante todo el 2001 salieran del país 750 millones por día, lo que se aceleró en el segundo semestre cuando ya nada era confiable y "El Mingo" impuso el corralito. Fue así como desde ese entonces Argentina ha perdido 75 millones de dólares diarios de valores de cartera en moneda fuerte.
Por si acaso, ya en el "entendimiento" con el FMI se había previsto una "reforma del sistema de participación en los ingresos" que garantizaba el pago a la banca yanqui con el dinero que las provincias tenían destinado a educación y servicios públicos. No es casual que el presidente Bush haya opinado sobre los presupuestos provinciales, aunque seguramente no sepa donde queda ni qué es Chubut o Entre Ríos. Tampoco es casual que en los acuerdos que comenzaron a negociarse el 9 de abril uno de los puntos fundamentales sea el abatimiento del 60% del gasto provincial. Por último olvidaba decir que el "entendimiento" encontró dinero para la banca en la "reforma" (recorte) del sistema nacional de salud, lo que nos explica por qué millones de abuelos se lamentan en las puertas del PAMI a lo largo y ancho del "granero del mundo".
W 199 I
W 199 I es el título técnico del plan secreto de cuatro puntos firmado por Jim Wolfensohn para, con orden y organización, vaciar a la Argentina. En realidad Mr. Jim no hace más que recocinar la fórmula aplicada en Ecuador, Rusia, Etiopía, Singapur y otras comarcas que han recibido los deleites de la institución que preside.
El papelito en cuestión describe cuatro etapas a seguir en el plan económico.
Paso 1. Venta de activos. Las empresas estatales son privatizadas por medio de negociaciones y coimas. El último premio Nóbel de economía Joseph Stiglitz, ex Economista en Jefe del Banco Mundial, denomina a esta etapa "sobornización". Las empresas estatales se liquidan a precio barato y los gobernantes claves en el negocio reciben un porcentaje del 10% en una cuenta suiza. "Podías ver cómo se les abrían los ojos" ante la posibilidad de una "comisión" del 10%, le contó Stiglitz al periodista Greg Palast. Fue así como, por ejemplo, la Enron compró Obras Sanitarias de Buenos Aires y el gasoducto argentino- chileno, para luego desarmar Enron, después de transferir los activos a otra corporación falsa y así borrar las pistas del robo. En Argentina el senador Rodolfo Tarragno denunció que en 1988 el actual presidente norteamericano George W. Bush se comunicó con él para presionar la venta del gasoducto a Enron por un quinto de su precio real. Tarragno calificó la oferta de "ridícula" a lo que le respondieron "Bien, si nosotros sólo pagamos un quinto del precio, eso deja un lindo margen para usted y puede entrar en su cuenta bancaria suiza".
En sintonía con la maniobra, una vez controlada la empresa privatizada se fijan las tarifas según la modalidad "precio de mercado", tal como sucedió en Maldonado donde URAGUA vendía el servicio de agua potable más caro y contaminado del mundo.
Paso 2. Ajuste y apertura financiera. Como hemos dicho más arriba, el ajuste desequilibra la economía bajo un endeudamiento general con un interés que oscila entre el 20 y el 75%. Los porcentajes son usurarios, especialmente para la ley bancaria argentina y para la ley de "subversión económica" que el gobierno modificó bajo presión del BM y el FMI, por dos razones:
a) Porque de lo contrario para la legislación argentina cualquier banco internacional sería usurero. b) Quieren garantizar de esa forma la impunidad para los especuladores que fugaron miles de millones de dólares. Por último, la devaluación inducida les permite a los inversores extranjeros comprar los bancos y las empresas que vayan quedando a precio de remate. Asimismo se establece lo que Stiglitz llama "el ciclo del dinero caliente" con la liberalización de los mercados financieros. Ingresan los capitales "golondrinas" que se fugan a la primera dificultad y cuando eso ocurre, para atraer a los especuladores con el fin de que devuelvan los fondos monetarios propios de la nación, el FMI exige que suban los tipos de interés un 30, 50 u 80%. "El resultado es previsible" dice Stiglitz. Los nuevos tipos de interés pulverizan el valor de la propiedad, se ensañan con la producción industrial y agotan las arcas nacionales.
