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Nuestro Planeta

10 de agosto del 2003

Entrevista con Pedro Arrojo Agudo, Premio Ambiental Goldman para Europa
La lucha por el agua


Revista Fusión
Pedro Arrojo se confiesa "absolutamente sorprendido" por este importante galardón, que por su prestigio también se conoce como el Nobel de Ecología. Pero frente al formato estadounidense del Goldman -sumamente individualizado-, Arrojo lo siente como un logro colectivo: "El premio supone un enorme honor personal, pero siempre insisto en que es mérito de un amplio movimiento donde se dan cita tanto gente del ámbito universitario, como de los colectivos sociales".

-¿Qué hace un profesor de Análisis Económico liderando el movimiento contra el Plan Hidrológico Nacional (PHN)?

-Digamos que mi trayectoria personal siempre ha tenido un componente académico, y por otro lado desde que estaba en la universidad me involucré en los movimientos sociales, a raíz de los procesos represivos, que me impactaron mucho. Desde entonces he venido trabajando en movimientos sociales, luego pacifistas, y por último ecologistas. En el tema del agua mi dedicación llegó por el lado profesional, ya que me dedicaba a hacer economía de los recursos naturales y desde los colectivos del Pirineo me pidieron que hiciera un estudio económico, porque tenían sospechas de que este tipo de grandes infraestructuras no tenían racionalidad económica. Los resultados me sorprendieron a mí mismo, porque pensaba que iba a salir un balance positivo y me encontré con un balance estrepitoso de 150 mil millones de pérdidas en el caso de Itoiz, o de 90 mil millones en el caso de la presa de Biscarrués en Huesca. Así que ver que se estaba haciendo una gran trampa demagógica, justificando obras desde la perspectiva del desarrollo económico, me motivó bastante intelectualmente. Por otro lado, en ese tiempo conocí a la gente del Pirineo, que vive bajo la amenaza de verse inundada, y ellos me engancharon por el corazón.

-Si se pierde dinero con las presas, ¿por qué se siguen construyendo?

-España somos el país del mundo con más presas por habitante y Km2, pero durante todos estos años se han venido haciendo presas sin hacer estudios económicos. Se generan unas inercias a nivel burocrático, respaldadas por un enorme consenso social y en el último tiempo alentadas por intereses de grupos de poder -el lobby del homigón y el de la hidroeléctrica- que anidan detrás de esos grandes dineros públicos. En la Transición se han reformado los ayuntamientos, el ejército, la iglesia, pero estamos pendientes todavía de una profunda revisión y reforma de las estructuras que gestionan las aguas en este país. Son las estructuras más obsoletas y detrás de esas sombras, de esa falta de claridad y transparencia administrativa, se ampara la corrupción.

-El movimiento en contra del PHN ha conseguido unir a científicos y minorías afectadas. ¿Cuál es el punto común?

-Yo suelo decir que este movimiento nace de la indignación de las minorías, que se ven abocadas a un futuro de desaparición o de graves deterioros de sus territorios. Así hay movimientos de rebelión muy potentes en el delta del Segura, en la desembocadura del Júcar, y sobre todo en el delta del Ebro. Y lo que se hace desde el mundo universitario y los movimientos ciudadanos que pasan a apoyarles, es añadir a sus argumentos de derechos humanos, elementos de desarrollo sostenible. Porque el futuro del agua no pasa por el hormigón. Con esto vamos construyendo un mensaje -la nueva cultura del agua-, y el movimiento que nació de las minorías pasa a generar una vocación de mayorías. Si no no se entendería que este movimiento haya sacado a la calle en Barcelona en 3 ó 4 ocasiones a casi 300.000 personas. No son ésas las personas inundadas, sino las que se ponen en sintonía con los retos del desarrollo sostenible.

-¿A quién tiene enfrente este bloque, aunado en la Plataforma de Defensa del Ebro?

-Hoy políticamente lo único que se podría decir que está enfrente es el PP, y dentro del PP me consta que la gente que entiende de aguas en privado nos dicen 'tenéis razón'. El señor Aznar está embarcado en esa actitud del autoritarismo y prepotencia que genera toda una demagogia en Levante, País Valenciano y particularmente Murcia, donde no se explican las dos posiciones, se persigue a la gente que discrepa y se produce un bloqueo del debate. El PP intenta matar al mensajero, cosa que no es posible en una sociedad moderna y democrática, y más si tenemos en cuenta que la UE ya ha legislado con la nueva Directiva Marco de Aguas, dando un nuevo enfoque político, de actitud, de forma de valorar nuestros recursos naturales...

-Sin limitarnos a los embalses, ¿hasta qué punto el agua es un negocio en nuestro país?

-Lo más significativo es que cuando entra a gobernar el PP lo primero que hace -antes de ocuparse del PHN- es cambiar la Ley de Aguas. Y lo esencial de ese cambio consiste en legalizar e impulsar de cara al futuro los mercados privados de las aguas públicas. No deja de ser triste que una ciudad o un pueblo considere que la gestión de una cosa tan básica como son sus aguas no puedan ser gestionadas de manera pública de forma razonable e incluso rentable. Pero más allá de eso, lo que el PP ha lanzado es el posible negocio de la especulación de los derechos de aguas, la compraventa de esos derechos de acceso al agua. Y eso a mí sí me parece muy grave, y es el telón de fondo que nadie acaba de analizar y de denunciar en lo que posteriormente ha sido la estrategia del PHN. Porque a partir de esta ley el PHN propone una masiva transferencia de agua al litoral mediterráneo, donde hay una fiebre urbanoturística sin control. Este agua que estará subvencionada por todos los españoles les queda a los empresarios en 20 céntimos de euro, en lugar de los 70 que realmente costaría. Y ellos pueden llegar a venderla a 44 céntimos, que es lo que cuesta el agua desalada, jugando con un amplio margen especulativo a costa del dinero público. Esto se llama simplemente corrupción administrativa.

