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Argentina: La Lucha continúa

9 de juli del 2002

Carrera de galgos

Heinz Dieterich Steffan

En la democracia neoliberal las elecciones se parecen cada vez más a las carreras de galgos. Cada cuando, los amos del negocio llaman al show y el maestro de ceremonias coloca la carnada delante de los sofisticados y elegantes competidores. Todos, menos los perros, saben, por supuesto, que la carnada no es real, sino que corren detrás de un conejito disecado. Y corren a todo pulmón, casi matándose, detrás del conejito, que el master acerca o aleja conforme a su conveniencia.
Terminada la carrera, el feliz ganador es premiado con el conejito disecado y todos los participantes son apapachados por los dueños del negocio, porque han competido conforme a las reglas del juego y han presentado un excelente espectáculo: un fair play con campeones y perdedores. Mientras el eufórico vencedor se queda con el conejito disecado, los demás regresan a su habitual situación de stand by preparándose para la próxima carrera, con la férrea convicción y la eterna esperanza de que dentro de cuatro años pueden llegar a ser campeones.
Los amos del negocio se contentan, porque mientras el conejo virtual distrae y desgasta la energía de los galgos, el conejito real se encuentra a salvo. Este escenario es el que impera en los países latinoamericanos que este año tendrán procesos electorales, es decir, Argentina, Brasil, Bolivia y Ecuador.
En Argentina, la fecha y el evento de las elecciones hipnotiza a los partidos políticos que hacen grandes estrategias, entrenamientos, cábalas y alianzas, para sacarle algún beneficio del evento que se ha anunciado para marzo del 2003. Mientras tanto, la oligarquía y su gran padrino del norte aprovechan el tiempo para organizar un régimen de facto que pueda devolver el país a la gente que lo posee: los banqueros y los dueños de la pampa húmeda. Un rayo de luz en esta oscuridad mental es, sin embargo, que gran parte de la población ya ha entendido el engaño de los galgos, de tal manera que ha abandonado la ilusión eleccionista y partidista convencional, buscando formas más eficientes para defender sus intereses vitales.
La situación es peor en el Ecuador, donde el conejito disecado ha logrado el abandono de cualquier política principista que procurase construir con las mayorías un proyecto histórico, capaz de salvar a la nación. En su desesperada carrera por alcanzar el premio virtual, los partidos políticos han abandonado todo intento de convencer a las mayorías de una programática de transformación libertadora que fuese dictada por la racionalidad económica, política y cultural del país, cual subsistema de la región latinoamericana y de la sociedad global.
Carentes de principios y de convicciones reales de vanguardia, patria y bolivarianismo, las búsquedas de alianzas permiten casi cualquier combinación de entes políticos, independientemente de las etiquetas de izquierda, centroizquierda, centroderecha y derecha que suelen seguir utilizando. La ecuación política básica que rige la lógica de este mercado es la fuerza económica y la cantidad de votos comprometidos que las clientelas compradas puedan aportar. Y como en las grandes empresas transnacionales ---la Enron, la Xerox, la Anderson y la Federación Internacional de Futbol (FIFA)--- la corrupción es galopante, en una relación inversa directamente proporcional a la ética y la programática.
De esta manera, el heroico ejemplo de la insurrección indígena-popular-militar del 21 de enero del 2000, ya sólo queda como una sombra de la unidad patriótica que es necesaria para elevar la calidad de vida de las mayorías. Y lo peor de todo es que el virus de la carrera de galgos se ha pasado de los institutos políticos a las organizaciones sociales de base, dividiendo, de esta manera, a lo que es la fuerza material de todo cambio progresista. La Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie) que es la vértebra de toda resistencia social al proyecto neoliberal en el Ecuador, se está fragmentando en torno a una línea católica y otra evangélica (protestante), mientras que los movimientos sindicales, populares y estudiantiles oscilan entre diversas propuestas electorales de "izquierda", ninguna de las cuales representa opciones de cambio real.
El caso más evidente de la tragicómica carrera de galgos es, posiblemente, Brasil. Los dueños del circo ya han definido las reglas de admisión para poder participar en el concurso. Esas reglas son básicamente tres: a) liquidar la deuda externa en los tiempos y condiciones estipuladas; b) mantener el déficit fiscal dentro de los límites prescritos por el Fondo Monetario Internacional (FMI), para poder pagar la deuda externa e interna y, c) seguir la política neoliberal del presidente Fernando H. Cardoso en materia de privatizaciones.
El principal partido de oposición, el Partido de los Trabajadores (PT), ya ha aceptado ese reglamento de admisión, a través de enunciados públicos de su candidato presidencial. Pero, en su desesperación por alcanzar al conejito, el partido no sólo ha aceptado la alianza con el diablo (FMI), sino también con Dios, en forma de una empresa (iglesia) evangélica transnacional que controla al Partido Liberal, dominado, a su vez, por uno de los empresarios textiles más poderosos de la nación.
Es tragicómica esa situación porque por más esfuerzos que hagan "los galgos" semi-populares, no pueden ganar la carrera, porque los dueños del negocio no sólo controlan las reglas de admisión, sino también la operación de la carrera, poniendo el conejo virtual siempre a una prudente distancia de los que no deben alcanzarlo.
Si, por un error de los operadores, alguna vez falla el control, como en el triunfo electoral de Salvador Allende, tampoco hay mayor problema. Los amos del show sueltan a sus "perros de guardia", que hacen pedazos al galgo vencedor. Y el circo continúa - the show must go on.