Paso 3. Apertura Comercial. Una vez controlado el sistema financiero y los activos, se impone la apertura irrestricta del comercio de forma casi natural pues el país no puede producir nada. Por tanto, Argentina se ve obligada a pagar precios internacionales y sobre valorados por artículos de primera necesidad, como por ejemplo los remedios que PAMI no recibe o acapara.
Paso 4. Estallido social y golpe de estado. El cuarto paso implica una consecuencia. El BM entiende que las medidas resultarían "desagradables" a determinados sectores de la población, lo que generaría resistencias diversas y estallidos sociales. Stiglitz lo llama "los disturbios FMI". El objetivo es deteriorar aún más la situación y obtener pingües ganancias, comprando los activos sobrevivientes a precio de liquidación. Ante la alternativa se impondría un "golpe de estado corporativo" donde una "fachada" democrática escondería la trama de un poder corporativo manejado internacionalmente. Quizá sea la modalidad adoptada para la caída de Chávez, un presidente electo que se opuso al FMI. Cuando la primera rebelión en febrero el fondo se apresuró en comunicar al mundo que "apoyarían un gobierno de transición si el presidente Chávez fuera derrocado". El 11 de abril, mientras escribíamos estas líneas, un "golpe corporativo", con el visto bueno del Departamento de Estado, puso al frente del país a Pedro Carmona, presidente de FEDECAMARAS, la gremial de las corporaciones y grupos económicos más importantes de Venezuela. El 12 abril, el FMI fue el único organismo internacional en reconocer y apoyar al "nuevo gobierno". "Estamos listos a ayudar al nuevo gobierno en lo que puedan ser sus necesidades inmediatas", dijo Thomas Dawson, director de relaciones públicas de la institución.
ALGUNAS CONSECUENCIAS Y UN FUTURO
La gente no es un indicador económico ni una variable en un documento cifrado del FMI o de la CIA. La gente vive sin especular acerca de las decisiones tomadas para ellos por quienes se supone, los representan. Pero los indicadores y los documentos nos ayudan a entender las razones básicas de nuestros pesares. Si desde diciembre la inflación acumulada argentina es del 27% y los salarios se contrajeron un 15% los números sólo confirman lo que cualquier porteño, jujeño o cordobés siente en carne propia. 53% de la población es pobre, 45% de la población económicamente activa vive en la informalidad, a lo que debemos agregar otros datos. En abril de 2002 la mitad de la población de la Ciudad de Buenos Aires y los partidos del Conurbano -6 millones de personas- vivían en la pobreza. Desde fines de octubre de 2001 hasta los primeros días de abril el número de pobres aumentó en 1.650.000 personas. Pero lo más grave en términos de estabilidad social es que el 95 por ciento del incremento se explica por el salto a la indigencia, que ya alcanza a más de 3 millones, el 51% de la pobreza total. La causa de una caída tan rápida fue la devaluación que incrementó la canasta alimentaria básica en un 70%. Queda claro que con tales cifras ningún plan económico es sustentable, pues no sólo las redes económicas se pervirtieron sino que se contrajo el mercado y sin consumidores no hay ni capitalismo ni economía alguna.
Pero nada de lo anterior sucedería sin los directos responsables: dirigentes y tecnócratas criollos e internacionales. Ahora comprendemos a cabalidad por qué el instinto popular acuñó en las asambleas la consigna "Que se vayan todos. Que no quede ni uno sólo". Porque como decía, con gran sensatez, una señora en la interbarrial de Parque Centenario: "Para que nos gobiernen inútiles y ladrones, mejor nos gobernamos nosotros y nos sale más barato".