-Con la nueva cultura del agua, ¿cuál sería la alternativa?

-Lo primero es que no se puede seguir bajo una dinámica de corrupción, en la que el que quiere más, pide y se le da. El desarrollo sostenible pasa porque en cada territorio los humanos tenemos que ser capaces de reconocer cuáles son los recursos existentes para aprovecharlos inteligentemente. Hay que saber aprovechar los acuíferos, pero lo que no vale es que cuando, a través de negocios especulativos, hemos sobreexplotado los propios recursos se pida que los platos rotos los acaben pagando todos los españoles. Saber poner límites a esa ambición desmedida es lo primero, porque sino el resto de alternativas serán también insuficientes tarde o temprano. Lo segundo es ir usando recursos mucho más baratos, como el modernizar las redes urbanas, donde perdemos el 35% del agua que metemos en la red. Sólo modernizando esa red podemos salvar más agua de la que queremos ahora transferir a través de los trasvases. Otro gran reto es el de modernizar la agricultura, donde perdemos más de la mitad del agua que teóricamente le destinamos. Y luego el otro tema es acabar con el desgobierno en las contaminaciones. En muchos casos no es que no tengamos agua, es que la tenemos contaminada. Bilbao tiene que beber del Ebro porque el propio Nervión está contaminado, porque la mayoría de los vertidos que contaminan los ríos y acuíferos están fuera de control. Y por último, si es necesario más agua en algún punto donde ya nos hemos pasado y es difícil volver atrás, la desalación de aguas marinas y sobre todo la reutilización de los caudales urbanos es mucho más barata que los grandes trasvases.

-¿Qué valoración haces de la gestión del Ministerio de Medio Ambiente?

-Ése no es un Ministerio de Medio Ambiente, es un ministerio del hormigón. Fíjate que el PHN es parido bajo la dirección del cocinero mayor, Benigno Blanco, el Secretario de Estado de Aguas del anterior gobierno. Este señor, hasta el momento de entrar en el Ministerio, era el jefe del Gabinete Jurídico de Iberdrola. Fíjate tú qué ecologista más afamado. Pero es que el segundo cocinero en jefe es el señor Carlos Escartín, Director General de Obras hidráulicas, que al día siguiente de salir del ministerio pasa a tener un puesto de alto standing en la compañía ACS del señor Florentino Pérez, ya que le había estado dando grandes obras de presas a esta empresa.

Tanto Blanco como Escartín están hoy ante los tribunales, y la fiscalía del Estado les pide 8 años de cárcel. Aún así el señor Benigno Blanco no dimite, y sigue de segundo de a bordo del señor Cascos, preparando el dinero público para ejecutar las obras que él mismo diseñó cuando estaba de secretario de estado de aguas. El hecho de que un Ministerio de Medio Ambiente esté gobernado por este tipo de personas, tan estrecha y públicamente ligadas a los intereses del gran hormigón y de la gran eléctrica, como mínimo da que pensar.

-¿Cuál es la postura de nuestro Gobierno en materia de medio ambiente, con respecto a la tendencia europea?

-Cuando el PHN se aprueba, estaba ya prácticamente consensuada en Europa la nueva Directiva Marco de Aguas, que entra en contradicción flagrante con el Plan. El Gobierno español está manteniendo una posición irresponsable, que no reconoce la realidad de lo que Europa le está planteando, y que para colmo pretende le financie. Pero los fondos europeos con los que el Gobierno pretendía llevar a cabo este Plan los tiene bloqueados desde hace tres años, a pesar de haber realizado las presiones al más alto nivel.

-Nos dedicamos a cambiar el curso de los ríos, a embalsar aguas, soñamos con trasladar agua a cientos de Km de distancia, ¿nos consideramos más inteligentes que la propia naturaleza?

-Yo creo que es una forma decimonónica y de gran parte del siglo XX de entender la naturaleza. Es el paradigma de la dominación, que tiene un sentido de género, y que parte del romanticismo. En esta época se tiene una visión de la naturaleza como amante, esa naturaleza hermosa que nos apasiona y arrebata, pero que al mismo tiempo es inestable, irregular, impredecible y entonces requiere -ahí ya con sesgo masculino- de la autoridad, de la capacidad de la ciencia y de la técnica para dominarla y ponerla a nuestro servicio. Ese sentido de dominación de la naturaleza es la que ha estado presente en todas las políticas.

-Está demostrado que esto genera trastornos climáticos locales. ¿tenemos lo que nos merecemos, por haber roto tantas veces el equilibrio natural?

-En efecto. Los grandes embalses nos llevan hoy a que en el Mediterráneo las playas no tienen arena, que se han arruinado nuestros bancos de pesca, que en los ríos ya no nos podemos bañar porque están contaminados, que las riberas son estercoleros, que se exterminan especies autóctonas. Es decir, hemos perdido miles de Km. de hermosísimas costas fluviales y casi no nos hemos dado cuenta, pero es una pérdida patrimonial y de calidad de vida tremenda. Yo creo en efecto que tenemos lo que nos ha hecho merecer nuestra imprudencia, nuestra soberbia, nuestra prepotencia tecnológica, pero todavía estamos a tiempo de salvar mucho de lo que teníamos y lo que todavía tenemos, que no es poco. Por tanto nunca es tarde para generar la prudencia, la sabiduría, y para usar la ciencia y la técnica desde la perspectiva del desarrollo sostenible y no desde la prepotencia de la dominación de la naturaleza.