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Argentina: La lucha continúa

Globalización o imperialismo
Luces y sombras del Foro Mundial Social de Argentina


Por Víctor Ego Ducrot, editor de La Otra Aldea

Lo mejor, la participación de le gente y el claro repudio al ALCA y a la política militarista de los Estados Unidos.
Sin embargo, cierto sectarismo y el pensamiento postmodernista de izquierda desvían los ejes fundamentales de la lucha antiimperialista.
Las falacias de Toni Negri.
Las incomprensibles despreocupaciones de Noam Chomsky.
Al eludir la cuestión del poder se insiste en fracasadas fórmulas posibilistas y reformistas


Lo sobresaliente, lo más positivo del reciente Foro Social Mundial que se realizó en Argentina fue la cantidad de gente que movilizó. Miles de personas concurrieron a las distintas mesas, debates y conferencias que tuvieron lugar en el marco del tema convocante: la crisis del neoliberalismo en la Argentina y los desafíos del movimiento global.
Se trató de un público ávido de escuchar y confrontar ideas, de saber lo que se está realizando en Argentina y en otros lugares del mundo en materia de lucha contra el modelo dominante del imperialismo norteamericano.
Las actividades del Foro, más de 250 en casi tres días de deliberaciones, tuvieron su epicentro en las aulas de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires; por consiguiente la inmensa mayoría del público asistente y participante provino del sector estudiantil y académico.
Sin embargo, también participaron algunos de los movimientos sociales y de las fuerzas políticas de izquierda, antiimperialistas y patrióticas. Por lo masivo de su presencia en la marcha callejera inaugural del jueves 22 de agosto, por su participación activa en distintas actividades, y hasta por la elección de ese lugar como escenario para la realización de un plenario de delegados de todo el país, la organización social que se destacó a lo largo de las cuatro jornadas fue el Movimiento Barrios de Pie.
Barrios de Pie es uno de los movimientos territoriales argentinos con mayor índice de crecimiento en los últimos meses y fue el única que aportó al Foro un verdadero contingente de pobladores, luchadores y militantes de los barrios mas empobrecidos de Buenos Aires y del interior del país.
Otros movimientos sociales, de asambleístas, de desocupados, sin vivienda y sin tierras del país también su hicieron presentes pero sin movilización popular, sobre todo aportando comentarios sobre sus experiencias en distintas mesas y conferencias.
En el plano internacional sobresalieron los dirigentes políticos y sociales del Brasil, casi todos explicando y sosteniendo la candidatura de Lula en las próximas elecciones de octubre, el líder campesino boliviano Evo Morales y los distintos representantes y dirigentes políticos vinculados al gobierno constitucional y democrático del venezolano Hugo Chávez Frías.
Los temas que más concitaron la atención de panelistas y participantes del Foro fueron el endeudamiento externo y sus catastróficas consecuencias económicas, sociales y políticas, y los ejes fundamentales y complementarios de la estrategia de dominación diseñada por Estados Unidos, el ALCA y su política de injerencia militar en la región. En el marco de este último capítulo se analizaron en profundidad y desde distintos punto de vista los alcances del Plan Colombia.

