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Argentina: La Lucha continúa

El partido más importante no terminó

Madres de Plaza de Mayo
Editorial de ¡Ni un paso atrás! Programa del 13-06-02

Ya está. La desilusión por el final abrupto de la selección de Bielsa en Japón viene a la cara y nos arroja un golpe duro, contundente: Argentina es el país más triste del universo, ni el tiro del final de la copa mundial de fútbol nos va a salir. A la patria la saquearon los políticos, y antes los militares, y más antes y después y siempre los empresarios y los banqueros. Y ahora Suecia. La selección nacional de aquel país le arrebató al pueblo la última alegría, el único consuelo posible en esta nación desangelada, llena de sur.
Las crónicas del partido podrán abundar en detalles futbolísticos: los cambios, el penal que no fue, las tarjetas amarillas. Según a quién le convenga, se leerán los fracasos deportivos o de los otros. Sin embargo, ¿qué crónica contabilizará como un fracaso el fiasco que sufrieron los desocupados que invirtieron sus últimos pesos en banderas y gorros con los colores de la selección, para venderlos después en los trenes, a la salida de los cines, en las esquinas de la ciudad, y hacer así una diferencia? ¿Con qué van a pucherear ahora que una vincha celeste y blanca cuesta menos que un chicle que no da globo? Pero eso, ¿a quién le importa?
La realidad siempre es una sola, pero muchas son las formas en que se la puede contar. Por ejemplo, nublando ciertos aspectos, o potenciando otros, o mintiendo a conveniencia todos los demás. El criterio dependerá de quién mire esa realidad, y según dónde, y respecto de qué interés. El cielo del sur a la hora del atardecer siempre será el mismo, pero parecerá distinto visto desde un chalet en un country o abierto tras las goteras que taladran el techo de chapa de una casilla en la villa tal, manzana cual.
La fría mañana después del partido yo vi en la entrada del subte a varios niños dormir desabrigados, sin medias, envueltos en cajas de cartón corrugado, y perros de la policía con oficiales sujetándolos de la correa, calzados en sus patas con botines azules como de goma o plástico. Sí, los mocosos de nueve o diez años durmiendo descalzos, y los perros policiales cuidando las puertas del Mc Donalds y el Bank Boston con zapatos en las patas. Yo juro que eso es lo que vi. Y también vi a esos oficiales de la policía decepcionados, no por la eliminación de Argentina en el mundial, sino porque no iban a tener a quién golpear en la represión a los festejos que nunca hubo. Los perros de la Policía Federal con botines en las patas y sus guardianes con bozal.
La selección Argentina quedó eliminada para todos, pero para unos más que para otros. Para algunos, incluso, ni siquiera compitió. En vez de polemizar acerca de los cambios en el equipo, esos niños tenían la preocupación de despertarse la mañana del partido con vida todavía, no consumidos por el hambre, la tos convulsa o ambas a la vez. Nuestros pibes se juegan la clasificación cada día, todos los días, en una bolsa de nylon con pegamento adentro, pero cuántos se quedan en vela una madrugada para hacer fuerza por ellos.
Mientras el mundial entra en su fase decisiva, la realidad sigue disputando su viejo partido aparte, precisamente el más importante y definitorio: el de la lucha entre las clases contrapuestas, de pobres contra ricos, de sueños de revolución contra un combinado de olvidos canallas y disimulos cómplices.
Conducción: Luis Iramain
Columnistas: Oscar Palacios, Demetrio Iramain, Inés Vázquez, Marisa Gallego
Producción: Gerardo Nielsen