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Nuestro Planeta

19 de junio del 2003

La energía basada en el hidrógeno puede dañar la capa de ozono, según expertos de Estados Unidos

L. M. Ariza
Ecologistas en Acción
Hidrógeno más oxígeno igual a agua y electricidad. Es la ecuación por la que apuesta Estados Unidos y Europa, sobre todo la industria del automóvil. En una pila de hidrógeno, uno de los electrodos se ceba con el gas; sus moléculas se dividen en protones, positivos, y electrones, negativos, que viajan al otro electrodo y generan electricidad. El oxígeno se combina con ambos y da agua. La corriente de la pila alimenta al coche, que únicamente echa vapor de agua por su tubo de escape. Hasta aquí, todo es limpio. El mazazo lo han dado expertos del Instituto Tecnológico de California; si se generalizara esta tecnología, según dicen en la revista «Science», los daños al ozono, que nos protege contra los rayos ultravioleta, sería del 10 por ciento.

El problema, dicen los profesores John Eiler y Tracey Tromp, es que una economía basada sólo en el uso de hidrógeno de combustible liberaría entre 60 y 120 millones de toneladas de hidrógeno, debido a los escapes que sufrirían los depósitos de los automóviles, contenedores y tuberías, lo que multiplica por ocho las cantidades actuales liberadas.

Acción similar al CFC

Los programas indican que en las partes bajas de la estratosfera, el hidrógeno formaría vapor de agua adicional, lo que causaría una bajada de temperaturas. Este enfriamiento interfiere en la química del ozono, aumentando su destrucción en un diez por ciento. El hidrógeno extra, según aseguran los autores del estudio, tendría una acción similar a los fluorocarbonos o CFC.

Lo que no quiere decir que la tecnología basada en el hidrógeno sea «sucia». EE UU invertirá más de 3.000 millones de euros en los próximos cinco años, y la UE quiere seguir los pasos para abrir el mercado a una tecnología que ahora sólo funciona en prototipos de coches. El hidrógeno hay que extraerlo de fuentes tradicionales, como el gas natural, aunque las reserva están en el mar. Pero no hay que olvidar el ejemplo de los CFC. «Tenemos una oportunidad sin precedentes de comprender lo que haremos antes de cambiar a la nueva tecnología», declaró Tromp. «No como en el caso del motor de combustión, en el que comprendimos los efectos del dióxido de carbono liberado muchas décadas después».