Primeras observaciones
Dentro de pocos días, las entidades que le dieron vida al Foro darán a conocer un documento con conclusiones y propuestas. Es lícito prever que se tratará de una declaración consensuada de fuerte tono crítico contra el modelo neoliberal, sobre todo porque en materia de diagnóstico fáctico poco es lo que queda por agregar.
Sin embargo, no es necesario esperar la publicidad de ese documento para intentar algunas observaciones sobre lo que el Foro de Buenos Aires ha dejado como experiencia.
Ya señalamos en los primeros párrafos, y lo reiteramos porque encierra un enorme significado positivo, el alto nivel de interés que el evento despertó entre un sector importante y cada vez más masivo de la población. Ese interés se vio reflejado incluso en la repercusión que el Foro tuvo en los medios de la prensa corporativa y funcional al sistema de poder, ya que no pudieron silenciarlo del todo.
Habiendo dejado entonces asentado que siempre es bueno que se ponga en tela de juicio el papel del poder imperialista sobre nuestros pueblos y el rol que como socios menores juegan sus agentes internos en cada país -partidos políticos y organizaciones tradicionales y corporativizadas, conglomerados empresariales y aparatos represivos-, también es saludable revisar cuáles fueron las limitaciones del evento realizado en Buenos Aires.
En ese sentido, en primer lugar veamos algunos aspectos relacionados con su organización. Teniendo en cuenta el punto de inflexión en el que se encuentran Argentina y los demás países de la región -en el que se juegan su supervivencia como pueblos soberanos e independientes- hubiese sido deseable un criterio de organización más amplio, con mayores presencias políticas del campo popular y no tan dependiente de la lucha por espacios de poder e influencia entre capillas intelectuales y académicas.
Ese carácter en parte cerrado y sectario es el que ha hecho posible, como también sucedió en Porto Alegre, sede central del Foro, que el discurso imperante en las deliberaciones haya pasado por cierta lectura postmoderna del fenómeno imperialista, el que por supuesto se encarga de obviar uno de los puntos esenciales del desafío que tienen por delante los pueblos latinoamericanos: el del acceso al poder para la transformación de éste en una herramienta que impida el avasallamiento imperial y posibilite la construcción de una sociedad de nuevo tipo.
En otras palabras, haciendo uso de la más completa batería de elipsis, los sostenedores oficiales del Foro procuraron evitar el tratamiento de las cuestiones relativas al poder, y cuando esto no fue posible aparecieron los subterfugios semánticos.
Veamos a título de ejemplo algunas cuestiones básicas sobre la cuales debería arrojarse cierta luz, o por lo menos ciertos elementos para el debate a fondo.
El concepto de globalización es engañoso. Se lo presenta como denominador de un proceso supuestamente novedoso y atado a los avances tecnológicos de las últimas décadas cuando en realidad desdibuja y encubre al fenómeno imperialista, que si bien tiene características nuevas respecto de cuando fuera analizado por Lenin e incluso respecto de cómo se manifestó durante la Guerra Fría, no por eso ha desaparecido sino que, por el contrario, se ha acentuado y se ha vuelto más descarnado aún.
Analicemos por ejemplo cómo desde la década del ´80 a esta parte, las dos facciones dominantes de bloque imperialista en su estadio actual -que nosotros denominamos Imperio Global Privatizado (IGP)-, Estados Unidos y la Unión Europea, (UE) han desarrollado mecanismos políticos y militares distintos pero orientados hacia un mismo objetivo, la hegemonía económica, política y militar.
Cuando los elementos más agresivos -la nueva adminstración Bush- acceden al poder de la facción dominante del IGP, éste opta por el concepto de Guerra Infinita y lanza su estrategia, en este caso sí global, de lucha contra el terrorismo. Es decir, pone sobre la mesa no ya sólo su solvencia económica -Estados Unidos tiene un endeudamiento externo billonario en dólares- sino su superioridad tecnológico-militar.
Sin embargo, a fines de la década del ´80, Francia y la UE trazan el nuevo escenario ideológico internacional que le permite al IGP en bloque encaramarse en las aventuras intervencionistas de Somalía, Ruanda, la ex Yugoslavia, Iraq, Medio Oriente y Asia central -por mencionar algunos casos-, haciendo uso de Naciones Unidas (ONU) y de la llamada doctrina de la intervención humanitaria. El patrocinador de esa doctrina fue justamente el dirigente más importante que tuvo la socialdemocracia en las últimas décadas, el ex presidente francés Francois Miterrand, quien tuvo la habilidad de asociar en la empresa al conservador ex jefe de gobierno alemán Helmut Kohl.
En el subsuelo de todos esos escenarios aparecen los mismos elementos: la presencia del Banco Mundial y del FMI, la puja por el dominio de reservas energéticas y el control de mecanismo financieros.
Es cierto que ambas facciones dominantes del IGP -Estados Unidos y la UE, o visto desde otro ángulo los espacios de confrontación entre el dólar y el euro- tienen diferencias entre sí -la guerra comercial y de proteccionismo agrícolas son dos ejemplos-, pero por el momento, y para resguardar el dominio del modelo capitalista-imperialista, respetan sus coincidencias estratégicas.
¿Cuáles fueron los dos únicos países que reconocieron de inmediato al abortado régimen golpista de Venezuela el 11 de abril pasado? Estados Unidos y España, siendo éste último el más comprometido de la UE con los recursos económicos latinoamericanos. Cabe recordar aquí que Venezuela es una de la mayores reservas petrolíferas del planeta.
Y recordemos también que lo que define al IGP como tal, como nuevo estadio del imperialismo, es la creciente presencia de las corporaciones financieras y económicas en el centro del poder político, ya no como factores de presión sino como ejecutores directos del Estado. Este es un proceso en el cual Estados Unidos aventaja a la UE, ya que lo comenzó justamente a principios de la década del ´80, después del escándalo Iran-Contras en Centroamérica, y lo perfeccionó con la llegada de George Bush (h) a la Casa Blanca.

