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Argentina: La lucha continúa

La capital argentina se convirtió en el paraíso de los "cartoneros"

"Es lo que tengo que hacer para comer y dar de comer a mis hijos, no hay otra"

Rodeado de bolsas de basura entreabiertas y restos de comida desparramados por el suelo, Rafael hurga entre lo que desechan los habitantes de la capital argentina en busca de algo que pueda vender y así conseguir dinero para alimentar a su familia.
Un kilo de cartón o papel recuperado de la basura costaba antes de la devaluación alrededor de 1,4 centavo de dólar, mientras ahora aumentó a 11,1 centavos.

KARINA GRAZINA, BUENOS AIRES, REUTERS

"Es lo que tengo que hacer para comer y dar de comer a mis hijos, no hay otra", dijo Rafael a Reuters.
Mezclados entre oficinistas apresurados por volver a sus hogares y turistas que pasean apaciblemente, miles de personas, como Rafael, recorren cada noche la ciudad para hacerse de lo que otros han desechado.
Esa desesperada actividad crece a medida que se profundiza la crisis económica que afecta al país, donde más de la mitad de los 36 millones de habitantes vive en la pobreza y 21,5 por ciento de la población económicamente activa carece de empleo.
Sin trabajo, con un esposa y tres hijos que alimentar, Rafael decidió convertirse en "cartonero", nombre con el que se conoce en Argentina a las personas que recogen cartón o papel de la basura, para después venderlo en el mercado informal. "Un vecino había empezado con esto y podía vivir. Empecé y mientras no tenga otra cosa...", dijo mientras empujaba su carro que poco a poco se iba llenando de cartones y papeles.
Según las últimas cifras publicadas por el oficial Instituto Nacional de Estadísticas y Censos, en la ciudad de Buenos Aires y los suburbios viven unos 72.700 "cartoneros" y vendedores ambulantes como consecuencia de la peor crisis económica en la historia del país.
Sobrevivir en la crisis
Rafael, de 38 años, encontró en la recolección informal de desechos una forma de ganarse la vida y así obtener el ingreso que la economía argentina le niega por la vía tradicional.
"¿Qué voy a hacer? ¿Salir a robar? Algo tengo que hacer para darle de comer a mi familia y no encuentro trabajo como el de una persona común y corriente. Así que hago esto (...). No sé si es lo mejor, pero es algo", dijo Rafael.
La devaluación del peso en enero le dio un fuerte impulso a la recolección informal, al encarecer los productos en dólares y hacer más conveniente el reciclaje: un kilo de cartón o papel recuperado de la basura costaba antes de la devaluación alrededor de 1,4 centavo de dólar, mientras ahora aumentó a 11,1 centavos.
Los recolectores apuntan mayormente a los cartones y papeles porque "es lo que más se encuentra y lo que más nos compran", explicó Susana, de 34 años, que es "cartonera" desde hace seis, meses cuando su esposo perdió el empleo. Otros buscan objetos de cobre, bronce o aluminio, materiales cuyo valor aumentó tanto tras la devaluación que empujó a muchos a robar líneas telefónicas, alcantarillas y hasta porteros eléctricos para venderlos a intermediarios que después negocian directamente con el sector empresario.
Con su "trabajo", Rafael logra reunir entre 200 y 300 pesos por mes (entre 72 y 109 dólares). En Argentina, una familia tipo con un ingreso inferior a 360 pesos mensuales se considera que vive en la indigencia.
Pero mientras para él ser cartonero es un empleo, otros viven de la basura comiendo lo que los demás tiraron.
"La gente que se dedica a buscar comida constituye otro sector al cual inclusive los propios 'cartoneros' lo ven como peores a sí mismos en el sentido en el que están más pauperizados, más metidos a la pobreza", dijo a Reuters Pablo Shamber, antropólogo de la Universidad Nacional de Lanús, en las afueras de la capital.
"Ellos ven como pobre gente a aquellos que buscan entre los residuos material para alimentar a sus hijos", agregó.
La crisis económica convirtió a la basura en un medio de supervivencia tan importante para los indigentes que las empresas de limpieza vieron reducido este año en un 20 por ciento el volumen de desechos recogidos.
Viajar entre la basura
Gran parte del ejército de recolectores informales que emerge por toda la ciudad apenas cae el sol proviene de las afueras de Buenos Aires: algunos llegan a pie, otros en carros tirados por caballos y muchos otros en tren.
La enorme cantidad de oficinas y la alta densidad de población atraen a los "cartoneros" que en algunos casos recorren decenas de kilómetros cada día desde los suburbios, donde según las últimas estimaciones viven más de 6,0 millones de pobres sobre un total de 12,1 millones de habitantes.
Ante este fenómeno, algunas empresas de trenes que conectan la capital con sus afueras comenzaron desde hace unos dos años a disponer vagones --y en algunos casos formaciones enteras-- destinadas exclusivamente a transportar a los recolectores.
Pero la crisis multiplicó la cantidad de personas que viajan diariamente e invaden las estrechas aceras de la ciudad en busca de desechos, y las compañías debieron tomar medidas.
"Todos los días vemos un carro (de transporte de basura) nuevo. Esto empezó con 100 carros hace tres años y ahora es incalculable la cantidad de gente que hace este tipo de trabajo", dijo a Reuters Jorge Molina, portavoz de la empresa concesionaria de ferrocarriles Trenes de Buenos Aires (TBA).
"Desde hace dos años a esta parte tuvimos que duplicar la cantidad de coches porque prácticamente se duplicó la cantidad de gente y en los últimos meses se multiplicó", agregó.
Los trenes para recolectores llegan al atardecer y los llevan de regreso cerca de la medianoche, cuando los camiones que recolectan residuos se llevan lo que quedó luego que los "cartoneros" terminaron su faena de hurgar entre la basura. Entonces, Rafael corre con el carro repleto para alcanzar el tren que lo lleva de vuelta a su casa, en José León Suárez, 25 kilómetros al norte de la ciudad de Buenos Aires.