¿Neoliberalismo o capitalismo imperialista?
El mismo programa del Foro utiliza el concepto de neoliberalismo para denominar al enemigo del proyecto democrático y popular.
Si esa afirmación se consagra así como un valor absoluto en sí mismo se corre el peligro de perder de vista cuál es el verdadero enemigo de los pueblos latinoamericanos y del llamado mundo periférico.
A ese concepto habría que agregarle entonces que el neoliberalismo es efectivamente el enemigo pero en tanto que estadio ideológico, político y económico actual, y no se sabe por cuanto tiempo, dominante en el bloque imperialista, en el seno del poder del IGP.
¿Ese énfasis en el concepto neoliberalismo y su descontextualización respecto del fenómeno capitalista significa acaso un olvido o un descuido intelectual?
Entendemos que no. Consideramos que encierra una definición ideológica clara y concreta de tono reformista, o dicho con expresiones más a la moda, de una interpretación postmoderna de lo que debe ser una nueva izquierda, un movimiento popular adecuado a las realidades impuestas por la fase actual del modelo imperialista.
De esa absolutización del concepto neoliberalismo se desprenden opciones políticas que pretenden desterrar lo que ellas entienden como deformaciones del sistema de poder imperialista pero no se animan, o creen que no es posible, apuntar sobre las bases mismas de sustentación de ese sistema.
Esa opción ideológica y política concluye, por ejemplo, que las organizaciones revolucionarias derivadas del leninismo han quedado obsoletas y han demostrado su ineficacia, lo que en parte es cierto, pero para su reemplazo proclaman la necesidad de entidades de una horizontalidad y una dispersión tal que atentan contra todo tipo de organización. En realidad confunden horizontalidad en el funcionamiento democrático con inorganicidad.
Pero fundamentalmente eluden la cuestión del poder, recurriendo a instrumentos periféricos y convalidadores del poder mismo, desconociendo la experiencia histórica del Estado que en sentido técnico siempre funciona como organizador de la sociedad. Lo curioso de este planteo es que, de cara a procesos eleccionarios y en nombre de un indefinido contrapoder, le niegan vigencia histórica a las instituciones (organizaciones) políticas populares o revolucionarias, pero se la reconoce a las instituciones del sistema de poder. Estas opciones reformistas desconocen que el bloque dominante jamás se organizó tanto y mejor que durante el actual estadio neoliberal.
Hasta donde llegará la confusión reformista y postmoderna (neocolonialista en lo cultural) que Toni Negri es consagrado como ideólogo del cambio cuando de un lectura atenta de su libro Imperio se desprende con claridad que ve a la ONU, por ejemplo, como espacio democrático cuando los hechos demuestran todo lo contrario. Se hace muy difícil creer que Negri no haya leído la prensa de los últimos años, por lo tanto es muy probable que su posición no obedezca a un error metodológico sino a una clara opción ideológica y política.
Noam Chomsky es una personalidad de indudable trascendencia como científico y de reconocida trayectoria antiimperialista. Sin embargo y de cara a la experiencia histórica de los movimientos revolucionarios latinoamericanos sus reflexiones políticas suelen ser de dudosa originalidad. Quizás sea por ello que en un vídeo exhibido durante el Foro incurre en la superficialidad de no importarle si al imperialismo se lo llama por su nombre o se lo denomina globalización.
Chomsky pretende restarle importancia a la palabras, a las denominaciones y ese puede ser un error fatal para el futuro de los millones de latinoamericanos hambrientos que sufren el imperialismo real. Las dictaduras del pasado también le restaron valor a las palabras, a las denominaciones. Por eso a muchos "desaparecidos" los enterraron como NN.